Vatileaks: apuntes de zoología vaticana

papa Benedicto XVI de espaldas

cúpula de la basílica de San Pedro Vaticano nublada

ANTONIO PELAYO. ROMA | Las filtraciones de documentos secretos, robados del propio apartamento papal, han destapado una lucha en la Curia por el poder, cuyos efectos más inmediatos no son solo el oscurecimiento de la imagen del papado, sino de toda la institución. [Vatileaks: apuntes de zoología vaticana – Extracto]

“Cría cuervos y…”. Me resisto a escribir la conclusión de este cruel pero realista refrán castellano y aplicarlo a los acontecimientos que desde hace algunas semanas y meses sacuden la cúpula de San Pedro, oscureciendo la imagen de la Iglesia y del papado. [EDITORIAL: Filtraciones en el Vaticano]

Las noticias de robos y publicación de documentos secretos, las destituciones fulminantes nunca satisfactoriamente explicadas, las conjuras y maniobras para asegurarse parcelas de poder y colocarse lo mejor posible ante una previsible sucesión, los chismorreos de pasillo y el clima detestable que reina en la Curia romana son todos ellos fenómenos que no se han producido espontáneamente ni de un día para otro.

El revuelo causado por la bandada de cuervos era previsible y estaba programado, lo cual no quiere decir que haya una inteligencia maquiavélica que mueva los hilos del guiñol (aunque tampoco lo excluye). Se ha producido una convergencia de factores, no todos ni siempre concertados, que ha sido interpretada por algunos como una maniobra dirigida a controlar el poder y que, en todo caso, ha desestabilizado el gobierno de la Iglesia y dejado en claroscuro la figura de Benedicto XVI.

Pueda ser que, como ha escrito el veterano vaticanista Luigi Accatoli, la “operación cuervo” acabe siendo un bumerán contra sus patrocinadores, pero por ahora su acción es devastadora, y, en la mejor de las hipótesis, pasará mucho tiempo antes de que desaparezcan sus efectos nocivos.

Este artículo tiene la modesta pretensión de clarificar los perfiles de algunos de los acontecimientos de este último período, aprovechando que parece reinar una cierta tregua.

Instintos selváticos

Hablamos de cuervos en plural y no de cuervo; y habría que hablar también de buitres y de halcones, de palomas y serpientes, de escorpiones y alacranes. Es, pues, conveniente proveerse de un manual de zoología vaticana para interpretar lúcidamente los estímulos que animan a esa fauna.

cardenal Tarcisio Bertone en el Vaticano en Semana Santa 2012

Los cardenales Bertone (en primer plano) y Sodano

Nada prueba hasta ahora –más bien lo contrario– que haya un rey león que dirige el juego y mueve entre bastidores a los diversos animales de esta jungla. Parece más verosímil que se haya producido una coincidencia de movimientos azuzados unos por el deseo de venganza, otros por la vanidad del plumaje, quien por instinto gregario y quien por asegurarse una guarida más cómoda y una comida más abundante. Los instintos selváticos son muy variados.

De hecho, todos estos movimientos acabaron concentrándose en un objetivo: derrocar al secretario de Estado, acusado de excesiva concentración de poderes, de nepotismo y sospechoso de querer controlar la sucesión en el solio pontificio.

El cardenal Tarcisio Bertone nació el 2 de diciembre de 1934, lo cual quiere decir que dentro de seis meses cumplirá 78 años; se ha repetido hasta la saciedad en los corredores curiales a él adversos que a esa edad Joseph Ratzinger aceptó la dimisión del cardenal Angelo Sodano, sin advertir, sin embargo, que cuando este abandonó su cargo, el 15 de septiembre de 2006, le faltaban poco más de dos meses para cumplir 79 años; si se aplicara la misma regla, Bertone seguiría en su cargo hasta el verano de 2013.

Pero el Papa podría tener en cuenta otros factores. Por ejemplo, la consideración de que en este momento todos los organismos vaticanos y de la Santa Sede que manejan importantes sumas de dinero no solo están en manos de cardenales italianos, sino que, además, pertenecen todos ellos a la “escudería” (dicho con todos los respetos) bertoniana: Giuseppe Bertello, presidente de la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano desde octubre de 2011; Domenico Calcagno, presidente de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA) desde julio de 2011; y Giuseppe Versaldi, presidente de la Prefectura para Asuntos Económicos de la Santa Sede desde septiembre de 2011.

Se ha producido una coincidencia de movimientos
azuzados unos por el deseo de venganza,
otros por la vanidad del plumaje,
quien por instinto gregario y quien por asegurarse
una guarida más cómoda y una comida más abundante.

Las excepciones relativas serían el cardenal Fernando Filoni (cuyas relaciones con Bertone mientras fue sustituto de la Secretaría de Estado no resultaron nada idílicas), al frente de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, y el cardenal Attilio Nicora, que preside desde enero de 2011 la Autoridad de Información Financiera (AIF), que, como ya hemos escrito, se opuso sin éxito al secretario de Estado en la modificación de las leyes para evitar el blanqueo de dinero a través del Instituto para las Obras de Religión (IOR).

Que Tarcisio Bertone, no perteneciente al servizio, fuese designado secretario de Estado disgustó en su día a los representantes del lobby diplomático vaticano, que, por otra parte, no regatearon sus críticas ante algunos de los numerosos errores por él cometidos.

No es extraño, por eso, que dos de sus más genuinos representantes hayan creído necesario disipar las dudas de que estaban de algún modo detrás de este acoso: lo hizo el cardenal Sodano con una autoentrevista enviada a L’Osservatore Romano y, después, el cardenal Leonardo Sandri (“La gente cree –ha dicho– que hay una guerra entre bandas, pero, por amor de Dios, estamos todos con el Papa, un frente común, como ha dicho el cardenal Bertone”) .

Tampoco el cardenal Camillo Ruini, expresidente de la Conferencia Episcopal Italiana, y su sucesor en dicho cargo, cardenal Angelo Bagnasco, apreciaron ni comprendieron la decisión de Bertone de reservarse los contactos con los políticos italianos, excluyéndoles de un campo donde –sobre todo el primero de ellos– había logrado una autoridad y capacidad de influencia notables. Pero Ruini ya no está para dar batallas y Bagnasco no tiene la envergadura necesaria para un vuelo tan alto; no es precisamente un águila real.

Ettore Gotti Tedeschi y Paolo Gabriele

El banquero E. Gotti Tedeschi y el mayordomo P. Gabriele

El golpe de mano contra el cuervo Paolo Gabriele lo dieron los gendarmes pontificios que dirige Domenico Giani, también director de los Servicios de Seguridad (desde el 3 de junio de 2006).

La Gendarmería, que en su día fue redimensionada por Pablo VI junto a los otros cuerpos militares vaticanos hasta casi desaparecer, ha conocido en los últimos años un desarrollo considerable (“Lo controlan todo, vidas y haciendas”, se dice dentro de los muros leoninos) que oscurece en buena parte el papel de la Guardia Suiza, a la que, sin embargo, desde 1971 se le confió la vigilancia y custodia del Palacio Apostólico.

Que dentro de este –y más concretamente, en el apartamento papal– se estuviesen cometiendo robos de documentos desde hace meses sin que sonase ninguna alerta, no deja en muy buen lugar a los hombres que comanda Daniel Rudolf Anrig y, por el contrario, los gendarmes van a tener manos más sueltas para vigilar y controlar con medios electrónicos bastante sofisticados a quien les ordene… Bertone.

Zanahoria informativa

La salida a la luz pública de estos documentos tiene un rostro con nombre y apellidos: el periodista Gianluigi Nuzzi, que fue el primero en hacerlos circular en un programa televisivo titulado “Los intocables”, y sobre todo después, con el libro Su Santidad. Los documentos secretos de Benedicto XVI, que ya figura entre los superventas del año.

Nuzzi aparenta creerse un periodista capaz de provocar un Watergate vaticano, pero sabe muy bien que ni tiene el talento ni la profesionalidad de sus colegas americanos Berstein y Woodward, ni su “María” (nombre que se dio el colectivo de filtradores) se parece en nada a la “garganta profunda” que acabó provocando la caída de Nixon, ni, por fin, el Vaticano es Washington.

Esos personajes que han pensado
liberar su conciencia poniendo en manos ajenas
documentos reservados han sido deslumbrados por
el falso brillo de un profesional oportunista,
ansioso de notoriedad y dineros.

Tengo para mí que el periodista es un conejillo al que es fácil atraerle con zanahorias informativas y que, tal vez incluso sin saberlo, trabaja para algún que otro servicio que ve en la Iglesia o un enemigo o una plataforma para actuar con cierta desenvoltura.

Esos personajes que han pensado liberar su conciencia poniendo en manos ajenas documentos reservados se han equivocado de buzón, han sido deslumbrados por el falso brillo de un profesional oportunista, ansioso de notoriedad y dineros.

La caza del cuervo Gabriele se produjo pocas horas antes de que fuese destituido de la presidencia del IOR Ettore Gotti Tedeschi, un banquero de larga trayectoria internacional y gran prestigio.

Fue el cardenal Bertone quien, el 23 de septiembre de 2009, le llamó a sustituir a Angelo Caloia, que ocupaba dicho puesto gracias al apoyo del cardenal Sodano. Repasadas mis notas de aquellos días, había coincidencia en subrayar que el cambio había sido decidido para aumentar la transparencia en la gestión de esta institución, cuyo nombre arrastra como una cadena los de Sindona, Calvi y Marcinkus.

En efecto, un año después la Secretaría de Estado confirmaba que se estaban poniendo en marcha “todos los procedimientos destinados a prevenir el terrorismo y el blanqueo de capitales”, en contacto con la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) y el GAFI (Grupo de Acción Financiera Internacional), a fin de que la Santa Sede pudiera ser incluida en la White list.

Benedicto XVI no se ha mojado personalmente
en ninguno de estos safaris vaticanos.
Ha sido más bien víctima de lo que
Stephanie Le Bars define como
“las paradojas de un final de pontificado”.

En esa dirección marchaban las cosas, de manera que Gotti Tedeschi podía declarar el 22 de octubre de 2010 al Corriere della Sera que en “diez meses se ha hecho más que en veinte años”.

El 30 de diciembre de ese mismo año, la Secretaría de Estado comunicaba la entrada en vigor de la “nueva normativa para la prevención y el contraste de las actividades ilegales en el sistema financiero y monetario” y se hacía pública la creación de la AIF, cuyos objetivos, según el padre Federico Lombardi, director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, eran “transparencia, honestidad y responsabilidad”.

Sin entrar en detalles técnicos, la ley vaticana fue incomprensiblemente modificada un año después, introduciendo un mayor control de la Secretaría de Estado frente a la AIF, a pesar de la oposición del presidente de la misma, cardenal Nicora, y de Gotti Tedeschi.

El brutal comunicado del cese de este se hace público el pasado 26 de mayo, y a él se añade un pro-memoria de Carl A. Anderson, presidente de los Caballeros de Colón, remachando el clavo.

papa Benedicto XVI de espaldasMás que a volátiles, creo que en este asunto habría que evocar a los reptiles que no han dejado de destilar durante todas estas semanas sus eficaces venenos (véase el escandaloso informe psicológico sobre Gotti Tedeschi).

Lo que está en juego es el control del IOR, que resulta una perla muy apetecible y cómoda para cualquier institución que pretenda actuar a nivel internacional sin excesivas cortapisas. Podría ser el caso de los norteamericanos caballeros colombinos, deseosos desde hace mucho tiempo de hacerse con el gobierno del Instituto y que parecen haberse mimetizado como inocentes corderos.

La paloma blanca…

En estos apuntes zoológicos, nos queda por hablar de la paloma blanca, de la figura del Papa. Benedicto XVI no se ha mojado personalmente en ninguno de estos safaris vaticanos. Ha sido más bien víctima de lo que Stephanie Le Bars define en Le Monde del pasado 16 de junio como “las paradojas de un final de pontificado”.

La periodista recuerda que en un cónclave hipotéticamente actual, 30 de los 121 electores serían italianos; “esta situación –escribe– impide sacar al Vaticano de su italocentrismo, en un momento en que la globalización y los desafíos que sacuden a la Iglesia exigirían una mirada plural, colegial y renovada sobre los affaires de la institución”.

La blanca paloma, podríamos decir, tiene el perdigón bajo el ala.

En el nº 2.806 de Vida Nueva.

 

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