Gloria González: una maestra desde lo afectivo

Hay quien dice que, con cuatro o cinco hermanas como Gloria González, Haití saldría inmediatamente de la crisis global en la que lleva sumergido el país desde su origen, cinco siglos atrás. Y es que bastan los primeros minutos de charla con ella para darse cuenta de que es un “ciclón” repleto de energía concentrada en un único objetivo: ayudar a los demás.

Dominica de la Presentación, dejó hace 14 años su Colombia natal para trabajar, junto a varias compañeras de congregación, en una escuela de Puerto Príncipe, la capital de Haití. Era feliz compaginando su vocación religiosa con la de docente, hasta que todo cambió inesperadamente el fatídico 12 de enero de 2010, cuando un terremoto echó abajo medio país. Incluida su escuela. “Polvo, gritos, gritos, gritos…”, esa fue la secuencia que siguió al temblor de la tierra. Y, tras él, las consecuencias: “Enseguida empezaron a llegar los heridos, a los que fuimos tumbando en el patio. Venían por cientos, y muchos de ellos eran niños mutilados. En pleno desconcierto, tardé horas en darme cuenta de lo que había pasado”.

Cuando lo asimiló, pidió una moto para atravesar la ciudad. Superado un atasco de tres horas entre el caos más absoluto, en medio de la noche y los cánticos de la gente, llegó hasta un hospital militar. Allí esperaba encontrar a Zilda Arns, la prestigiosa activista humanitaria brasileña, impulsora de la Pastoral da Criança (dirigida a la infancia), a quien había acompañado hasta esa misma mañana. “Venía con muchísima ilusión a participar en una reunión de la CLAR, porque Haití era el único país en que faltaba por implantarse su proyecto. Era su sueño. Ese mismo día, en el desayuno, habíamos hablado de la muerte…”. Entonces Zilda no lo sabía, pero pocas horas después, la hermana Gloria iba a descubrir con horror cómo a veces el destino reserva terribles jugadas: su amiga había muerto.

A ella y a las Dominicas de la Presentación (supervivientes todas ellas) les tocaba volver a empezar, lo que hicieron en una nueva escuela, en el extrarradio. Un proyecto que pronto verían como algo positivo: “Nuestra escuela anterior estaba en un barrio rico. Ahora estábamos en uno pobre. Teníamos que ser audaces y creativas”. Y lo fueron: el nuevo centro acoge a 660 niños de familias sin recursos. Además, trabajan en una clínica en la que, entre otras muchas cosas, facilitan medicamentos y atención natal y prenatal a quienes no pueden pagar por los servicios.

La hermana Gloria, que es la directora del colegio, sonríe con orgullo al presentar a uno de los niños: “Se llama Jerry. Tiene ocho años y perdió un brazo en el terremoto. Por el vudú, que señala a los mutilados como malditos, el colegio donde estaba le expulsó. Lo mismo hicieron sus propios padres. Nosotras sí que lo queremos”. Con una sonrisa tímida del chaval, ella se llena de felicidad. “Todo lo que se haga por la educación de los niños es poco, pues aquí está el futuro de Haití”. Por los niños y por sus padres, ya que unos 300, analfabetos, participan en cursos en los que reciben una formación básica.

Cambiar el modelo

Pero para ella no basta con impulsar la educación, sino que hace falta cambiar el modelo: “En Haití es clave impulsar la enseñanza de calidad, personalizada, cercana y desde la afectividad, que es justo lo contrario de un sistema marcado por la violencia y los castigos físicos, que nos ha retrasado 400 años”. Al contrario, en su escuela se potencia también el disfrute. Para lo cual han hecho un gran campo de fútbol en el que todos juegan. Ella no lo dice, pero no es descartable que también se dedique a darle patadas al balón…

La hermana Gloria hace de todo. Incluso lleva la cocina del colegio, con la que presume como su “gran tesoro”. Un tesoro que consiste en una serie de utensilios bajo un árbol, en pleno patio. Con la ayuda de varias madres y una receta mágica (mucho amor), ha conseguido que en todo este tiempo, pese a cocinar cada día para cientos de niños en plena calle, no haya habido ningún contagiado de cólera, el mayor peligro hoy en el país.

Finalmente, si algo no le falta al “ciclón” Gloria, es esperanza: “Haití es un pueblo fuerte, alegre, artista y resistente”.  VNE

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