¿Leer para olvidar o leer para reflexionar?

libros amontonados

Veintidós autores españoles hablan de cómo afrontan ellos el proceso lector

chica leyendo varios libros

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | En verano, mientras que hacemos el equipaje para escapar de la rutina y concedernos un respiro, el lector compulsivo o el ocasional, antes de elegir los títulos con los que atravesar el calor, el descanso o el ocio, suele preguntarse si leer para olvidar o leer para reflexionar.A partir de ahí, seleccionamos qué novelas, qué ensayos, qué poemarios, viajarán con nosotros este mes de agosto o se quedarán, simplemente, a acompañarnos en casa sin remedio.

Este proceso previo de elección es similar al del lector que, durante todo el año, ve que el día a día, las primas de riesgos, la enfermedad, el desempleo… le avasallan y se enfrenta a la decisión de adentrarse en la lectura como escapismo o como vía para repensar su lugar y su actitud en el mundo. No son dos procesos lectores excluyentes, pero son dos preguntas que cada vez nos hacemos más.

Por eso, hemos querido directamente invitar a veintidós autores españoles a responderlas, narradores que, en la mayoría de los casos, no necesitan presentación. Novelistas contrastados, con obras recientes en el escaparate la gran mayoría de ellos, que son evidentemente también lectores voraces.

Por eso, les hemos pedido que compartan, además, cuáles son esos libros que ahora leen o se disponen a leer, en muchos casos pospuestos o reservados durante el año para las vacaciones, con más horas de lectura por delante para disfrutarlos.

En sus respuestas no solo vamos a explorar una amplísima selección de autores y títulos más que sugerentes, sino que vamos a conocer cómo se enfrentan a ese proceso lector, que es, en sus casos, mucho más que un simple proceso de documentación. Y, sobre todo, sabremos si esas lecturas están condicionadas, además de por su proceso creativo, por las noticias o el devenir de la crisis y sus consecuencias.libros amontonados

Para disfrutar. Y para hacerse preguntas

“Leer para disfrutar, disfrutar, disfrutar”, afirma Andrés Barba. Pilar Adón, editora, poeta, traductora, añade que “leer para disfrutar, aprender y evadirse, lo que no evita la reflexión”. En todo caso, como matiza Inma Chacón, también poeta y narradora, “leer para hacerse preguntas, para intentar contestarlas y para dejar algunas sin resolver, para buscarlas en otras lecturas”.

Como si fuera un círculo que se cierra, el “postpoeta” Agustín Fernández Mallo añade: “Leer por el placer de leer. No hay más. Lo que se derive de ahí ya tiene que ver exclusivamente con los gustos, carácter, estado de ánimo y cultura de cada lector”.

Lo dice también, más o menos aproximadamente, Juan Gómez-Jurado, un autor que domina las redes sociales y el diálogo con los lectores: “Leer para pasarlo bien, ¡siempre! La vida tiene que ser divertida”. O también el reflexivo Use Lahoz: “Leer para… divertirse, pensar, sorprenderse, y habitar mundos mucho más interesantes y fascinantes que el nuestro. Y, además, sale barato”.

En definitiva, como dicen Luisgé Martín y José Luis Rodríguez del Corral, “leer para todo”.

Leer, sin duda, también es una actitud, una disposición ante el mundo: saber que, cuando abres una novela, cualquier libro, te puede ocurrir cualquier cosa. Lo apunta Javier Moro: “Creo que hay que leer para distraerse, para divertirse, para aprender, para retrasar la llegada del Alzheimer y las demencias seniles y, sobre todo, para soñar, para vivir una doble vida, para abstraerse de lo cotidiano y viajar por otros mundos a la sombra de un algarrobo o de un toldo en la playa. Y también para reflexionar sobre la prima de riesgo y esas cosas tan arduas y deprimentes, para intentar entender las razones de nuestro desastre nacional y, sobre todo, para relativizar nuestra situación en la Historia”.

Un viajero vocacional, por la geografía europea y por la literatura universal, como José Ovejero ahonda en el equilibro entre la evasión y la reflexión, pero está contra la “dictadura del entretenimiento”: “La literatura, como la filosofía o la economía –afirma–, no tiene por qué ser entretenida, no es esa su máxima aspiración. Otra de sus funciones es precisamente despertarnos, sacudirnos, hacernos reflexionar, poner en tela de juicio nuestros valores y nuestras creencias, obligarnos a revisarlos”.

En cualquier caso,
el poeta y novelista Manuel Vilas
y Pedro Sorela lo dicen rotundamente:
“Leer para vivir. Si lees, estás más vivo”.

La literatura también es incomodidad. “A mí me gustan los libros que, después de haberlos leídos –admite Marta Sanz–, me dan la impresión de que veo mejor. Me gustan los libros que de un modo u otro me dejan tocada”.

Que es, más o menos, lo mismo que afirma el prolífico Antonio Gómez Rufo: “Leer siempre para reflexionar. Y si, de paso, distrae de los dramas cotidianos, mejor”. En cualquier caso, el poeta y novelista Manuel Vilas y Pedro Sorela lo dicen rotundamente: “Leer para vivir. Si lees, estás más vivo”.

¿Y qué leer?

¿Leer qué? Leer, en cierto modo, el mundo. Y el mundo lo escriben novelistas, poetas y filosófos. Entre las lecturas que eligen los escritores –y que recomiendan– hay una gran amplitud. Evidentemente, como en el mercado del libro, triunfa la novela, aunque aquí, sobre todo, el fondo editorial, las novelas de largo recorrido y poderoso aliento, clásicas o no, antes que las novedades.

El ensayo, sobre todo filosófico en torno a “este tiempo de cataclismos”, como lo define Juan Eslava Galán, tiene una importante presencia; y la poesía, en cambio, apenas es visible.

Vamos a dejar que los escritores hablen directamente, es lo que les he pedido, y así han respondido a la llamada. Tan solo advertir, sin necesidad de señalar ninguno, que entre los títulos que estos veintidós autores están leyendo –y, en casi todos los casos, recomiendan– y las novelas que la gran mayoría de ellos acaban de publicar, se citan un buen número de títulos más que recomendables para olvidar o para reflexionar, para disfrutar o para aprender. O como sentencia José Carlos Somoza: “Para ser más felices”.

jcrodriguez@vidanueva.es

Pliego íntegro, publicado en el nº 2.811 de Vida Nueva. Del 28 de julio al 3 de agosto de 2012

 

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