A cinco años de una masacre

Extractos de la Homilía de Monseñor Darío de Jesús Monsalve Mejía, Arzobispo de Cali, con ocasión de los cinco años del asesinato de los diputados secuestrados.

La fe es el mayor antídoto contra el olvido. Ella nos centra en el Dios Viviente, en Cristo Resucitado, vencedor de la muerte y de sus poderes idolátricos.

La Eucaristía es memorial del Amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús y nos permite vivir, con el signo eficaz de la comunión sacramental, la superación de toda separación, la certeza de mantener los vínculos de amor, de verdad, de vida, de lucha por el bien humano y universal.

La barbarie del secuestro y del asesinato son crímenes que, unidos como en este y en tantos otros casos, demuestran el fracaso absoluto de la ideología que los justifica y de la empresa subversiva que reemplazó los ideales sociales por los métodos brutales. Demuestran también el fracaso del Estado que malentendió su compromiso ético y de derecho humanitario dentro del conflicto armado interno, polarizando así a la sociedad entre terrorismo y el resto de la población, retrasando por décadas inconcebibles la construcción ciudadana y civilista de la paz nacional. Hoy Colombia vuelve a sentir la urgencia de ponerle término al conflicto armado interno y de lograr una paz verdadera y duradera, como lo reza el recién aprobado “marco jurídico para la paz”. El país y sus gobernantes sabemos que, sin este cambio de estrategia, de la tendencia hacia la guerra infinita y la victoria militar para alcanzar una negociación ventajosa para los sectores dominantes, no será posible inscribir a Colombia en los procesos internacionales de libre mercado y en el camino hacia el desarrollo sostenible. Entendemos también algunos que no será completa la tarea por la paz si este cambio de tendencia no incluye la salida política, social y cultural a la violencia que se ha vuelto adicción y deformación de las conciencias, de la mano del narcotráfico, de la militarización de la sociedad y del mísero compromiso con la educación, la justicia operante y fuerte, y la construcción de una ciudadanía que se identifique con la cédula de la paz. Para ello, proponemos que el desarme como política de Estado y nuevo “contrato social” entre todos los colombianos sea el camino ético, estratégico y plebiscitario hacia una nueva tendencia: la de un país con desarrollo equitativo, ecológico y globalizado.

“Atiende a mis gemidos, Señor”, es la súplica que nos trae hoy el salmo 5 de la Biblia, recogiendo el dolor de las víctimas de la maldad, de la arrogancia, de la mentira, de los sanguinarios y traicioneros, como los identifica el texto.

Sea también nuestro compromiso cristiano y ciudadano, como lo señala el Evangelio de este día (Mt 5, 38-42), para salir de la “ley del talión”, del “ojo por ojo y diente por diente”, de responder a un mal con otro mal, y asumir nuestra responsabilidad moral de llevar la iniciativa, no sin sacrificio, en la construcción de una sociedad fundada en la verdad, el bien, la vida y la belleza. Los ciudadanos y el Estado que nos representa, y es nuestra mediación por el bien común, tenemos que ser siempre MORALMENTE SUPERIORES a quienes nos afectan con conductas adversas y criminales. Entonces saldremos del dicho maniqueo de que “los buenos somos más” al compromiso ético del “TODOS TENEMOS QUE SER MEJORES”.

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