Antes pagar el alquiler que dar de comer a sus hijos

familias protestan contra un desahucio

La ayuda de la Sociedad de San Vicente de Paúl (SSVP) cambió la vida de Fátima

voluntarias de Sociedad San Vicente de Paúl

Voluntarias de la SSVP

JOSÉ LUIS PALACIOS | Prefiere no dar su nombre real ni señalar el lugar donde ahora reside, por razones que los lectores comprenderán. La llamaremos Fátima. Tiene 33 años y lleva desde los seis en España, adonde llegó desde su Marruecos natal. Hoy vive en un piso de alquiler del Instituto de la Vivienda de Madrid (IVIMA) y cobra una pensión por invalidez. Pero no siempre fue así, ni mucho menos. Es más, sin la intervención del equipo jurídico de la Sociedad de San Vicente de Paúl (SSVP) de Madrid, muy probablemente su situación sería muy distinta.

Fátima tenía trabajo y ahorros, dos hijos y un marido que aportaba su parte a la economía familiar. Pero también la maltrataba. “Tenía miedo de separarme porque no sabía si yo sola podría pagar el alquiler, pero llegó un momento en el que pensé que me iba a matar, así que lo hice”, confiesa.

Tras dar este difícil paso, se encontró sin trabajo, enferma y en una nueva casa alquilada. Sus miedos se confirmaron y tuvo que tirar, primero, de los ahorros para pagar al casero y, después, racionalizar la comida de sus hijos. “Lo poco que tenía lo daba para pagar el alquiler; en cuanto reunía algo de dinero, iba a verle, aunque no tuviéramos nada en la nevera”, rememora no sin experimentar de nuevo parte de la desesperación que todavía guarda en algún pliegue de su vida.

Hasta que ya no pudo más. Cayó en un mutismo total, tenía miedo de que la policía la echara de casa. Pero también de que su exmarido diera con ellos. Estuvo a punto de “querer abandonarlo todo”. Oyó hablar de la Sociedad de San Vicente de Paúl y acudió a ellos. La ayuda jurídica le abrió sus puertas: “Me escucharon, me dejaban hablar y empecé a despertar”, relata Fátima, quien confiesa que se sentía “sola, sin amigos, sin familia, sin nadie a quien acudir”.

Con la asistencia letrada pudo gestionar alguna ayuda social y hasta solicitar una vivienda en alquiler del IVIMA, que le fue adjudicada por concurso. Sin embargo, no llegó a disponer de ella, porque desde la Comunidad de Madrid le informaron de que ya había rechazado otra vivienda social.

“No recordaba haber hecho tal cosa, pero no me fiaba ni de mí misma. Lo que hicimos fue pedir la carta de mi renuncia y el certificado de la comunicación de la primera adjudicación y, al final, se demostró que el error era suyo. Yo iba con los escritos preparados por los abogados y pedía hablar con la jefa. Finalmente me atendió, reconocieron la equivocación y dijeron que lo tendrían en cuenta en el próximo concurso”, desgrana Fátima.

En su caso, a la segunda fue la vencida. Le tocó una vivienda en alquiler que se ajusta a su reducida pensión. Como ella misma dice, “no tiene lujos, pero sí lo mínimo para poder vivir con mis hijos”.

Pedir ayuda y dejarse ayudar

Hoy Fátima está contenta, se lleva bien con sus vecinos, puede atender a sus hijos, la más pequeña de dos años y medio. Con merecido orgullo explica: “He estado en la fiesta de fin de curso, cuando antes no podía ir a un sitio con ruido porque era un sufrimiento, ni acudir a una reunión porque no me enteraba de nada de lo que hablaban, angustiada como estaba pensando”.

Se muestra muy agradecida con la SSVP, no solo con el equipo de abogados voluntarios, sino también con otros departamentos que le ayudaron a saber cómo cuidar de sus hijos, cómo vencer sus miedos, cómo pedir ayuda y dejarse ayudar. “Pero sigo sufriendo, porque sé que hay muchas personas que están pasando lo que yo pasé”.

En el nº 2.809 de Vida Nueva.

 

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