Bosco Gutiérrez: “Es más fácil ser santo secuestrado que libre”

Bosco Gutiérrez, arquitecto mexicano secuestrado, libro 257 días, de Planeta

Arquitecto mexicano y protagonista del libro ‘257 días’

Bosco Gutiérrez, arquitecto mexicano secuestrado, libro 257 días, de Planeta

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA. Fotos: LUIS MEDINA | Un día, hace ya algo más de 20 años, el arquitecto mexicano Bosco Gutiérrez fue secuestrado a la salida de misa. Entonces no lo podía imaginar, pero lo que, en la mayoría de casos similares, acababa en una semana de clausura y el pago de un rescate… se extendería por un encarcelamiento de 257 días en un zulo de tres metros por uno, totalmente incomunicado. [Extracto de la entrevista con Bosco Gutiérrez]

Finalmente, jugándose la vida en una huida a la desesperada, conseguiría escapar y volver junto a su mujer y sus entonces siete hijos (hoy son nueve). Pero lo que puede ser apreciado por cualquiera como un hecho traumático, para él es “un referente en mi vida de fe”.

Su historia la cuenta ahora José Pedro Manglano en 257 días (Planeta). De viaje estos días en Madrid para presentar el libro, el mismo protagonista explica algunos detalles de su historia en conversación con Vida Nueva:

– Con la perspectiva del tiempo transcurrido, ¿cree que el Bosco Gutiérrez que salió del zulo es muy diferente del de antes del secuestro?

– Por desgracia, cada vez menos. Me explico: gracias al secuestro conseguí una gran fuerza espiritual… que hoy, vuelto a la normalidad, agobiado por otros problemas menos importantes, no siempre tengo. Allí recé mucho, me abandoné en Dios. Por eso digo que es más fácil ser santo secuestrado que libre. Aquí fuera es mucho más difícil tener esa relación con Dios, pues esta hay que cultivarla mediante pequeñas renuncias, a través de la instrospección. La clave es meditar al menos un ratito cada día, cada uno desde la fe que tenga. El hombre del siglo XXI carece de reflexión, es superficial y materialista.

– En el zulo, durante nueve meses, la interiorización era obligada…

– Cuando uno hace gimnasia, hay que castigar los músculos para endurecerlos. Si superas las agujetas y perseveras, vas en el buen camino. Con la fe ocurre lo mismo. La fuerza de voluntad es el ‘músculo’ más importante del cuerpo. La vida espiritual hay que cultivarla. Yo lo hice en un proceso que costó mucho, en el que evolucioné desde la desesperación del principio hasta hacerme con el control de mí mismo, alcanzando dimensiones insospechadas hasta ese momento.Bosco Gutiérrez, arquitecto mexicano secuestrado, libro 257 días, de Planeta

En este proceso, también contó, y mucho, la oración de mi familia y las personas que estaban preocupadas por mí. Ahí entendí perfectamente el concepto de la comunión de los santos, el que recemos por ellos a la vez que estos lo hacen por nosotros. En verdad yo sentía que eran muchos los que pedían por mí. A la fuerza de mi oración uní la de los demás. Aquí resulta muy curioso algo que pude comprobar después al leer los mensajes que yo escribía y el diario que tenía mi mujer. Leyendo los textos, se observa que éramos como vasos comunicantes: si un día uno estaba más hundido, o más esperanzado, el otro tenía la misma sensación.

Autocontrol

– ¿Hubo un momento concreto en el que se dijera “quiero vivir y voy a luchar”?

– Hubo varios, pero recuerdo en especial uno en que me ofrecieron un vaso de whisky. Quería tomarlo… pero al final decidí renunciar a él. Fue algo simbólico, pero me ayudó a comprobar que yo podía decidir sobre las cosas que me pasaban, aun estando encerrado en un zulo. Todo eso me abrió la puerta a la voluntad. Y el Espíritu Santo, como hace siempre que encuentra una mínima rendija en nosotros, entró por esa puerta. La mortificación cristiana no es masoquismo, sino dominio de uno mismo, autocontrol. Una vez que conseguí esa fuerza, comencé a ejercitar mi cuerpo [hacía todos los días gimnasia corriendo sobre el mismo espacio] y mi espíritu. Pedí la Biblia y rezaba constantemente, sobre todo esta oración: “Hágase la santísima voluntad de Dios, amén, amén”. Lo repetía todo el tiempo. Y en verdad sentía que estaba en manos de la voluntad de Dios, lo cual me proporcionaba una gran paz.

Así fue como entré en un círculo virtuoso: cuanto más rezaba, más fuerte me sentía, y cuanto con más fuerza me veía, más ganas tenía de rezar. Yo soy una persona normal y no alguien extraordinario, pero me tranquilizaba saber que Dios era quien pilotaba mi vida en unos momentos en que yo no veía nada. Por eso digo que el libro no es un manual sobre secuestros, sino una lección de vida; también para mí, cada día. Si me agobio porque con la crisis tengo menos trabajo, por ejemplo, pienso en aquellos días y me digo que debo ser fuerte, que debo perseverar en el camino.

“Me tranquilizaba saber que Dios
era quien pilotaba mi vida
en unos momentos en que yo no veía nada.
Por eso digo que el libro
es una lección de vida.

– Su mujer, Gaby, también es una parte fundamental a la hora de recordarle un estado del que no se quiere alejar. En el libro cuenta cómo, diez años después, un día en que se encontraba mal por el trabajo, le mostró un vídeo del secuestro y le dijo que entonces, pese a que sus problemas eran realmente mayores, su mirada reflejaba mucha más paz…

– Así es. Hoy, otra década después, también hay momentos en que me desespero por la crisis, porque hay mucho menos trabajo y he tenido que prescindir de algunos de mis trabajadores. Por eso siempre trato de tener el secuestro como un punto de referencia en mi vida.

– ¿Tuvo esa misma fuerza para perdonar a sus raptores?

– Sí, esto lo sentí cuando pasaron los primeros cuatro meses de caída, de depresión. Entonces superé el miedo, que es lo que paraliza, y me liberé del propio miedo a sentir miedo, que es el peor que existe. Entendí en la práctica lo que aprendí por mi formación cristiana y experimenté que con Dios todo lo puedes y, sin Él, nada.

Bosco Gutiérrez, arquitecto mexicano secuestrado, libro 257 días, de Planeta– ¿Cómo vive la situación de violencia que se da en su país?

– Creo que la violencia no está tan generalizada en México como puede pensarse, aunque está claro que refleja una gran pérdida de valores. Esta se aprecia, además, de otros modos, como puedan ser ciertos programas de televisión, la banalización del sexo, el consumo excesivo de alcohol, las drogas, el lenguaje insultante de muchos jóvenes… Escrivá de Balaguer dijo que vivimos una crisis de santos. Hemos sustituido a Dios por lo material hasta expulsarlo de nuestras vidas. Yo defiendo una fe divertida, no una aburrida y propia del siglo XVI. Eso lo aprendí de mi madre, que tenía una vivencia religiosa virtuosa y aterrizada. Cuando llegaba Semana Santa, por ejemplo, organizaba unos planes apostólicos que a los más pequeños se nos hacían alegres y divertidos.

– El Papa, en su reciente visita a México, interpeló a todos los cristianos para ofrecer un testimonio auténtico en la sociedad actual…

– México no veía más allá de Juan Pablo II, al que llamaban “el Papa mexicano”. Hoy, Benedicto XVI, un alemán del que se destacaba antes que nada lo disciplinado que es, gracias a su cariño y cercanía, ha pasado a ser ya nuestro Papa. Además, nos habló con fuerza y claridad, atacando al relativismo y recordándonos la responsabilidad de todos los cristianos para aportar nuestra contribución en el mundo de hoy. Cada cristiano bautizado es la Iglesia, no solo la jerarquía. De ahí que todos seamos responsables y no nos podamos esconder para hacer frente a los aspectos más negativos de nuestra época.

En el nº 2.799 de Vida Nueva.

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