Sudán del Sur, un año de vida al borde del precipicio

refugiados desplazados exiliados de Sudán del Sur

Conmemora el aniversario de su independencia acosado por la pobreza y el riesgo de guerra

niña con la bandera de Sudán del Sur

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA. Fotos: AIN | Pese a conmemorar el 9 de julio el primer aniversario de su independencia, Sudán del Sur, el Estado más joven del mundo, no tiene tiempo para festejos. Y es que su situación es ciertamente dramática. [Sudán del Sur, un año de vida al borde del precipicio – Extracto]

El país más pobre de África cuenta con una administración pública que apenas cubre los servicios más básicos (como educación y sanidad) y que, además, ha protagonizado casos de corrupción, no tiene casi infraestructuras (no cuenta con carreteras), padece como pocos los efectos de una crisis económica propia (los productos de primera necesidad cuestan el doble que antes de la independencia) y se encuentra al borde de la guerra con su vecino del Norte, Sudán, con el que hasta hace un año compartía fronteras.

Pese al aparente respeto por los resultados del referéndum –en el que el 98% de los votantes lo hicieron a favor– que llevó a la población del Sur, mayoritariamente cristiana, a separarse del régimen de Jartum, este, presuntamente apoyado en milicias radicales islamistas –su presidente, Omar al-Bashir, ha sido condenado por la Corte Penal Internacional por “genocidio” y “crímenes de guerra” contra los cristianos del Sur durante el conflicto de Darfur–, ha puesto todo tipo de trabas burocráticas para tratar de bloquear al naciente país.

La principal, la exigencia de que todos los ciudadanos originarios del Sur que residen en el Norte volvieran a su país a registrarse y obtener sus correspondientes documentos de identidad como condición indispensable para solicitar un permiso de trabajo y residencia válido para el Norte.

Como denuncia en un informe Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN), esta exigencia de retorno, que finalizaba el pasado 8 de abril, desencadenó el “pánico” entre los cristianos que hasta ahora se habían refugiado en el Norte para huir de una situación de guerra que, en los últimos 30 años, se había cobrado dos millones de víctimas.refugiados desplazados exiliados de Sudán del Sur

Así, hasta cinco millones de cristianos cruzaron la frontera en un “éxodo burocrático” lleno de dificultades. Una situación que también afectó a obispos, sacerdotes, religiosos y seminaristas, que debían emprender el viaje para poder mantener su labor pastoral en el Norte. Porque, en caso de no hacerlo así, la actividad de la Iglesia allí peligra, pues Jartum ha dejado claro que ya no volverá a conceder más visados a misioneros extranjeros.

Otro factor de especial gravedad es el que se registra en los Montes Nuba, una región fronteriza en la que, pese a su situación geográfica en el Norte, la gran mayoría de su población es cristiana y quiere integrarse en el Sur. El régimen de Jartum ha actuado con gran dureza contra una población eminentemente campesina y ha emprendido una serie continuada de bombardeos en la zona.

Tal y como denuncia AIN, a través del testimonio del obispo Macram Max Gassis, “las bombas no caen sobre soldados… Caen sobre mujeres, niños y ancianos. Actualmente no hay nadie en los Montes Nuba, excepto la Iglesia católica”. Y es que, junto al drama de las miles de víctimas, se encuentra el de los innumerables desplazados en una crisis humanitaria por la que se clama ante la comunidad internacional. El riesgo de retornar a la guerra entre los dos países, grita la Iglesia, es cada vez más evidente.

La respuesta de las ONG

Frente a estos innumerables problemas –a los que se une la imposibilidad, ante la falta de infraestructuras, de explotar y exportar el numeroso petróleo de su suelo; lo que podría ayudar mucho a la maltrecha economía del país–, las ONG presentes en Sudán del Sur (muchas de ellas eclesiales) instan a la adopción de soluciones urgentes y profundas.

En este sentido, destaca el estudio presentado el mismo 9 de julio por la Red de Entidades para el Desarrollo Solidario (Redes), en el que se denuncia la “baja” eficacia de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) por parte de la comunidad internacional, debido al “inadecuado conocimiento del contexto específico” del país y a la “gran debilidad institucional” del mismo.

De ahí que valoren enormemente la labor “de abajo hacia arriba” de las ONG, a través de pequeños y significativos proyectos destinados a aspectos esenciales como potenciar el sentimiento nacional, la igualdad de género, la educación o la sanidad, y siempre tratando de implicar en su propio crecimiento a la población local.

En el nº 2.809 de Vida Nueva.

 

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