La misma música; diferente letra

cardenal Cañizares y José Luis Rodríguez Zapatero en encuentro Ávila junio 2012
cardenal Cañizares y José Luis Rodríguez Zapatero en encuentro Ávila junio 2012

El cardenal Cañizares y el expresidente Zapatero, en el encuentro en Ávila

RAÚL BERZOSA, obispo de Ciudad Rodrigo | Asistí en Ávila al debate entre el cardenal Antonio Cañizares y el expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero. Omito personalidades asistentes y detalles ambientales y organizativos. [La misma música; diferente letra – Extracto]

Raúl Berzosa, obispo de Ciudad Rodrigo

R. Berzosa

Me atrevo a resumir la experiencia como un buen recital, con una misma partitura musical, pero con diferente libreto. Dicho lo anterior, añado: mereció la pena el intento. Incluso, aunque nos hubiéramos quedado en la obertura, cuando tuvo que intervenir el cardenal Cañizares ante el inoportuno abucheo a Zapatero por parte de una minoría de los casi dos mil asistentes: “Que nos dejen hablar… Algunos se han equivocado de lugar… Precisamente el humanismo exige diálogo y respeto”.

A partir de ahí, moderados por Francisco Marhuenda, director de La Razón, llegaron las intervenciones. La categoría-puente “humanismo” se diluyó desde el comienzo. Cada ponente interpretó su letra. Pesaba lo político por un lado y lo eclesial por otro.

Titulares: “No hay democracia sin conciencia del bien y del mal y de dónde está la verdad” (Cañizares); “La democracia misma es conciencia y normatividad” (Zapatero).

El cardenal, en sus intervenciones, subrayó que no hablaría de “su” verdad, sino de la “verdad de Jesucristo” sobre el hombre. Que la fe cristiana comporta un modelo de humanismo en cuanto hemos sido creados en amor, redimidos a precio de sangre y destinados a una vida sin fin. Y, ya en el tema de la relación Iglesia-Estado, lo decisivo es la relación Iglesia-sociedad en lo que aquella aporta al bien común de todos.

Desde ahí, valoró la actual crisis como profundamente antropológica y no solo económica, y que no saldremos de ella –ni progresaremos realmente– si no buscamos la verdad sobre el hombre. Insistió en que Europa no puede perder sus raíces cristianas para ser ella misma, y abogó por soñar y ser “quijotes” capaces de dar esperanza a los jóvenes y avanzar en el diálogo entre religiones, al estilo de la experiencia del papa Benedicto XVI en Asís.

Por su parte, Zapatero, quien mostró afecto hacia el cardenal, al que trata ya desde Granada, cuando era arzobispo, insistió una y otra vez en las aportaciones de la modernidad, de la Ilustración y de las democracias en el tema del humanismo. La culminación de dicho humanismo: el reconocimiento de los derechos humanos

La categoría-puente ‘humanismo’
se diluyó desde el comienzo. Cada ponente
interpretó su letra. Pesaba lo político
por un lado y lo eclesial por otro.

En relación a lo religioso, defendió el Estado aconfesional, que no equivale a hostil, y puso como ejemplo constructivo de diálogo el mantenido por el cardenal Ratzinger con el filósofo Habermas.

A pesar de la crisis actual, subrayó los logros de la humanidad en las últimas décadas, y recordó cómo cíclicamente, desde el siglo XIX, estamos viviendo crisis económicas. Mostró preocupación por la defensa del medio ambiente y abogó con fuerza por una Europa con unidad más fiscal, más política y más social.

Hizo un guiño a los jóvenes de hoy, a quienes calificó de bien preparados y solidarios. Recordó a los países pobres (especialmente a los de Africa) y a los emergentes (que son el futuro económico), y subrayó que el diálogo es la puerta que abre todos los caminos y ayuda a reflexionar incluso a quienes piensan diferente.

He resumido en bloque las intervenciones porque, más que debate, a mi juicio, se convirtió en exposición de posturas, y, en algún momento, conatos de diálogo. Como testigo y oyente, me posiciono y doy un paso más: ¿qué podía haber facilitado mucho mejor el debate?

Cuatro temas fudamentales

Sin duda, que los interlocutores hubieran entrado a fondo en algunos de los temas apuntados. Señalo cuatro, a modo de brújula. Por ejemplo, y siguiendo a Ratzinger-Habermas, qué significa lo pre-político y lo pre-estatal como fundamento de un humanismo. Otro motivo: cómo el humanismo derivado de la modernidad y la Ilustración hunde sus raíces en el cristianismo y no se entiende sin él.

Tercero, si es posible fundamentar un verdadero humanismo cuando se desplaza el foco de atención de Dios al hombre, y del hombre a la naturaleza. Y, cuarto, ¿qué comportaría hoy lo que los padres de la Europa actual, con identidad cristiana, denominaban “una Europa del Espíritu y de los pueblos y no solo de los mercaderes”? Todo ello estaba más que latente.

Concluyo: vengo escribiendo que, en clave antropológica (y tiene sus consecuencias en el humanismo), hoy se nos presentan cuatro grandes modelos: el ecológico (somos ojos, corazón y manos de la madre Tierra); el biónico (somos ojos, corazón y manos de la gran máquina); el humanista (somos ojos, corazón y manos de una humanidad utópica); y el creyente (somos ojos, corazón y manos del mismo Dios).

En el nº 2.808 de Vida Nueva.

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