Fouad Twal: “La salida de cristianos de Tierra Santa es una hemorragia”

Fouad Twal, patriarca latino de Jerusalén

El patriarca latino de Jerusalén cree que la paz es “el único remedio verdadero”

Fouad Twal, patriarca latino de Jerusalén

M. Á. MALAVIA | “La salida de los cristianos de Tierra Santa se puede definir como una verdadera hemorragia humana”. Esta dramática circunstancia en el corazón histórico del cristianismo la refleja el patriarca latino de Jerusalén, Fouad Twal.

En una entrevista con la agencia Zenit, el prelado insiste en lo peligroso de este hecho en una minoría como la cristiana: “Nosotros sufrimos mucho por esto, porque somos pocos y, por lo tanto, una sola persona que se vaya tiene su peso. También muchos judíos –familias enteras– dejan el país, así como tantos musulmanes que no están contentos con la situación contingente. Pero ellos son muy numerosos en la zona (…). Nosotros los cristianos, en cambio, somos pocos, y la emigración a este ritmo puede representar un riesgo”.

Pero, ¿cuál sería la solución para evitar que Tierra Santa se quede sin cristianos? Twal aboga por la consecución de la paz entre palestinos y judíos como “único remedio verdadero y radical”. Sin embargo, esta paz “está aún lejos”. Pues son muchas las causas que la impiden: “La ocupación, la situación política, la difícil condición de vida, la falta de trabajo y de confianza”. Y, junto a ello, “también intereses privados, la agenda de los políticos y tantos otros factores que, uniéndose, impiden alcanzar plenamente la paz”.

Como denuncia el patriarca latino, “hoy existen períodos de calma, pero la verdadera paz, aquella que da la plena libertad de movimiento, la plena libertad de acceso a los lugares sacros, la plena libertad de vivir para los cristianos de Oriente Medio, hasta ahora nunca existió”.

Porque es un hecho que, más allá de tratarse de un tercer grupo –ajeno, aunque inmerso– en el conflicto entre judíos y musulmanes, la minoría cristiana sí es una comunidad directamente afectada: “Los cristianos en Jerusalén son casi todos parte integrante de la población árabe y palestina: sufren y se alegran con la población local y aspiran al mismo objetivo, o sea, a la paz”. Una paz que, como árabes pertenecientes a un grupo secundario, “nunca tuvieron”.

Todo ello lo pueden comprobar también los cristianos que llegan a Tierra Santa provenientes del exterior –Twal cita el alto índice de inmigrantes filipinos en los últimos años–, “como mano de obra”, y que se ven sometidos a fuertes restricciones por parte de las autoridades israelíes: “Se encuentran ahora en una posición vulnerable porque podrían ser expulsados de un momento a otro. Por este motivo, la Iglesia intenta darles un buen servicio religioso o asesoría legal, para ayudarlos a vivir y que no olviden su propia identidad cristiana”.

Críticas a algunos movimientos

En este sentido, el arzobispo destaca el trabajo de “tantas congregaciones religiosas contemplativas, que no salen de sus monasterios, pero que a través de la oración constante ofrecen una contribución más fuerte y eficaz”. Aunque, a su vez, se muestra crítico por la desigual integración de algunos carismas laicales.

Así, al tiempo que manifiesta un agradecimiento “especial al Movimiento Cristiano de Trabajadores, que se ha comprometido más directamente con la Iglesia local”, reconoce que “no todos los otros movimientos lo están [comprometidos] de la misma manera… Es una lástima, porque creo que todos son una riqueza del Espíritu Santo y, por lo tanto, si se integraran más, mejorarían muchas situaciones”.

Consciente de la escasa fuerza de la minoría cristiana, Twal insiste en que las comunidades seglares de nuevo cuño deben contribuir a la unidad: “Confieso que no veo por parte de todos la misma buena voluntad; por esto quiero hacer un llamado a que sean más sensibles a las necesidades de la Iglesia local, de la población y de sus sufrimientos. Cada uno tiene que hacer un examen de conciencia y reflexionar sobre si puede hacer algo más”.

Finalmente, el prelado agradece las numerosas iniciativas promovidas por la Santa Sede y otras instituciones eclesiales en Tierra Santa, en especial las dedicadas al mundo de la educación, como la Universidad Católica de Jordania, inaugurada en 2011. “Una persona graduada y bien preparada puede garantizar a sí mismo y a los otros un futuro mejor. La formación –concluye Twal– es un elemento fundamental: significa (…) preparar líderes más responsables y abrir la mente de los jóvenes a las novedades y a la colaboración con los otros”.

En el nº 2.802 de Vida Nueva.

Compartir