Cómo educar hijos hoy

Monseñor Guillermo Orozco Montoya. Obispo de Girardota

Para nadie es un secreto lo difícil y complejo que se ha vuelto, para los padres de familia, educar hijos hoy; pues la cultura dominante, la cultura posmoderna, cuestiona y hasta rechaza los principios y valores que aprendimos en esa cultura cristiana, en la cual los mayores fuimos educados.

La cultura actual, caracterizada por lo que el Papa Benedicto xvi llamó “la dictadura del relativismo”, fue descrita de manera gráfica por un obispo a quien un periodista le preguntaba sobre las causas de la crisis vocacional en su diócesis. Su respuesta fue la siguiente: la crisis vocacional se debe a los pañales desechables, al micro-ondas y a la aspirina. ¿Como así?, interpeló el periodista. Mira, respondió el obispo, estoy hablando de tres símbolos de la cultura actual: los valores permanentes los volvieron desechables como los pañales; los jóvenes quieren las cosas rápidas y fáciles, sin mucho esfuerzo, como si la vida y sus compromisos se parecieran a una comida rápida que se prepara en el micro-ondas; además, hoy se le tiene miedo al sacrificio, a la renuncia, a la cruz y entonces el refugio es el licor, la droga, el sexo…, pues esa es la aspirina de los posmodernos.

La respuesta de ese obispo al periodista, la podemos aplicar a la vida matrimonial, pues también el matrimonio es una vocación: se necesita capacidad y generosidad para aprender a vivir en pareja y para poder de esta manera educar bien a los hijos. Esta es una vocación que necesita más tiempo y preparación que la que necesitaría un aspirante a médico, a ingeniero, a economista…, pero son muy pocos los que se preparan suficientemente para ser esposos y para ser padres, es decir, para aprender a vivir y convivir y de esta manera poder enseñar a sus hijos el arte de vivir y de servir.

Para educar, para formar hijos se necesita, pues, ser maestros y hoy más que nunca se necesitan padres que sean maestros.

De qué le sirve a usted tener un buen empleo con buenos ingresos, una buena casa, un hermoso carro, una cómoda finca, una buena cuenta bancaria…. En fin, ¿de qué le sirve a usted tener éxito como empresario(a), si fracasa en su hogar? No olvide que su familia es la mejor inversión; que su familia es más importante que cualquier otra empresa o negocio o preocupación.

La escuela, el colegio, la universidad, no pueden reemplazar a los padres de familia en la misión que ellos tienen de ser maestros para sus hijos, mucho menos hoy cuando abundan los expertos en saberes (docentes) y escasean los maestros: los expertos en enseñar a vivir.

Pero, ¿qué significa “enseñar a vivir”?

Enseñar a vivir significa llenar la vida de significado y de sentido. Para enseñar a vivir hay que aprender primero a amar, respetar, comprender, tolerar, acompañar, perdonar, valorar. Si yo no me respeto, si no me tolero, si no perdono, si no valoro a los demás ¿cómo puedo ser maestro para los hijos, para mis alumnos? Si yo tengo una baja autoestima, ¿cómo puedo valorar lo que yo soy y lo que yo hago…; ¿y cómo puedo enseñar a los demás a vivir?

Enseñar a vivir significa poner cimientos, poner bases solidas que puedan soportar unas estructuras: la estructura de la personalidad, la estructura de la familia; hay que edificar sobre roca, no sobre arena; como lo recomienda el Evangelio.

Los cimientos para construir la estructura de la familia se llaman valores. Y “valor es aquello que lleva a una persona a reaccionar frente a la vida, frente a los hechos”.

El tema de los valores, más que conceptos, es un estilo de vida. Los hijos aprenden de sus padres, en primer lugar, lo que ellos ven; en segundo lugar, lo que ellos escuchan por fuera y por último, lo que sus padres dicen.

La crisis de obediencia es crisis de autoridad moral y esto se enseña con el ejemplo, pues los hijos no hacen lo que sus padres dicen sino lo que sus padres hacen.

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