La salud saqueada

Este es el curso de un proceso en el que todo se ha invertido:

  • La ciencia que debía estar al servicio de la salud, resulta transformada en esclava del negocio;
  • el ser humano, enfermo, primer fin del cuidado, se convierte en un medio que importa si deja ganancia;
  • y un Estado, constituido para defender los derechos del ciudadano, acaba protegiendo a los negociantes a costa del ciudadano.

El pasado diez de mayo la Federación Médica Colombiana le presentó a la Corte Constitucional un informe de diez páginas en que le exponía el proceso de quiebra del sistema de salud del país.

Los datos del cuidadoso informe hicieron patente, entre otros factores, la acción depredadora de las empresas farmacéuticas que a través de la figura de los recobros, entraron al Fosyga y dispusieron de sus depósitos con avidez creciente como lo muestran las cifras, según las cuales los recobros que en los tres años transcurridos entre 1997 y 2000 sumaron 4244 millones de pesos, diez años después alcanzaron la suma de 2.236.120.000.000, o sea 421 veces más.

¿Creció en la misma proporción, 421 veces más, la atención médica en Colombia? ¿Fue tan eficiente la distribución de medicamentos en el año 2010 que los 5311 millones de pesos de 2001 fueron una cifra insignificante ante los recobros superiores a los dos billones? (Ver recuadro 1)

 

Recobros al Fosyga

Entre 1997 y 2000: …………………………….……….. 4.244 millones.

2001: ….……………………………………………….………. 5.311 millones.

2002: ………………………………………………………… 56.741 millones.

2003: …………………………………………………..…… 113.709 millones.

2004: ………………………..……………………………… 170.155 millones.

2005: ………………………….…………………………… 291.606 millones.

2006: ………………………….…………………………… 628.254 millones.

2008: ……………..……………………………… 1 billón 812.555 millones.

2010: ……………………………………….…. 2 billones 336.120 millones.

 

Si no aumentaron en la misma proporción la población atendida y los servicios -y es evidente que no fue así- ¿cómo puede explicarse ese extravagante crecimiento de los cobros de los laboratorios, que en diez años se multiplican por 421?

Los investigadores de la Federación hacen memoria y encuentran que cuando se presentó en 2002 la multiplicación por diez de los recobros (en ese año se había pasado de 5311 millones a 56.741 millones) el ministro Juan Luis Londoño se propuso contener la hemorragia ocasionada por los precios cada vez más altos de los medicamentos y a los laboratorios que exhibían los precios más elevados, les congeló las tarifas durante tres meses; además ordenó una severa rendición de cuentas y a Roche, el laboratorio con los incrementos mayores y menos justificados, le congeló sus precios por un año.

Es posible que la hemorragia se hubiera detenido si no hubiera ocurrido el accidente aéreo en que murió el ministro Londoño. Para ventura de los empresarios de medicamentos llegó el ministro Diego Palacio quien en vez de contenerlo, estimuló el desangre financiero de la salud.

Al año siguiente, 2003, los pagos de Fosyga por recobros crecieron ¡en un 100 por ciento! En vez de los 56 mil millones, fueron casi 114.000 porque, entretanto, las medidas del ministro Londoño fueron suspendidas, la congelación de precios de Roche se redujo a seis meses, 55 medicamentos para el cáncer, pasaron al régimen de libertad regulada, lo que hizo posibles los aumentos de precios bajo un régimen de libertad vigilada, y se derogó el régimen de control directo, que dejó la vigilancia del queso a los ratones y consagró los monopolios.

Estaba en plena vigencia la política de favorecimiento a la inversión extranjera, que los laboratorios supieron aprovechar. En menos de cuatro años los recobros superaron el billón de pesos.

Fueron tan protuberantes las evidencias del escándalo de corrupción, y tan claras las consecuencias negativas sobre el sistema de salud y sus usuarios, que la Corte Constitucional presionada por centenares de tutelas, intervino con la sentencia T 760 para ordenar, como ya lo había hecho a favor de los desplazados, “garantizar el goce efectivo al derecho a la salud”. Pero lanzados ya a la carrera de sus ganancias ni los laboratorios, ni sus favorecidos se detuvieron.

El ministro Juan Luis Londoño muerto mientras frenaba los abusos contra la salud

Ahora, cuando las cuentas de recobro al Fosyga han desbordado los dos billones, y la corrupción como un virus incontenible contamina las instituciones de salud (recuerden si no los hospitales de Meissen, Simón Bolívar y Kennedy) la Corte volvió a hablar. “La sentencia T 760 en nada ha incidido en el goce efectivo del derecho (a la salud)”.

El robo y la dilapidación del dinero quedaron de manifiesto en un caso paradigmático: el del grupo Saludcoop que, al ser intervenido por el gobierno, debía explicar el paradero de 47 mil millones de pesos y el desvío de 608 mil millones que no se habían aplicado a la atención de los pacientes.

Para la Corte fue fácil escribir: “es imperioso que el país aborde el rediseño de la estructura”, pero ese rediseño tendrá que comenzar por el desmonte de los mecanismos, al parecer hechos para favorecer el saqueo.

El gobierno reaccionó ante las primeras denuncias con una enérgica y espectacular declaratoria de la emergencia en la salud. La medida impactó a la opinión, motivó titulares de prensa, pero fue innecesaria. “Con una circular de la Comisión Nacional de Política de precios de medicamentos, se habría podido corregir el daño”, anotaron los profesores del Departamento de Farmacia de la Universidad Nacional, Julián López y Francisco Rossi.

En efecto, esa circular 04 de 2006 que liberó los precios de los medicamentos, fue la herramienta que utilizaron los negociantes para imponerles sus precios, a los pacientes y al Fosyga. Las empresas farmacéuticas proveyeron el estudio que sirvió de base para la circular que tan útil les resultó. Un solo producto, el Rituximab que vendían a 15.600 millones de pesos en 2007, llegó a 94.000 millones dos años después.

Ante el hecho de unos recobros que crecían y de unos precios desmesurados, el ministro expidió la resolución 1499 con una lista de medicamentos que dejarían de ser exclusivos y que se importarían libremente. Efectivamente, hubo bajas en los precios hasta del 40%.

Entre esos productos, había 8 de laboratorios Roche, que esta empresa pidió que fueran sacados de la lista con el evidente propósito de mantener su exclusividad y de impedir el impacto de la entrada de competidores. El ministro accedió al pedido, pero ¿bajo qué condiciones?

Los laboratorios Roche escaparon al régimen que les habían impuesto a los demás, ofrecieron rebajas de 30% y, sin embargo, esas medicinas se mantienen en Colombia más caras que en Perú y en España. Dos de esos productos, Callacept y Pegasys, le costaron al estado 170 mil millones de pesos entre 2007 y 2010 por la vía de los recobros. Si hubo condiciones para mantener protegida su exclusividad en el mercado, no se conocieron. Parte del éxito en el negocio de los laboratorios está en el secreto. Al menos así se entendió cuando después del pacto del ministro con Roche, ni la empresa, ni el gobierno respondieron preguntas, amparados en un “secreto industrial”. Fue necesaria una tutela interpuesta por la Federación Médica Colombiana para que perdiera fuerza silenciadora el “secreto industrial”. Pero esos ocho productos siguieron entrando a Colombia sin competencia.

En efecto, a la liberación de precios se agregaron esas exclusividades que les permitieron a los farmacéuticos aumentarlos según su conveniencia. Así se ha llegado a extravagancias como el precio del Interferón Beta1B que en Colombia es 3204 veces más caro que en otros países y a la clasificación de Colombia como el número 1 en el mundo en materia de medicinas caras. Así apareció en el informe de Health Action International cuando comparó los precios de 93 países. En su calidad de número 1 de las medicinas caras, Colombia es el paraíso de los mercaderes de medicamentos.

Una crisis de conciencia

Los datos hasta aquí examinados demuestran que se está produciendo un deterioro profundo en el ejercicio de la medicina y de las profesiones afines.

Un elemental sentido humano debería destacar la relación que existe entre un medicamento y la salud de las personas, de modo que facilitar el acceso a esos productos se vuelve un imperativo moral, y restringir su adquisición implicaría una responsabilidad criminal.

Es posible, en efecto, que las muertes por falta de un medicamento sobrepasen a las que producen los asesinos. Sin embargo, las conciencias de los empresarios y de sus agentes no parecen inquietarse porque en su escala de valores cuenta en primer lugar y por sobre toda otra consideración la buena salud de sus negocios.

Empresarios, farmaceutas y médicos obran de acuerdo con su escala de valores en la que, sin duda, la imagen del enfermo ha tenido cambios sustanciales. Contribuyeron a la creación de costumbres de atención al enfermo, las culturas en que al enfermo se lo tenía como algo sagrado, como sucedía con la epilepsia, mirada como una manifestación de los dioses; o como también ocurría con los lesionados, reputados como mensajeros de los dioses. Quizás fue una intuición elemental la de mirar al enfermo, como objeto de cuidado; ello daba lugar a la más elemental de las manifestaciones éticas. La ética, en efecto, nace con el cuidado.

En el cristianismo es mucho más que una intuición, es el expreso mandato de Jesús, reconocerlo en el enfermo.

Sea por la vía de las más primitivas manifestaciones de la cultura humana, que tienen su expresión en la ética; sea por la visión de la fe, el enfermo exhibe una categoría que lo destaca y lo hace diferente de un simple cliente en un negocio o de un caso fortuito o accidental. 

En su parábola del buen samaritano el herido es para Jesús, alguien que convierte en algo diferente la historia de quienes lo encuentran abandonado en el camino, porque:

No se lo puede ignorar; además, su presencia exige que su problema se vuelva el que los demás deben resolver.

Si hoy no se mira así al enfermo, si la reacción que se está dando ante él hace retroceder a la civilización, es porque algo grave está sucediendo en la sociedad.

¿Quiénes son estas personas capaces de traficar con la salud humana, insensibles a las consecuencias de su afán de lucro?

Como en todos los casos de corrupción, estos traficantes han perdido la capacidad de distinguir entre lo correcto y lo incorrecto, lo humano y lo inhumano. Si se trata de creyentes, ¿qué clase de creencias los animan? ¿Es posible invocar a Dios, en el ritual que sea, sin sentirse responsable del Otro que sufre?

Si se trata de no creyentes, ¿es posible sentirse humano, elementalmente humano, con una total indiferencia o ceguera frente a los humanos que sufren?

De ser creyentes, estos traficantes de la salud representan un fracaso de la influencia histórica de sus credos cuando dan más importancia a los ritos que al amor al prójimo.

De ser no creyentes, patentizan un retroceso de lo humano cuando, volcados sobre sí mismos, ignoran al Otro.

En cualquier caso, este saqueo inclemente de los recursos de la salud, no es solo un asunto penal que concierne a jueces y policías. Es una misión para pastores y formadores de conciencias.

 

Fedesarrollo adelantó un estudio sobre este tema en el que plantea -según apartes publicados por El Espectador- los casos de los precios exorbitantes de medicinas que en otros países es sensiblemente más bajo y la recomendación del estudio para el gobierno es la de romper el monopolio que mantienen las farmacéuticas, abrir las puertas a otros laboratorios como paso inicial para una normalización de los precios.

A eso se dedicaba a comienzos de este año la ministra Beatriz Londoño al reglamentar la entrada de los medicamentos biotecnológicos y de los genéricos, al mercado nacional.

 

Costo de medicinas

Humira: ……………………………….. 175% más cara que en Inglaterra.

Adelimunab: ………………………… 173% más cara que en Inglaterra.

Interferón Beta1B: …………………. 3204% más caro que en Europa.

Rituximab: ………………………… 1200% más caro que en Inglaterra.

Influximab: …………………………… 94% más caro que en Inglaterra.

Trastuzumal: …………………….… 1232% más caro que en Inglaterra.

 

Los genéricos, esos medicamentos que no llevan marca de laboratorios poderosos y que, por su bajo precio son la alternativa para la mayor parte de la población, fueron combatidos desde el principio por Afidro, que hasta hoy alega el mismo argumento falaz: que los genéricos no son una garantía para la salud de la población.

Cuando la ministra retó a los laboratorios a un debate sobre el tema en que se expusieran los verdaderos intereses, bien sabía que no es la salud de los colombianos la que interesa a los empresarios, sino la prosperidad de su negocio, amenazada por esa competencia.

El médico José Félix Patiño lo sintió así hace 50 años cuando fue ministro de salud y se propuso corregir la práctica generalizada entre los médicos de recetar medicamentos de marca. Visitó en Estados Unidos la fábrica de Mc Keson, que producía los genéricos, comprobó sus altos estándares; creó en Colombia el Instituto Samper-Martínez, un laboratorio para hacer pruebas de calidad, esas pruebas las sometió a la evaluación de la Food and Drugs Administration de Estados Unidos a donde eran enviadas semanalmente pruebas de sus medicamentos y propuso a sus opositores de Afidro, crear genéricos con su marca.

En efecto, los genéricos no son unos recién llegados, ni medicinas de garaje. El proyecto de la ministra Beatriz Londoño para establecer reglas que permitan la producción nacional de biosimilares tropieza, como le sucedió al ministro Patiño, con el lobby de las multinacionales que por estos días utilizan como ariete las normas del Tratado de Libre Comercio. Y a pesar de que del éxito de ese proyecto depende la salud de millones de colombianos, el asunto de los medicamentos y de los poderosos laboratorios a los que interesan más su negocio que la salud humana, es mirado por la opinión pública colombiana como un lejano tema técnico. Pero antes que técnico es un tema densamente humano. VNC

 

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