Nada

Pablo d'Ors, sacerdote y escritorPABLO d’ORS | Sacerdote y escritor

“Lo digo en bajito, pero habría que decirlo con altavoz: es posible ser sin anhelar…”.

Quedarse en silencio es mucho más difícil de lo que puede sospecharse. Para la mayoría es casi insoportable estar consigo mismos. En contra de lo que suele pensarse, la conciencia es un territorio poco frecuentado.

Casi todos saben que basta callarse para que surjan las distracciones, pero pocos pueden dar cuenta de qué distracciones suelen acecharles. Estar atento a esas distracciones es más complicado de lo que se imagina. Primero, porque, por su naturaleza, esquiva y nebulosa, no son fácilmente aprehensibles; pero también porque al intentar retenerlas acaba uno distrayéndose con esta nueva ocupación. También porque son espejo de nuestra permanente dispersión, una imagen que no nos gusta y de la que huimos.

Una vez familiarizado con las propias distracciones –nunca superadas–, puede uno centrarse en lo determinante: el silencio. Me refiero tanto a lo que hay en el silencio como al silencio mismo, auténtica revelación.

Pero el silencio, al menos como lo he vivido, nada tiene de particular. Es solo el marco que posibilita lo demás. ¿Y qué es todo lo demás? Lo sorprendente es que no es nada, nada en absoluto: la vida misma que transcurre, nada en especial. Digo “nada”, pero muy bien podría decir “todo”.

El gran logro es comprender, y empezar a vivir, que es posible estar sin pensar, proyectar, imaginar, aprovechar, rendir: un estar en el mundo sin las cartesianas divisiones a las que acostumbramos. Lo digo en bajito, pero habría que decirlo con altavoz: es posible ser sin anhelar.

En el nº 2.813 de Vida Nueva.

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