Editorial

La enfermedad de nuestro país es de orden moral

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EDITORIAL VIDA NUEVA | No deja de ser verdad que hace diez años, en nuestro país, se vivió una ola de bonanza, a pesar de muchos y serios problemas a nuestras espaldas. Fueron los dorados años de fin de siglo. Los españoles vivíamos en un país de bienestar social y cierto optimismo vital bien visible. Hoy abundan los síntomas contrarios, como si se hubiera incubado un virus, como si una enfermedad extraña hubiera caído sobre el país y sus gentes.

Algo parecido sucedió en la España del XVII, tras el esplendoroso siglo XVI que tantos males incubó. Hoy, la enfermedad avanza por todas partes y sus secuelas se dejan sentir con dolor, pero no todo está perdido. La enfermedad no es mortal. Hay resquicios para la esperanza.

El mundo financiero ha establecido unas distinciones cada vez más débiles entre lo permitido y lo prohibido; entre lo moral y lo inmoral; entre la autoridad legítima y los poderes ilegales; entre lo oficial y lo oficioso.

La inmoralidad está en la base de la crisis. Estrechamente vinculada con la inmoralidad reinante en grandes sectores del mundo financiero, surge la corrupción. Nuestra sociedad está atravesando una profunda crisis que empezó a ser financiera, siguió siendo económica, atravesó otros campos de la vida social, pero que siempre ha tenido en la moral un punto de arranque. La crisis moral está en la base.

Nuestra sociedad está atravesando
una profunda crisis que empezó a
ser financiera, siguió siendo económica,
atravesó otros campos de la vida social,
pero que siempre ha tenido en la moral un punto de arranque.

El profesor Juan González-Anleo desarrolla en el Pliego, cuya primera parte ofrecemos esta semana, algunas reflexiones al respecto que se completarán en una segunda entrega. Es una reflexión lúcida, llena de sentido, que no elude el diagnóstico y sus causas, pero que se abre a la esperanza.

Sobre el concepto de crisis, el profesor dice: “Así entendida, la crisis puede ser estudiada en muchos campos, y así se habla de la crisis de la democracia, del capitalismo, del sistema financiero, del Estado de Bienestar, de la modernidad, de la sociedad tradicional, de la familia, de la Iglesia, etc. En la España actual han confluido buena parte de esas crisis al mismo tiempo, lo que ha provocado una situación de auténtica enfermedad, por falta de un término más adecuado”.

El profesor aborda cómo “España es una sociedad en descomposición moral”, siguiendo a Salvador Giner, para quien existe “una falta grave de educación cívica, generada por la inmigración masiva, la ausencia de referentes, la falta de orientación moral debida al capitalismo concurrencial, máquina de crear frustraciones”.

Se ofrecen muchas claves, algunas de gran importancia que tienen su raíz en la falta de referentes morales. Urge una instancia ética que ayude a salir de la crisis. Al sociólogo le corresponde señalar lo que sucede en la sociedad. No puede llegar más allá. Esa es labor de otras instancias.

En este sentido, es muy importante la voz de la Iglesia, no solo la de las obras en las muchas actuaciones puntuales y valientes, recogiendo los restos de los escombros provocados por la crisis. También en su voz profética. Lo han hecho recientemente los obispos catalanes en una pastoral conjunta y algunos obispos en sus diócesis.

A la Iglesia le corresponde esa labor samaritana: curar al enfermo con el “vino del consuelo y el aceite de la esperanza”.

En el nº 2.813 de Vida Nueva. Del 1 al 7 de septiembre de 2012

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