Editorial

Al rescate de las personas

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EDITORIAL VIDA NUEVA | Pocas veces se había percibido de una manera tan clara la tiranía del sistema económico sobre el bienestar de las personas como en estos años de la llamada Gran Recesión. Los gobernantes de las naciones más afectadas, como es el caso de España, son meros títeres al servicio de políticas supranacionales que apenas pueden hacer otra cosa que ofrecer continuos sacrificios para aplacar la voracidad de unos mercados financieros que, en realidad, son quienes diseñan el hoy y el mañana de los países y sus sociedades.

Ya ni siquiera queda tiempo para analizar cómo hemos llegado hasta aquí. Aquella esperanzadora melodía de “refundar el capitalismo”, esgrimida en una de las primeras cumbres del G-20 tras el estallido de las hipotecas subprime en los Estados Unidos, allá por el comienzo de esta debacle, en 2007, ya no se ha vuelto a interpretar. Ahora, lo que toca es seguir desguazando lo poco que queda del Estado del Bienestar para ganar credibilidad ante los mercados y nuestros socios europeos y, así, poder rescatar a nuestro sistema bancario, agujereado por la mala gestión, la codicia y los intereses políticos.

¿Pero quién rescata a las personas?, se comienza a oír en la calle. Llega el dinero de las instituciones comunitarias para transfundir al sistema financiero y, a la vez, se preparan nuevas medidas de ajuste que, como siempre, afectarán más a los que menos tienen.

Esta preocupante realidad, que afecta a millones de personas en nuestro país, la radiografiaba Cáritas hace unas semanas, tras su Asamblea General: “Sus gritos –dice la institución eclesial– nos hablan del riesgo de quiebra de la cohesión social que amenaza hoy a más de una cuarta parte de la población española, mientras asistimos al aumento de los índices de pobreza, a la cronificación de muchas situaciones de precariedad, al retroceso de los sistemas de protección social y al desgaste de los mecanismos de protección familiar”.

Hoy, miles de hombres y mujeres de Iglesia,
sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos,
están saliendo al encuentro de tantos prójimos
que se van quedando orillados por el camino.
Su opción nace del compromiso que emana de su fe.

Una situación que llevó a la Iglesia, a lo largo del año 2010, a atender a más de cuatro millones de personas, para lo que tuvo que incrementar en un 56% los recursos destinados a la atención básica, como se desprende de los datos aportados por la Conferencia Episcopal Española en la recientemente presentada Memoria Justificativa de Actividades.

Desde luego no lo hacen con el afán de aparecer en los indicadores de esa Memoria ni de ser reconocidos con el aplauso de nadie, sino respondiendo al mandato del Evangelio, pero hoy, miles de hombres y mujeres de Iglesia, sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos, jóvenes y mayores, con posición acomodada o compartiendo precariedad con otros hermanos, están saliendo al encuentro de tantos prójimos que se van quedando orillados por el camino, cuando no directamente arrumbados en las cunetas.

En este número de Vida Nueva, en el A Fondo, traemos los ejemplos de un pequeño puñado de ellos. No buscan el protagonismo ni salir en ninguna foto. Su opción nace del compromiso que emana de su fe, y que se traduce en actitudes que dan sentido a la caridad cristiana –también de manera operativa– para ayudar en la construcción de una nueva sociedad cuyos pilares estén anclados en la justicia social.

En el nº 2.809 de Vida Nueva. Del 14 al 20 de julio de 2012

 

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