Crisis y caridad

ALBERTO INIESTA | Obispo auxiliar emérito de Madrid

“Cuando la Iglesia Católica se dispone para la nueva evangelización, es necesario renovar también el ministerio profético de la lucha por la justicia social y la defensa de los pobres…”.

En una Europa secularizada y consumista, que ha renegado de los grandes valores cristianos que la hicieron grande, no podemos extrañarnos de que ahora, como en la profecía de Daniel, se nos hunda la estatua de oro con los pies de barro que hemos levantado en los tiempos de las vacas gordas, viviendo y gastando por encima de nuestras posibilidades.

No sé si la economía de mercado es el sistema económico menos malo de todos los posibles, pero la economía y el mercado debieran estar al menos controlados por los gobernantes elegidos por el pueblo, no dejándose ellos controlar por un capitalismo insaciable y depredador.

La presunta ciencia económica se ha separado de la ética, sacrificando los medios a los fines. Todo vale, con tal de atesorar tesoros en la tierra, en contra de la consigna de Jesús. Cuando la Iglesia Católica se dispone para la nueva evangelización, es necesario renovar también el ministerio profético de la lucha por la justicia social y la defensa de los pobres, dentro de las estructuras económicas actuales. La economía debe estar al servicio del hombre, y no el hombre al servicio de la economía.

La Iglesia no puede ni debe entrometerse en los resortes del poder político ni económico que pudieran ayudar a salir de la crisis. Pero sí que puede y debe levantar la voz en defensa de los más débiles, recordando su doctrina social, pidiendo más equidad en el reparto de la riqueza. No se trata de pedir lo imposible, pero sí de hacer grandes reajustes a la hora de repartir sacrificios, pidiendo más a los que tienen más, para aliviar a los que tienen menos.

Entretanto, la Iglesia se dedica a aliviar las necesidades de los nuevos pobres y de los de antes, en comedores sociales, bolsas de trabajo, subsidios para evitar un desahucio, atención a inmigrantes, etc. O sea, obras de caridad, que es el verdadero nombre de la solidaridad cristiana.

En el nº 2.808 de Vida Nueva.

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