Josep M. Rovira Belloso: “El diálogo es una actitud intrínseca al cristianismo”

Teólogo, profesor emérito de la Facultad de Teología de Cataluña

Josep M Rovira Belloso, teólogo

Texto y fotos: JORDI LLISTERRI | Josep M. Rovira Belloso es el teólogo de referencia en Cataluña y uno de los más reconocidos en toda España. No solo ahora, por sus venerables 86 años, sino, sobre todo, por la permeabilidad de su pensamiento entre los sectores más populares de la Iglesia. Su preocupación constante ha sido la mirada al mundo, la sociedad y la cultura en los que el cristianismo quiere hacerse presente. Así ha sido reconocido como interlocutor cualificado por sectores intelectuales desvinculados de la Iglesia.

– ¿Sin Concilio Vaticano II no habría Atrio de los Gentiles?

– El Concilio nos abrió los ojos al mundo. Nos pidió que la Iglesia estuviera en el mundo y que no quisiera aportarle otras fuerzas que no fueran la fe, la esperanza y la caridad. En la época de Juan XXIII se veía con un cierto optimismo la modernidad, porque había producido frutos positivos, como los avances de las ciencias, el sistema político democrático o los preludios de un Estado de bienestar favorable a los pobres. En cambio, después se ha vuelto a alejar este horizonte de paz entre la Iglesia y la modernidad.

– Entonces, ¿fue un paréntesis?

– No. El diálogo es una actitud intrínseca al cristianismo. El diálogo no es una moda. La moda es aquello que pasa de moda. En cambio, el diálogo es una manera de ser. Se ve muy claro en los Hechos de los Apóstoles. Se ve cómo los discípulos de Jesús se abrían en una ósmosis con el mundo donde nadie perdía y todos ganaban.

“La aportación de la Iglesia al mundo
ha de ser ofrecerle un conocimiento
nuevo: la fe. Dios es
amigo de los hombres,
y eso comporta el amor”.

– ¿Sin condenas?

– Hay papas que hablaron en contra del ferrocarril u otras aportaciones de la vida moderna. Condenar al mundo no es el papel de la Iglesia. Lo que ha de hacer es aportar una esperanza, una fe que es real, y hacer ver cómo Dios influye en la vida humana. Y cuando esta vida conduce a la mutilación de la persona, es cuando la Iglesia debe decir que eso mutila la esperanza y el amor.

La aportación de la Iglesia al mundo ha de ser ofrecerle un conocimiento nuevo: la fe. Dios es amigo de los hombres, y eso comporta el amor. La aportación es fe, esperanza y amor. No es otra. A mediados del siglo I, san Pablo ya une estas tres virtudes para el despliegue de la comunidad cristiana en el mundo. Las tres bien juntas, nunca separadas. Esta es la gran originalidad del cristianismo, y nosotros tenemos la necesidad de decírselo al mundo. Ahí está el Atrio de los Gentiles.

Una cultura entrañable

– ¿Qué cree que les puede interesar a los no creyentes?

– Con el paso de los años, los agnósticos o los no creyentes han visto que la cultura cristiana ha sido mucho más humana y entrañable que otras manifestaciones de totalitarismo o despotismo muy poco humanas. Por ejemplo, cómo la Iglesia ha marcado el tiempo en sintonía con la naturaleza humana a través de los tiempos litúrgicos. O cómo ha marcado nuestro territorio, con el recogimiento de las ermitas románicas y con la espiritualidad de las catedrales góticas y neoclásicas, y a la vez ha llenado con muy buena música estos espacios.

En el nº 2.802 de Vida Nueva. Entrevista con Josep M. Rovira Belloso, íntegra solo para suscriptores

Compartir