España, ¿una sociedad enferma? Golpe a las instituciones

La crisis pone de relieve la desconfianza de los ciudadanos en instituciones-pilares

grupo de gente ciudadanos caminan en la calle

JUAN GONZÁLEZ-ANLEO, catedrático de Sociología | En las dos décadas anteriores a la Gran Crisis económica, nuestra sociedad, “alegre y confiada”, caminaba con paso rápido y firme hacia un futuro de progreso en todos los órdenes, pese a crisis de corta duración. Sombras no faltaban, pero las luces deslumbraban e impedían reconocer los contrastes.

“España es el país del mundo en el que los cambios estructurales, sociales y políticos han sido, si no caóticos, sí más rápidos y bruscos”, afirmaba Ronald Inglehart, director de la Encuesta Mundial de Valores, con 200.000 entrevistas entre 1999 y 2002.

España era antes de la Gran Crisis una sociedad “alegre y confiada”. En el 2006, un sociólogo de primera fila afirmaba en su colaboración al trabajo El cambio social en España: “En muchos sentidos España ha pasado de la retaguardia a la vanguardia; ese intensísimo ritmo de cambio social no ha generado una sociedad menos feliz, sino todo lo contrario. Los españoles de hoy son más libres, más prósperos, más educados, más iguales, más cultos, y ello en un ambiente de paz, respeto a los derechos humanos, libertad y seguridad solo interrumpido esporádicamente por la violencia de ETA”.

“Menos lobos, Caperucita”, se nos antoja inmediatamente al contemplar la situación actual. ¿Ha podido cambiar tanto la realidad social española en un período de solo seis años? Evidentemente, no.león en el Congreso de los Diputados Madrid

El progreso ha sido indiscutible en la cultura, en la sanidad, en las infraestructuras, ¡en el consumo!, en la tecnología, en la seguridad, incluso en la economía, con el virus de la crisis inmobiliaria y financiera royendo ya sus entrañas. Pero en la política, la justicia, la educación, los valores, la igualdad, etc., las luces se mezclaban con muchas sombras. Quizá por eso el impacto de la Gran Crisis ha sido más contundente en estas áreas concretas, como veremos a continuación.

La Gran Crisis ha actuado en el cuerpo social de siete formas distintas, positivas las tres últimas:

  • 1. Dañando directamente las instituciones y el Estado del Bienestar.
  • 2. Proporcionando una coartada a determinados poderes, públicos o privados, para hincar el diente en el bien común mediante recortes, privatizaciones o cualquier tipo de arbitrariedad.
  • 3. Creando bolsas de paro de larga duración y de pobreza en colectivos más vulnerables y, en general, empobreciendo a la gran mayoría de la población y enriqueciendo más a los ya ricos.
  • 4. Inyectando dosis letales de pesimismo y fatalismo en la sociedad, incapacitándola así para una acción colectiva salvadora.
  • 5. Poniendo al descubierto las miserias de grandes instituciones que, al derrumbarse, han quedado con sus “vergüenzas” al aire (el caso de Bankia o del CGPJ).
  • 6. Modificando las pautas de consumo de gran parte de la población, germen posible de un valor necesario: la austeridad.
  • 7. Agudizando la sensibilidad e indignación de la población ante los privilegios, sueldos blindados y demás abusos formalizados de los poderosos.

El impacto en las instituciones-pilares de la Democracia

Se ha intensificado la debilidad de las instituciones en general, patente en la desconfianza que inspiran a los ciudadanos. La crisis ha puesto de relieve la ineficacia del poder judicial para cortar la corrupción y los abusos del poder, la inoperancia de los sindicatos ante el drama del paro, el silencio vergonzoso de la mayor parte de la Iglesia jerárquica frente a la tragedia que están viviendo millones de españoles y frente a las tropelías de los amos del dinero, la lucha encarnizada por el poder de tantos políticos, sin la menor preocupación por el bien común y por los gravísimos problemas de los ciudadanos.

Esta desconfianza es potenciada por el desierto de inversiones de la sociedad posmoderna, de que habla Lipovetsky en su Era del vacío. Es decir, la precariedad de las inversiones personales de entusiasmo, de tiempo y de dedicación en religión, educación, trabajo, política, y el resto de las instituciones. En España, en Europa en general, las instituciones parece que no interesan a nadie, tienen mala prensa y poco prestigio, reciben en consecuencia escasas inversiones.

El 62% de los españoles piensa que
las instituciones no están a la altura
de las actuales circunstancias, y solo un 9%
se siente amparado por ellas
en estos momentos de crisis.

La Encuesta Europea de Valores ya reveló en 1999 que, con la excepción de los sistemas de enseñanza y de sanidad, la Seguridad Social y la Policía, todas las demás instituciones no merecían la confianza ciudadana, necesaria para su correcto funcionamiento. Ocupaban los últimos puestos la Iglesia, la Prensa, la Administración Pública, las grandes empresas y, sobre todo, los sindicatos.

Un pequeño sondeo de Metroscopia de junio de 2012 añadió una nota pesimista: el 62% de los españoles piensa que no están a la altura de las actuales circunstancias, y solo un 9% se siente amparado por ellas en estos momentos de crisis. Piensan aún peor de los políticos –el 79% opina que no están a la debida altura–, y de la Justicia: el 69% cree que funciona mal o muy mal.

Cabe preguntarse: ¿funciona algo bien en España? El mismo sondeo antes citado puede brindar un magro consuelo a las almas atribuladas: entre los consultados, las tres cuartas partes o más piensa que funcionan bien los médicos (93,9%), científicos, profesores de la enseñanza pública, PYMES, policía, ONG, Guardia Civil y Cáritas.

En el furgón de cola, con un porcentaje de aprobación por debajo del 25%, el Gobierno del Estado, la patronal, los obispos, el Parlamento, los bancos y los partidos políticos.

En el mundo institucional destacan por su importancia las instituciones-pilares que vertebran el Estado democrático: el Parlamento, los partidos políticos, un Poder Judicial independiente, un Gobierno elegido libremente y una Prensa libre de ataduras partidistas o económicas. Las noticias sobre este entramado institucional no son precisamente optimistas: han experimentado un choque brutal con la Gran Crisis.

La opinión pública tiende a concentrar su atención en las instituciones que articulan el Estado de Bienestar, como la Enseñanza o la Sanidad, pero las instituciones-pilares, en el caso español, no se han librado de las embestidas del cataclismo financiero.

“España, ¿una sociedad enferma?” es un trabajo de Juan González-Anleo que tiene dos partes. La primera, publicada en Pliego de Vida Nueva del nº 2.813, estudia –tras un ensayo de conceptualización de la enfermedad de un país– el impacto de la actual crisis económica en las instituciones sociales españolas. La segunda parte, que se publicará en el próximo número del semanario, analiza el impacto en la sociedad en general: familia, población, inmigración y estructura social, cerrando el trabajo una breve reflexión sobre la reacción de dos elites estratégicas –intelectuales y obispos– y la del movimiento de los “indignados” del 15-M.

Pliego íntegro publicado en el nº 2.813 de Vida Nueva. Del 1 al 7 de septiembre de 2012.

 

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