Procesos que exigen continuidad

Concilio Vaticano II, Nueva Evangelización, Misión Continental, Año de la Fe, Nuevo Plan de Pastoral. ¿Por qué…? La respuesta es una sola. Porque ese es el mandato del Señor, que debemos cumplir siempre y en todo lugar… Si hay injusticia y desigualdad, si abundan la pobreza y el desprecio por la vida, si hay crisis de fe; si el pluralismo social, cultural y religioso se amplía, si nuestra sociedad se ha secularizado, si muchos se han alejado de la Iglesia y del Evangelio, si los medios fustigan a la Iglesia, el Mandato del Señor y el Magisterio de la Iglesia nos urgen reafirmar nuestra voluntad de buscar una renovación pastoral de las parroquias.

El magisterio más reciente de la Iglesia sobre el tema constituye una invitación apremiante a repensar nuestro ministerio pastoral parroquial a la luz del mandato del Señor y de los signos de los tiempos que estamos viviendo. Un llamado a aceptar con humildad que como buenos pastores podemos hacerlo mejor; a tomar conciencia de que si bien estamos haciendo muchas cosas, con la mejor de las voluntades y de las intenciones, es posible hacerlas mejor encarnando el Anuncio en la historia y en la geografía de nuestros pueblos. Una invitación a ser más creativos, a comprometernos más hasta gastarnos la vida como un día lo prometimos, a anunciar el Evangelio dispuestos a remar mar adentro en medio de aguas turbulentas y de amenazantes nubarrones.
Aunque nuestros Templos y Capillas, – y también los centros comerciales, – cuenten cada domingo con una presencia numerosa y alentadora de fieles que acuden a cumplir el precepto dominical, la Nueva Evangelización y la Misión Continental siguen siendo necesarias, pues lo que la Iglesia manda y quiere no es simplemente “ir”, ni “oír” misa en cumplimiento de un deber, ni que los fieles “manden decir misas”, sino que los hermanos se reúnan para anunciar la muerte del Señor, proclamen su resurrección, y renueven su compromiso de vivir el Evangelio mientras esperan su venida gloriosa. Una realidad que no debe interpretarse simplemente como una oportunidad para evangelizar, sino como un deber pastoral inaplazable.
Y si es grande el numero de los que no piensan alejarse de la Iglesia pero no muestran mucho entusiasmo por crecer en la fe y en celebrarla como la liturgia de la Iglesia lo enseña, y formarse como discípulos y misioneros, – practican una fe superficial, rutinaria y en ocasiones incoherente-, el mandato del Señor adquiere carácter de acción pastoral urgente y prioritaria. H. Newman hablaba de “ese gigante dormido que es la parroquia y que debe despertar”, citado por mons. Fisichela en Roma.
En el n. 548 DA: “necesitamos un nuevo Pentecostés”, y fruto maduro de ese don del E.S. será sin duda una sincera conversión pastoral. Sin ella tanto el “id y evangelizad” como el magisterio de la Iglesia sobre la Nueva Evangelización y la Misión pueden quedarse en el papel.
Esa conversión pastoral personal será la clave y la mejor herramienta para evitar que la complacencia, – quedarnos tranquilos (DA 548), con lo existente, con lo que actualmente estamos haciendo y la falta de continuidad en la acción pastoral se conviertan en los peores enemigos de nuestra misión evangelizadora parroquial. Porque la pastoral, además de “orgánica, renovada y vigorosa” (DA 169), tiene que ser continuada, pues se trata, no de acciones puntuales, sino de procesos que por su misma naturaleza son largos y difíciles, exigen constancia, paciencia y continuidad.
Los fieles aplauden la llegada de un nuevo párroco, pero al mismo tiempo temen que su llegada a la parroquia implique, como casi siempre sucede, una barrida general, un desconocimiento de los procesos que la comunidad ya vivía en el crecimiento en su fe y en su celebración. Este afán de visualizar la parroquia como una parcela propia o propiedad privada y fuente de poder, es un freno a la misión evangelizadora de la Iglesia y en nada favorece los avances en la Nueva Evangelización, la Misión Continental y el mismo Plan de Pastoral. Es la gran diferencia entre continuidad -no traer escoba nueva-, y continuismo -que la estructura y la complacencia personal no ahoguen el espíritu-. VNC

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