Lefebvristas: el Papa marca el ‘tempo’

JUAN RUBIO | En 1982, hace casi 30 años, el entonces cardenal Ratzinger, prefecto de Doctrina de la Fe, se topó por primera vez con el problema de los lefebvristas; ahora, ya como Benedicto XVI, parece haber hallado una solución para el cisma del siglo XX.

Un-dos-tres… un-dos-tres… Perfecto compás en tres tiempos. El affaire lefebvrista sigue literalmente la partitura escrita por Joseph Ratzinger desde que fuera elegido sucesor de Pedro. Es él quien dirige los movimientos suaves. Todo a su tiempo.

El 29 de agosto de 2005, cuatro meses después de su elección, Benedicto XVI recibía en Castel Gandolfo a Bernard Fellay, Superior General de la Fraternidad de San Pío X. Al término de aquella audiencia veraniega y sorprendentemente rápida, el portavoz vaticano se congratulaba del buen clima del encuentro en el que se había constatado “un sano deseo de llegar a la perfecta comunión eclesial”.

Ratzinger iría ahora completándolo con notas, silencios, bemoles, corcheas, semicorcheas y sostenidos; buscando esa armonía sinfónica que debe ser para él la comunión eclesial

El Papa siempre tuvo la partitura sobre la mesa y solo empezó a ejecutarla cuando accedió al solio pontificio. Un compás en tres tiempos que ha ido acoplando las voces desafinadas. Ha sido una tarea lenta que, a día de hoy, parece que va dando sus frutos.

El Papa, pese a reconocer que había habido graves problemas de interpretación y comunicación, distinguía entre personas e institución y reintegraba a las personas, pero aún debía marcar el tercer tempo del compás: crear una estructura jurídica en la Iglesia para que pudieran ejercer con toda legitimidad el ministerio. Y es ese el compás que se está cerrando ahora. Si lo aceptan, el compás será completo.

Pese a todo, la contestación sigue viva y aún hoy hay quien, como manifestaba recientemente un teólogo, poco afecto al progresismo: “Estamos asistiendo a algo peligroso e inaudito. Las tesis que fueron vencidas en el Vaticano II, la parte perdedora, va ganando terreno y se está legitimando 50 años después. Esto es grave”.

Para muchos defensores de las posturas integristas durante las sesiones conciliares, el problema radica en la hermenéutica.

Para algunos, como el profesor de la Universidad Europea de Roma, Roberto de Mattei, “la falta de definiciones dogmáticas ha abierto inevitablemente la discusión sobre la naturaleza de los documentos y su aplicación en el periodo llamado posconciliar, afectando al debate hermenéutico en curso”, dice en Il Concilio Vaticano II, una storia mai scritta, un libro que se está convirtiendo en vademécum de los integristas que aún no han asumido la reforma conciliar.

Hacía falta poner un escenario a los miembros disidentes de la Fraternidad de San Pío X. Es esa la propuesta que, al parecer, se ha hecho a sus responsables en la reunión en Roma del pasado 14 de septiembre  “Hasta que la Fraternidad no tenga una posición canónica en la Iglesia, tampoco sus ministros ejercen ministerios legítimos en la Iglesia. Por tanto, es preciso distinguir entre el plano disciplinar, que concierne a las personas en cuanto tales, y el plano doctrinal, en el que entran en juego el ministerio y la institución”.

Son palabras de Benedicto XVI en la Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la remisión de la excomunión de los cuatro obispos consagrados por el arzobispo Lefebvre.

Y el Papa ofrecía su explicación en esa misma carta: “¿Puede dejarnos totalmente indiferentes una comunidad en la cual hay 491 sacerdotes, 215 seminaristas, 6 seminarios, 88 escuelas, 2 institutos universitarios, 117 hermanos, 164 hermanas y millares de fieles? Es el diálogo interior del pastor.

La pasada semana, el Vaticano proponía a los lefebvristas un escenario en el que moverse dentro de la Iglesia. La razón está clara para Ratzinger: “La discordia, la contraposición interna, pone en duda la credibilidad de su hablar de Dios”, decía en la carta aludida, en la que hay que encontrar las razones del acuerdo propuesto a los obispos ya admitidos en la Iglesia, pero a la espera de legitimidad.

En el número 2.769 de Vida Nueva (reportaje completo para suscriptores).

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