Última llamada para los lefebvrianos

cardenal William Levada y su sustituto Gerhard Muller Doctrina de la Fe

lefebvristas obispo Bernard Fellay superior Fraternidad Sacerdotal San Pío X

DARÍO MENOR | La Santa Sede da por terminadas las negociaciones con los seguidores del arzobispo cismático Marcel Lefebvre al ofrecerles una prelatura personal como la mejor fórmula para encajarlos en la Iglesia católica. Los tradicionalistas parecen decididos a rechazar la oferta de reconciliación porque no están dispuestos a aceptar el Concilio Vaticano II. [Última llamada para los lefebvrianos – Extracto]

El posible retorno de los lefebvrianos a la plena comunión con Roma se encuentra en un callejón sin salida. Tras años de negociaciones y continuos gestos de acercamiento, el Vaticano ha trazado la línea roja que no está dispuesto a cruzar: si los seguidores del arzobispo cismático francés Marcel Lefebvre desean reconciliarse con la Santa Sede, deben aceptar el Vaticano II.

Cuando lo hagan, se les acomodará dentro de la Iglesia católica por medio de una prelatura personal, una figura canónica ya utilizada para el Opus Dei.

Por su parte, la Fraternidad Sacerdotal San Pío X (FSSPX), fundada en 1970 por Lefebvre, no da señales de que vaya a transigir en este punto, pues sigue insistiendo en que todos los males de la Iglesia vienen de las reformas conciliares.

En el Capítulo General que la FSSPX ha celebrado del 9 al 14 de julio en Ecône, la localidad suiza donde está su principal seminario, el tema de debate fue la respuesta a la oferta de Roma. El superior de los lefebvrianos, el obispo suizo Bernard Fellay, anunció que hará llegar “próximamente” a la Santa Sede la decisión tomada, dando varias señales de que la reconciliación se antoja lejana.

En una entrevista publicada en una web de la FSSPX, Fellay trató de mantener un difícil equilibrio. Dijo: “Somos católicos, reconocemos al Papa y a los obispos”, pero “rehusamos todo lo que contribuye a la autodemolición de la Iglesia”.

Criticó una vez más la “influencia modernista y liberal” del Vaticano II, responsable de que no sean los lefebvrianos los que “rompen” con Roma, “la Roma eterna, maestra de sabiduría y de verdad”, sino el Vaticano el que con este rumbo se aleja de la recta vía eclesial que, en su opinión, solo está representada por la Fraternidad.

Fellay ha declarado recientemente:
“Somos católicos, reconocemos al Papa
y a los obispos”, pero
“rehusamos todo lo que contribuye a
la autodemolición de la Iglesia”.

Fellay también anunció que en el capítulo se ha trazado una hoja de ruta para restaurar la unidad conservando la identidad de la FSSPX, lo que muestra su deseo de mantener abiertas las negociaciones. La Santa Sede, sin embargo, no parece dispuesta a hacer más concesiones.

Los pasos del Papa

Durante su pontificado, Benedicto XVI ha allanado el camino para facilitar el regreso de la FSSPX a la plena comunión con la sede apostólica. Primero aceptó reunirse con Fellay solo cuatro meses después de su elección como Papa. Su gesto mostró el deseo de restañar las heridas del cisma.

Marcel Lefebvre, fundador lefebvristas Fraternidad Sacerdotal San Pío X

Marcel Lefebvre

En 2007 dio otro paso al permitir la celebración de la misa en latín según el rito tridentino, el utilizado por los lefebvrianos. Esta decisión, plasmada en el motu proprio Summorum Pontificum, fue valiente: obtuvo el aplauso de los tradicionalistas pero se ganó las críticas del ala más progresista de la Iglesia, donde fue vista como una renuncia a una parte del Vaticano II.

El acercamiento de Benedicto XVI siguió, en 2009, con el levantamiento de la excomunión a los cuatro obispos ordenados de forma ilícita por Lefebvre en 1988.

El perdón concedido a los prelados cismáticos provocó un gran revuelo, incrementado al saberse que uno de ellos, el inglés Richard Williamson, había negado la existencia del Holocausto. El Papa dijo que no tenía conocimiento de esas opiniones cuando tomó esta decisión. Sus tesis negacionistas han hecho de Williamson un apestado incluso en la Fraternidad. Según algunas informaciones, habría sido expulsado del reciente Capítulo General.

El largo y complicado proceso de diálogo entre la Santa Sede y la FSSPX entró esta primavera en su última fase. El Vaticano ha mostrado con tres gestos que, en su opinión, el período de conversaciones ha llegado a su final.

Las dos primeras señales las dio el 13 de junio, cuando en una reunión celebrada en Roma, Fellay recibió de manos del cardenal estadounidense William Levada, entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y presidente de la Comisión Pontificia Ecclesia Dei (el organismo vaticano encargado de mantener relaciones con los tradicionalistas), el borrador de un documento en el que se ofrece la prelatura personal como el mejor marco para encajar a la Fraternidad dentro de la Iglesia católica.

En aquel texto, Levada valoraba la respuesta ofrecida por los lefebvrianos al Preámbulo Doctrinal, el itinerario que el cardenal les había entregado en septiembre marcando los pasos necesarios para lograr la reconciliación. Aunque no se conoce el contenido de este documento, se presupone que contiene los principios doctrinales imprescindibles que la Fraternidad debe aceptar.

En la forma con que el Vaticano y la FSSPX informaron de aquel encuentro se observa la segunda señal de que la Santa Sede espera una respuesta. En el comunicado de la Sala de Prensa vaticana se apostaba por que el final feliz llegase con “la reflexión”, mientras que los tradicionalistas confiaban en la “continuación del diálogo”.

A Fellay y a los otros tres obispos de la FSSPX (Williamson, el francés Bernard Tissier y el hispanoargentino Alfonso de Galarreta), los dos puntos del Concilio que más difíciles les resultan de aceptar son el ecumenismo y el diálogo interreligioso, por los que tanto ha apostado la Iglesia en las últimas décadas.

cardenal William Levada y su sustituto Gerhard Muller Doctrina de la Fe

El cardenal Levada y su sustituto en Doctrina de la Fe, Müller

Si en algún momento llega el final feliz que hoy parece lejano, y se evita, además, una ruptura dentro de la Fraternidad, cruzarían el Tíber, junto a los cuatro obispos, 523 sacerdotes, 201 seminaristas, 172 religiosas, 104 religiosos y varios cientos de miles de fieles en 60 países.

El 2 de julio, Benedicto XVI brindó la que, para algunos comentaristas, es la última muestra de que da por cerrado este período de negociaciones: cambió al interlocutor con el que hasta entonces había tratado la Fraternidad. Aquel día se hizo público que Levada se jubilaba y dejaba la prefectura de Doctrina de la Fe y la presidencia de la Comisión Ecclesia Dei. Su sustituto es el alemán Gerhard L. Müller, obispo de Ratisbona y buen conocedor de la FSSPX, pues esta tiene un seminario en la diócesis que hasta ahora pastoreaba.

Los lefebvrianos han dejado claro que no les gusta nada el nuevo prefecto. Tras su nombramiento, lo tildaron de “hereje” por sus opiniones sobre los protestantes y algunos dogmas. En la entrevista concedida tras su Capítulo General, Fellay arremetió contra Müller diciendo que muchos de sus textos “en otra época sin duda habrían sido objeto de una intervención por parte del Santo Oficio”.

Prelatura personal

Para el Vaticano, el mejor acomodo de la FSSPX dentro de la Iglesia vendría con la creación de una prelatura personal, una figura jurídica muy amplia utilizada primero por el Opus Dei y luego por los anglicanos que han vuelto a la plena comunión con la sede apostólica. Esta forma de organización está contemplada en el decreto conciliar Presbyterorum ordinis, de 1965, donde se dice que “para la actuación de peculiares iniciativas pastorales en favor de diversos grupos sociales en ciertas regiones, o naciones, o incluso en todo el mundo”, se pueden constituir, entre otras instituciones, “diócesis peculiares y prelaturas personales”.

Gracias a estas figuras canónicas, los sacerdotes que atienden a los miembros del Opus Dei y desempeñan su ministerio en esta organización no tienen que estar incardinados en ninguna diócesis, sino en la prelatura, donde se encuentran bajo la autoridad del prelado. Lo mismo ocurriría con los lefebvrianos.

Se da la circunstancia de que las reformas introducidas en el Concilio Vaticano II, que tanto detesta la Fraternidad, son precisamente las que ofrecen un marco para que puedan reconciliarse ahora con la Santa Sede manteniendo buena parte de su idiosincrasia.

Los expertos coinciden al señalar que
la prelatura es la fórmula más adecuada
para acoger a la FSSPX, si bien
no estaría exenta de problemas.

Eduardo Baura, profesor de Derecho Canónico en la universidad romana de la Santa Croce, señala que habría “puntos comunes” entre la prelatura personal del Opus Dei y la que podría crearse para los tradicionalistas, si es que estos finalmente aceptan.

“Sería similar porque afectaría a más de una diócesis y a más de un país. En ambos casos, son grupos de fieles y sacerdotes que tienen unas necesidades particulares que tratan de facilitarse. Se hace por medio de una estructura impulsada en el Concilio Vaticano II para dar a la Iglesia una organización más flexible”, explica.

Además de con la prelatura del Opus Dei, el posible organismo para acoger a la FSSPX tendría puntos en común con los ordinariatos creados en los últimos años para acoger a los anglicanos que han vuelto a la comunión con Roma, pues los estatutos de estos contemplan el respeto de sus tradiciones y particularidades litúrgicas. “Los ordinariatos personales de los conocidos como ‘anglocatólicos’ son personales, pero no universales, porque están circunscritos a un país. Lo mismo ocurre con los ordinariatos militares, que solo afectan a los soldados de una nación”, dice Baura. Con los lefebvrianos, en cambio, su prelado no tendría la autoridad limitada a un único territorio.

Todos los expertos consultados coinciden al señalar que la prelatura es la fórmula más adecuada para acoger a la FSSPX. No obstante, no estaría exenta de problemas.

Nicolas Seneze, periodista del diario francés La Croix y autor del libro La crise intégriste. 20 ans après le schisme de Mgr Lefebvre (La crisis integrista. 20 años después del cisma de Mons. Lefebvre), considera que esta fórmula canónica daría a los tradicionalistas la autonomía que desean, pero podría ser problemática en el futuro, pues los “lefebvrianos necesitarían la autorización de los obispos cuando quisieran operar en sus diócesis”.

los cuatro obispos lefebvristas Fraternidad San Pío X, Fellay, Galarreta, Williamson y Tissier

De izq. a dcha., Galarreta, Williamson, Fellay y Tissier

Conscientes de que un buen número de prelados no vería con buenos ojos la presencia de la FSSPX en sus territorios, en Francia, Filipinas y algunos países de América Latina, los seguidores de Lefebvre están abriendo casas con pocos sacerdotes y menos fieles para que, si finalmente llega la prelatura, “no tengan que ir pidiendo permiso a los obispos”, comenta Seneze.

El periodista francés, uno de los grandes conocedores de la Fraternidad, dice que es Fellay el más predispuesto de los obispos tradicionalistas a la reconciliación. “Su punto fuerte es que es el gran organizador, controla el dinero y los bienes inmobiliarios. Si acaba volviendo a Roma y se produce una ruptura, los que queden fuera no tendrán casas, parroquias ni dinero, por lo que es difícil que puedan salir adelante así”, sostiene Seneze.

En su opinión, los sacerdotes de la FSSPX no se revelarán a la decisión de sus obispos. “Un tercio de los curas está a favor de la plena comunión con Roma. Otro tercio, en contra. Y el resto no sabe qué es lo mejor. Si finalmente se llega a un acuerdo, es probable que esa tercera parte en contra acepte la decisión. Pesan mucho las pocas posibilidades prácticas de seguir adelante solos si Fellay no suelta las riendas y firma con la Santa Sede”. Pese a esta situación, una ruptura dentro de los lefebvrianos no supondría tampoco una novedad.

Escisiones internas

De la FSSPX se han desgajado, entre otros, grupos que han dado lugar al Instituto Mater Boni Consilii, que no reconoce a los pontífices posteriores a Pablo VI, y a la Asociación Santa María Salus Populu Romani, que sube un peldaño y llega a acusar a estos papas de herejes. También han nacido realidades que han vuelto a la comunión con la Santa Sede, como la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro (FSSP), reconocida como una sociedad de vida apostólica, o el Instituto del Buen Pastor (IBP), con el que se ha utilizado la misma fórmula canónica.

Un caso diferente a estas realidades eclesiales lo constituye la Unión Sacerdotal San Juan María Vianney, radicada en la diócesis de Campos (Brasil). También se escindió de los lefebvrianos, obteniendo el reconocimiento del Vaticano en 2002. El hecho de que estuviera circunscrita a un único territorio llevó a la Santa Sede a encajarla erigiendo una administración apostólica personal, una figura canónica equiparable a una diócesis pero con una duración temporal.

Fellay el más predispuesto
de los obispos tradicionalistas a la reconciliación.
Su punto fuerte es que es el gran organizador,
controla el dinero y los bienes inmobiliarios.

A diferencia de lo que ocurre con la FSSPX, el regreso de anglicanos a la Iglesia católica ha resultado mucho más sencillo. Fueron ellos los que llamaron a las puertas de Roma. Escandalizados por la ordenación sacerdotal y episcopal femenina y la permisividad hacia la homosexualidad existente en el anglicanismo, los alrededor de 400.000 fieles de la Comunión Tradicional Anglicana, presentes en diversos países, pidieron a la Santa Sede entrar en “plena y visible comunión”.

Así lo explicó el cardenal Levada al presentar en noviembre de 2009 la constitución apostólica Anglicanorum Coetibus, en la que Benedicto XVI propone a estos fieles y clérigos su ingreso en el catolicismo por medio de ordinariatos personales, donde sus tradiciones y particularidades litúrgicas son respetadas. Ya han sido aprobados tres ordinariatos “anglocatólicos”: uno en los Estados Unidos, otro en Australia y un tercero en Inglaterra y Gales.

Bernard Fellay obispo lefebvristas Fraternidad San Pío X

El superior Bernard Fellay, ante un retrato de Benedicto XVI

La continuidad de la idiosincrasia anglicana en estos organismos hace que los sacerdotes dependientes del ordinario puedan estar casados. De hecho, los tres ordinarios “anglocatólicos” tienen esposa, hijos y alguno incluso nietos. Todos ellos eran obispos, pero tras su paso a Roma han tenido que ser ordenados de nuevo. “La Iglesia católica, desde que lo decidió León XIII, no reconoce las ordenaciones anglicanas. No han vuelto a ser ordenados obispos porque estaban casados. Ocurre lo mismo con los sacerdotes católicos de rito oriental: pueden estar casados, pero solo los no esposados pueden ser consagrados obispos”, explica Baura.

El hecho de que el Vaticano haya permitido que los “anglocatólicos” mantengan el celibato opcional, una libertad que se niega al resto de sacerdotes de rito latino, ha molestado a un sector de la Iglesia.

También se critican las concesiones a los lefebvrianos (misa en latín, levantamiento de la excomunión, oferta de estatus particular) mientras a los sacerdotes católicos que piden cambios se les insta a mantener la obediencia y la unidad.

El religioso comboniano Fidel González Fernández, profesor de Historia de la Iglesia en las universidades Gregoriana y Urbaniana de Roma, considera que las dos situaciones no pueden compararse. “Son ámbitos distintos. Por un lado están los que piden cambios, a quienes hay que corregir si se alejan del magisterio. Es como cuando un padre corrige a un hijo: tiene que hacerlo aunque puede que se equivoque. Por otro lado están estos grupos cismáticos. Se trata de acercarlos a la unidad respetando parte de sus particularidades. Son dos problemas que no pueden ponerse en el mismo plano”, afirma el historiador.

De la misma opinión es Baura: “No podría hacerse una prelatura personal especial para atender, por ejemplo, a los católicos divorciados. Estos organismos son para casos particulares, pero siempre dentro de la doctrina católica. Se utilizan para acercar a los fieles en una situación de dificultad, como pueden ser los militares por su profesión o los anglicanos y lefebvrianos que quieren volver a la comunión con la sede apostólica”.

En el nº 2.810 de Vida Nueva.

 

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