La Francia cristiana asume el reto de la fraternidad con los inmigrantes

familias de inmigrantes en un centro de acogida en Francia

Católicos y protestantes promueven una acogida “justa, responsable y humana”

familias de inmigrantes en un centro de acogida en Francia

Familias inmigrantes en un centro de acogida en Francia

JOSÉ LUIS CELADA | Un total de 18 organizaciones cristianas –católicas y protestantes– francesas han hecho público un folleto llamando a la movilización de sus afiliados y del conjunto de la sociedad, para dispensar la acogida que, como “hijos de un mismo Padre”, merecen los inmigrantes. [La Francia cristiana asume el reto de la fraternidad con los inmigrantes – Extracto]

El texto, titulado Al encuentro del hermano llegado de otras partes. En nombre de su fe, los cristianos se comprometen por otra mirada sobre las migraciones, fue presentado en rueda de prensa el 24 de mayo en la sede la Conferencia Episcopal de Francia (CEF) por el obispo auxiliar de París y miembro de la CEMEU (Comisión Episcopal para la Misión Universal) para la Pastoral de los Migrantes, Renauld de Dinechin.

A lo largo de sus 15 páginas, el documento incluye datos, testimonios, reflexiones y preguntas para compartir y debatir en el seno de las comunidades donde será difundido. Todo ello con el único objetivo de contribuir a la sensibilización de los fieles sobre la realidad migratoria.

“Vencer las reticencias” es el primer paso que propone esta interesante iniciativa. Se trata de “atreverse con la fraternidad”, un reto que –a juicio de los firmantes– implica adoptar antes el compromiso de “encontrar los mejores medios para vencer los ‘peros’” que convierten al tema de las migraciones en una “cuestión aparte”: tergiversaciones, restricciones, simplificaciones, condenas, ciertos discursos que “manipulan nuestros miedos”…

“Es urgente reaccionar”, tanto a nivel individual como en la elaboración de las políticas (nacionales y europeas) sobre las migraciones, advierte el texto, porque están en juego “la supervivencia de millones de niños, mujeres y hombres, y la fidelidad a nuestras convicciones fundamentales”.

Y, guiados por ellas, los diversos colectivos unen sus “voces, argumentos y acciones” para proclamar que “¡la acogida de los otros no siempre es fácil, pero estar juntos es verdaderamente el futuro!”.

Un segundo apartado del folleto aproxima al lector a las definiciones de algunos de los conceptos que se manejan en este ámbito: extranjero, inmigrante, refugiado, solicitante de asilo, sin papeles… Explicada la terminología al uso, a continuación se detallan las principales razones de su llegada a Francia: por trabajo (31.000 en 2010), para vivir con su familia (más de 80.000), por estudios (65.000) o para obtener el estatuto de refugiado (8.500 en el mismo año).

inmigrantes tunecinos en Francia a la espera de su regularización

Tunecinos a la espera de su regularización

Origen y legislación

Esa información se completa con datos acerca de la procedencia tanto de los 3.700.000 extranjeros que residen en el país (casi la mitad vienen de la Unión Europea, sobre todo, de Portugal, y un tercio son originarios del norte de África) como de los refugiados (un total de 150.000) y los solicitantes de asilo (en 2011, encabezados por rusos y armenios).

No falta tampoco aquí una mención específica a la cambiante legislación en materia de migraciones, traducida en una docena de leyes a lo largo de tres décadas, lo que reflejaría la gran sensibilidad que rodea a la cuestión de los inmigrantes. “Es tiempo de retomarla [dicha sensibilidad] para hablar de manera razonable, pragmática, humana”, apela el documento.

A desmontar los prejuicios que surgen en torno a los inmigrantes –y el consiguiente odio y rechazo que alimentan– está dedicado el siguiente bloque. Frente a quienes sostienen que Francia no se puede “dejar invadir por toda la miseria del mundo”, organizaciones como Cristianos en el Mundo Rural, Acción Católica de Niños, la Red Cristiana de Inmigrantes o Cáritas Francia –entre otras– desvelan, por ejemplo, que, “después de 40 años, no se constata ningún aumento en el porcentaje de migrantes en el mundo”.

Además, apenas “el 2% de la población mundial no reside en su país de nacimiento”; o que “solo el 1% de los africanos vive en Europa”. En esta línea, abundan en la idea de que “Francia no es un país de inmigración masiva”, pues, en 2008, este colectivo representaba un 8,4% de la población, frente al 13,7% de EE.UU. o el 14,1% de España.

“Los inmigrantes son pobres y nos cuestan demasiado caro”, argumentan otros, a lo que el texto de los grupos cristianos responde que “estudios universitarios han demostrado que los inmigrantes aportan mucho más a la economía francesa de lo que reciben”.

Asimismo, saliendo al paso de cuantos opinan que “los inmigrantes no saben ni quieren integrarse”, denuncian que las dificultades surgidas en su integración son, “en primer lugar, el fruto de una exclusión social y una precariedad económica”. La asociación entre inmigrantes y delincuencia, cuando “los delincuentes económicos y financieros son a menudo mucho menos reprimidos”, o la identificación de inmigrantes, musulmanes y problemas, son otros de los argumentos contrarrestados en el texto.

Más adelante, el folleto busca revertir la consideración generalizada de que las migraciones siempre son un “problema”, para presentarlas como una “oportunidad”.

Y la concreta en cuatro aspectos: para la economía francesa, en cuanto que los inmigrantes que llegan al país pertecenen a la franja de población activa; para la ayuda al desarrollo, dado que –según el Informe 2009 del PNUD– el dinero que ellos envían a su tierra cuadruplica la cantidad que supone la denominada Ayuda Oficial al Desarrollo; para enriquecer cada cultura, porque, aunque “no es cuestión de negar diferencias ni diversidades específicas, a veces difíciles de conjugar, la aportación de cada uno permite tejer una identidad colectiva dinámica”; y como “fuente de dinamismo para la fe cristiana”.

Paradojas de la globalización

El quinto apartado analiza detenidamente el fenómeno de las migraciones en el contexto de la globalización, resaltando la paradoja de un mundo que facilita cada vez más las comunicaciones y la movilidad mientras dificulta la circulación de personas, llegando a culpar a los inmigrantes de los males de la sociedad.

Tales discursos, “fundados en el miedo al otro, conducen a legitimar una política europea y francesa principalmente de seguridad, que no solo relega a un segundo plano el respeto de los derechos fundamentales, sino que también los ultraja”.

“Pensar en aportar un marco y unas reglas para estos movimientos de población cerrando sus fronteras nacionales –añade– es tan ilusorio como irresponsable”. De aquí la necesidad de “un acercamiento más global”, que, en clave cristiana, se traduce en “un acercamiento a la vez justo, responsable y humano”.

Qué supone el encuentro con el migrante es el tema que ocupa el penúltimo capítulo del documento. Bajo un sugerente título (Cuando la diferencia se vuelve conversación), sus autores recuerdan que dicho encuentro “evoca, provoca y convoca”. A su juicio, se trata de “una especie de espejo que nos devuelve una imagen de nosotros mismos” (evocación); que se convierte en “invitación a emprender un viaje hacia tierras desconocidas”, pues provoca el “salir de uno mismo y abrirse al mundo del otro”; y, si se dan ambas cosas, es que el encuentro convoca, es decir, “llama a la vez a entrar y salir”.

Todo ello, por supuesto, desde una óptica creyente. Porque, “si como cristianos estamos invitados a acoger al extranjero, no es únicamente por caridad, sino porque el Evangelio es ante todo una invitación al encuentro”.

Aunque tanto en los países de salida (el Sahel, el Magreb…) como en el de acogida “la solidaridad está en marcha”, a través de las Misiones Católicas, Cáritas u otras asociaciones locales, el folleto no quiere cerrar sus reflexiones sin brindar pistas para el compromiso individual y colectivo con la realidad migratoria (ver recuadro).

Y es que, ante la frecuente “instrumentalización con fines políticos” de los desafíos tan “complejos” que implica, “nuestros valores cristianos –concluye el texto– nos invitan a tratar de ‘acoger al extranjero’”.

En el nº 2.803 de Vida Nueva.

 

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