‘Kiseki’ (‘Milagro’): cenizas y deseos

fotograma de la película Kiseki

fotograma de la película Kiseki

J. L. CELADA | Un volcán que escupe vida por su boca, unos pasteles de dulzor discutible, la llegada del tren bala, el colegio, las clases de natación… Todo ello constituye el imaginario de los jóvenes protagonistas de Kiseki (Milagro), último trabajo de Hirokazu Kore-eda, una historia que fabula con ternura sobre la capacidad que encierran los deseos para reavivar las cenizas de esas relaciones apagadas por el desamor o el desencuentro, y devolver así la sonrisa –y la esperanza– a los más pequeños de la casa.

El creador de la sobrecogedora Nadie sabe (2004) y de un maravilloso tratado sobre los lazos –y compromisos– de sangre como Still walking (2008) regresa a su territorio preferido: la familia, una institución que ya ha retratado antes en sus más diversas expresiones. Desde la que se asienta en poderosos vínculos afectivos hasta la que se descompone víctima de la ausencia de alguno de los progenitores, que bien podría ser el caso que aquí nos ocupa.

Sin embargo, el director nipón introduce ahora un elemento nuevo y, con él, un punto de vista añadido. La separación de los padres pone distancia también entre los hijos, lo que le sirve como pretexto para canalizar toda la narración a través de la mirada limpia y juguetona de sendos hermanos, cuyo alejamiento obligado no les impide compartir el sueño de recuperar un hogar común. Porque “incluso las familias se olvidan cuando no se ven de vez en cuando”, advierte el primogénito.

Urgido por este temor y animado por el convencimiento de que “hacen más fuerza dos que uno para que un deseo se cumpla”, planea un encuentro entre ambos a mitad de trayecto. Y, junto a sus amigos más fieles (la nómina de chavales en el reparto es todo un hallazgo por su asombrosa naturalidad), emprenden viaje desde Kagoshima –en el suroeste del país– y Fukuoka –en el norte–, camino de la ansiada cita.fotograma de la película Kiseki

Su objetivo: acudir al lugar donde dos trenes bala se cruzan a toda velocidad y, en ese preciso instante, formular en voz alta sus deseos más íntimos. Una curiosa ocurrencia, convertida casi en travesura propia de la edad, adquiere en manos de Kore-eda ese aire mágico que envuelve a milagros como los del título. Su propuesta rebosa calidez y minimalismo, señas de identidad de una filmografía que resulta sencilla pero honda, que duele y divierte a un tiempo, que contagia optimismo mientras cuestiona la disposición humana a transigir con sus seres queridos.

Si algo se le puede reprochar a esta película, felizmente espoleada por la capacidad de asombro y el buen humor de sus personajes, es un ritmo a ratos plomizo, que prolonga sin necesidad su metraje. Kiseki parece olvidar que las erupciones –no solo volcánicas– son sinónimo de vida. Todo lo demás es molesto polvo que ensucia el prometedor discurrir de esta aventura infantil para adultos.

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: Kiseki.

GUIÓN Y DIRECCIÓN: Hirokazu Kore-eda.

FOTOGRAFÍA: Yutaka Yamazaki.

MÚSICA: Quruli.

PRODUCCIÓN: Keiko Mitsumatsu.

INTÉRPRETES: Koki Maeda, Ohshirô Maeda, Nene Ohtsuka, Joe Odagiri, Kirin Kiki, Isao Hashizume, Yui Natsukawa, Hiroshi Abe, Masami Nagasawa, Yoshio Harada, Ryôga Hayashi.

En el nº 2.801 de Vida Nueva.

Compartir