El Camino Ignaciano da sus primeros pasos

Camino Ignaciano por la ruta de san Ignacio de Loyola

De Loyola a Manresa, la peregrinación jesuita sigue la ruta de san Ignacio

El Camino Ignaciano ruta san Ignacio de Loyola

VICENTE L. GARCÍA | En 1522, san Ignacio viajó desde su casa en Loyola (Guipúzcoa) hasta Montserrat y Manresa, en Barcelona. Una peregrinación de casi un mes que cambió su vida. Sus proyectos posteriores ayudaron a transformar el mundo, como se puede apreciar cinco siglos después en los propios enclaves que configuraron el ser espiritual de uno de los grandes santos de la Iglesia. [El Camino Ignaciano da sus primeros pasos – Extracto]

Con el respaldo de la Compañía de Jesús, jesuitas y laicos afines a la espiritualidad ignaciana se han empeñado en un proyecto que tiene como meta convertir la ruta que en su momento recorrió el fundador en un referente de peregrinación para el 2022, año en el que se conmemorará el 500º aniversario del viaje original.

Se trata del Camino Ignaciano. Desde la web oficial, se recoge el fin último de la peregrinación, sin duda ambicioso: “Impulsar la espiritualidad y potenciar así la comunidad ignaciana, la Iglesia y la mejora de nuestro mundo”.

“Puede hacerlo cualquiera –anima el espacio digital–, pero especialmente los hombres y mujeres que han descubierto en la espiritualidad ignaciana un impulso para luchar por un mundo más justo. Y también aquellos que desean encontrar algo más en su vida. Todos estamos invitados al Camino Ignaciano, porque es una metáfora de nuestro propio camino de la vida”.

La ruta comienza en Loyola, donde nació san Ignacio en 1491 y donde, tras regresar herido de la batalla de Pamplona, en mayo de 1521, experimentó durante su convalecencia un descubrimiento de Cristo que le impulsaría a replantearse su vida. Para ello, lo primero era encaminarse hacia un santuario mariano, como paso previo (soñaba) hacia Tierra Santa.Camino Ignaciano por la ruta de san Ignacio de Loyola

Así es como se llega a la segunda etapa, Arántzazu, aún en Guipúzcoa, donde pasó su primera noche en vela.

Después de atravesar la montaña alavesa, tomaría rumbo a tierras riojanas; concretamente, a la monumental población de Laguardia, que Ignacio escogería evitando la comitiva papal del recién elegido Adriano VI. Logroño, Navarrete, Calahorra y Alfaro son las localidades en el tramo riojano. El paso por Navarra lo hizo por Tudela.

La ruta sigue rumbo hasta Zaragoza, donde visitaría el templo que albergaba a la Virgen del Pilar. Luego, tras cruzar el Puente de Piedra, se dirigió a Los Monegros, hasta llegar a Lleida e Igualada, ya en tierras catalanas.

Finalmente, el iniciador del carisma jesuita llegaría a Montserrat el 21 de marzo de 1522. Allí escribió su vida pasada y se preparó durante tres días para una confesión general. El 25 de marzo, y a causa de un aviso de peste, cambió sus planes de dirigirse a Barcelona y se encaminó hacia Manresa, donde, en los siguientes once meses meses, hizo una vida ascética y escribió sus famosos Ejercicios Espirituales.

El P. Josep Lluís Iriberri, perteneciente a la Provincia Tarraconense, fue el encargado de coordinar esta propuesta de peregrinación. Una tarea para la cual tuvo claro el modelo a seguir: “Entre los objetivos del Camino Ignaciano está el recuperar para el mundo la figura de san Ignacio, un hombre como muchos de nosotros, pero que, en un momento dado de su vida, se convierte en un instrumento en manos de Dios, gracias a un proceso de búsqueda interna. Desde ahí, otro fin es ofrecer a los hombres y mujeres del siglo XXI un espacio abierto en el que hacer esa misma experiencia y discernir sobre el sentido de sus vidas. Como tercer objetivo, estaría el resaltar la historia y la cultura de los pueblos y ciudades por donde discurre la ruta ignaciana”.

Es de destacar que esta iniciativa no tiene precedente en los 500 años de historia de la Compañía de Jesús.

El objetivo del Camino Ignaciano es
“impulsar la espiritualidad y potenciar así
la comunidad ignaciana, la Iglesia
y la mejora de nuestro mundo”.

Y lo mejor de todo es que el esquema propuesto al peregrino es netamente ignaciano, como explica el P. Iriberri: “Hemos dividido la peregrinación en cuatro fases, que se corresponderían con las cuatro semanas de los ejercicios espirituales de san Ignacio. El recorrido puede hacerse en 30 días, por lo que se ajustaría al tiempo de retiro diseñado por él. Además, en la web se han colgado recursos espirituales que pueden ser muy útiles a los peregrinos. A su vez, quiero hacer hincapié en que nadie ha de sentirse obligado a realizar el itinerario tal cual se presenta; cada persona ha de descubrir el Camino y la forma de hacerlo que más se ajusta a sus necesidades”.

Respecto a la fidelidad de la ruta (647 kilómetros en total, entre Loyola y Manresa), Iriberri precisa que “Ignacio siguió los caminos de los viajeros de su tiempo. El problema es que muchas de esas rutas son hoy carreteras nacionales; por ello, decidimos buscar caminos paralelos que garantizasen la tranquilidad para el peregrino. De hecho, hay tramos que comparten, en sentido inverso, con la ruta jacobea”.

Camino Ignaciano por la ruta de san Ignacio de Loyola

Iñaki y Pilar ya han recorrido esta ruta ignaciana

Aunque aún no existe una guía oficial, ya son muchas las personas que han hecho parte de este camino, o incluso la ruta completa, como es el caso del jesuita irlandés Terry Howard, que relata así su experiencia:

“El Camino Ignaciano comenzó para mí en Pamplona, donde Ignacio cayó herido. En mi caminar, no dejaba de imaginar que formaba parte de la comitiva francesa que lo llevaba en camilla de regreso a su casa. Mientras caminaba, iba hablando con él. La presencia de Ignacio se hizo más fuerte y llegué a hablar con él no solo sobre sus heridas, sino también sobre mis propias luchas en la vida“.

“El trayecto de Pamplona a Loyola me llevó cuatro días -sigue–. Al llegar a la casa de Ignacio, llamé con mis puños en la puerta, como queriendo decir: ‘He traído a Ignacio, trabajo hecho’. Allí pasé tres días bebiendo de la vida, el paisaje y su localidad. Cuando me sentí listo (Ignacio y yo), salimos juntos en ‘su’ proyecto de peregrinaje a Jerusalén. Mientras caminábamos, hablaba y le escuchaba sobre lo que le sucedía en cada etapa”.

Cerca de Manresa, enlazamos con el testimonio de un matrimonio, vasco él y catalana ella, Iñaki y Pilar, quienes, tras realizar una primera parte de la ruta el pasado año, a finales de abril retomaron el Camino junto a otro grupo de personas ligadas a la espiritualidad ignaciana para señalizar el tramo final.

De un modo natural, Pilar describe perfectamente su sentimiento como peregrinos ignacianos: “Nos gusta caminar, hacer silencio en nuestra vida, estar en contacto con la naturaleza y, muy importante, buscar los momentos apropiados para la oración. Necesitamos sentir cada cierto tiempo algo de lo que se oculta bajo la palabra ‘peregrinar’, que equivale a algo así como ser un nómada abandonado al presente de cada día. En definitiva, nos gusta el viaje personal y creyente de san Ignacio de Loyola”.Camino Ignaciano por la ruta de san Ignacio de Loyola

Unas sensaciones a las que Pilar añade todavía muchas otras: “Sobre todo, a los momentos de oración y meditación personal se unen las fatigas y gozos de las llegadas a ‘meta’, la sorpresa de muchas personas al vernos peregrinar por parajes por donde hasta ahora no se peregrinaba, su interés por saber nuestras motivaciones…”.

“Y aún mejor, las solidaridades de algunas personas para guiarnos y acompañarnos cuando nos perdíamos o nos desviábamos del camino, la esperanza de los hostales de los pueblos que veían en la consolidación de este Camino una ayuda para sobrellevar sus negocios en un tiempo de crisis e incertidumbre, la belleza de un paisaje que tuvimos la gran fortuna de disfrutar con una climatología muy amable, la generosidad de quien te quiere enseñar la cultura de su zona para que disfrutes más de lo que tienes ante tus ojos…”. En fin, muchos y variados motivos.

Iñaki, su marido, concluye con una evidente satisfacción: “La experiencia ha sido hermosa, con sus gozos y fatigas, con sus bonanzas y oscuridades”.

Tanta es la alegría que este matrimonio no ha dudado en querer formar parte de la conformación del Camino, colocando, como miembros oficiosos de la organización, indicativos en el tramo que va desde Lleida hasta Manresa.

El Camino Ignaciano, en estos tiempos de crisis, además de su dimensión religiosa, está llamado a ser también un referente de la promoción turística a lo largo de toda su ruta. Por ello, la iniciativa será impulsora de sectores ligados al turismo y, consecuentemente, generadora de empleo y riqueza. Y todo desde la máxima ignaciana: Ad maiorem Dei gloriam. ¡A la mayor gloria de Dios!

En el nº 2.812 de Vida Nueva.

 

LEA TAMBIÉN:

Compartir