Viajar por África, una experiencia enriquecedora

Una apuesta por un destino vacacional más allá del turismo al uso

dos niños africanos riéndose

Texto y fotos: JOSÉ CARLOS RODRÍGUEZ SOTO, periodista especializado en temas africanos | Me sucedió en Uganda a finales de julio de 2007. Un amigo al que siempre le he debido muchos favores me comunicó que una persona muy allegada a él se encontraba pasando tres semanas en el país con una agencia de turismo y deseaba encontrarse conmigo antes de regresar a España. Le facilité mi número de teléfono y a los pocos días me contactó.

Quedamos en un restaurante de Kampala y allí, pocas horas antes de coger el avión de vuelta, me confesó la gran frustración que pesaba sobre él: “Me he gastado varios miles de euros para pasar tres semanas en reservas naturales viendo animales y paisajes”, me dijo, “pero me marcho del país sin tener ni idea de cómo vive la gente, qué problemas tienen o cómo es su cultura”.

Muchos turistas que viajan a cualquier lugar del mundo no se harían ningún problema por vivir una situación parecida. La mayoría de las personas que se desplazan a otros países durante sus vacaciones no tienen grandes pretensiones y simplemente llegan, se alojan en un hotel, ven catedrales, museos, monumentos o –en el caso de África– parques naturales donde abunda la fauna salvaje, sacan fotos, compran recuerdos y se vuelven a su rutina diaria.

Pero cada vez hay más personas en España que prefieren pasar sus vacaciones de otra manera, viajando a lugares apartados de las rutas turísticas para convivir con personas de otras culturas y, si es posible, ayudar como voluntarios en algún proyecto de cooperación.

Realizar esto en unas pocas semanas tiene no pocas limitaciones, aunque depende de los casos. Probablemente, un profesor de filosofía, por competente que sea, pueda hacer bien poco si llega para pasar dos semanas en una misión donde ni siquiera tienen escuela secundaria, y no digamos si ni siquiera conoce la lengua oficial del país.

Puede haber sitio para voluntarios
que quieren dar un servicio sencillo,
como organizar juegos para los niños de un orfanato,
acompañar a misioneros en sus tareas diarias
o, simplemente, observar la realidad.

Pero un buen cirujano, por ejemplo, puede llegar a un remoto hospital de África con el que haya concertado un plan y, suponiendo que tenga el instrumental necesario, realizar en pocas semanas operaciones que supondrán un beneficio para muchas personas que de otro modo no tendrían acceso a una intervención que les puede solucionar un problema serio de salud.

Y no es solo el caso de los médicos. También ahí puede haber sitio para voluntarios que simplemente quieren dar un servicio sencillo, como organizar juegos para los niños de un orfanato, pintar unos edificios, acompañar a misioneros en sus tareas diarias o, simplemente, observar la realidad que tiene lugar ante sus ojos y entablar una relación de amistad con otras personas.

José Carlos Rodríguez Soto en un viaje a África

José Carlos Rodríguez, en uno de los viajes

Programar la estancia con antelación

En cualquier caso, siempre convendrá echar mano del sentido común y de ese tan importante undécimo mandamiento que dice “no molestarás a tu prójimo”. Una estancia en cualquier lugar, y más en lugares de África donde a menudo falta de todo, hay que programarla con antelación y claridad.

Recuerdo una ocasión en que se presentaron a la puerta de la parroquia donde yo trabajaba en Gulu (Uganda) una pareja de españoles que, según me dijeron, venían decididos a “ayudarme”. Con algo de perplejidad, les enseñé el dispensario que estábamos organizando durante aquellos días, pero cuando me pidieron echar allí una mano poniendo orden en los almacenes, les expliqué que si les confiaba esa tarea tendría que despedir a los dos auxiliares ugandeses a los que teníamos contratados.

Después de pasar una mañana juntos e invitarlos a comer, ellos mismos entendieron que no había ninguna posibilidad para quedarse conmigo y
nos despedimos amigablemente.

Si nos hemos puesto de acuerdo con una ONG o una comunidad religiosa en África que desea claramente nuestra visita, lo mejor será trazar de mutuo acuerdo un plan en el que quede claro lo que se espera de nosotros y cuánto tiempo nos vamos a quedar allí, nos aseguraremos de que no interferimos en el trabajo que hacen nuestros anfitriones y quedará claro quién se encargará de aspectos prácticos como recogidas en el aeropuerto, alojamiento, atenciones en caso de enfermedad, etc.

Si nos hemos puesto de acuerdo con
una ONG o una comunidad religiosa en África que
desea claramente nuestra visita, tenemos
que asegurarnos de que no interferimos
en el trabajo que hacen nuestros anfitriones.

Dejar un donativo al final de nuestra visita siempre será una señal que será apreciada y ayudará a compensar gastos en los que, sin duda, incurrirán por mucho que les ayudemos en algunas tareas.

Si organizamos así las cosas, un viaje por África fuera de los circuitos turísticos al uso puede ser una experiencia enriquecedora para nosotros y para las personas a las que encontraremos por esas rutas poco transitadas.

El lector encontrará a continuación algunas pinceladas de viajes que he realizado por tres países de África –Sudán del Sur, R. D. del Congo y Burundi– en los que he visto el buen hacer de muchas instituciones de la Iglesia. Se trata de rincones en lugares conflictivos, que no recomiendo a nadie a no ser que su presencia allí sea realmente necesaria, pero hablo de ellos porque son algunos de los hilos que han tejido mi tapiz africano que tan maravillado me deja siempre que tengo la fortuna de contemplarlo.

Añado algunas pautas para entender las culturas africanas (directrices que siempre serán útiles que tengamos en cuenta a la hora de relacionarnos con otras personas en un país africano) y una serie de consejos prácticos, desde la documentación necesaria para viajar hasta cuáles son temas de conversación delicados que no es aconsejable abordar…

Pliego íntegro, publicado en el nº 2.810 de Vida Nueva. Del 21 al 27 de julio de 2012

 

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