Curas extranjeros: el reto de la integración

seminarista de Nairobi en Kenia

un cura extranjero africano dando la comunió

JOSÉ CARLOS RODRÍGUEZ SOTO | El número de sacerdotes ha descendido en España, en la última década, un 40%, un problema en parte paliado por la llegada de curas de otros países. Signo de universalidad y cooperación entre las Iglesias, revitalizan diócesis y aportan frescura en una sociedad secularizada. Pero no todo son ventajas: la integración no está exenta de ciertas dificultades. [Curas extranjeros: el reto de la integración, extracto]

Cada vez es más común acudir a una parroquia en España y ver que quien preside desde el altar es un sacerdote sudamericano o africano. Los curas procedentes de otros países son ya más de 500; solo en Madrid superan la centena. No son muchos en comparación, por ejemplo, con Italia (más de los 2.000), y el porcentaje es muy bajo en el total de los 18.633 sacerdotes de nuestro país. Sin embargo, sus cifras aumentan cada año.

Muchos lo ven como un balón de oxígeno para la Iglesia española, donde algo más de 4.000 parroquias no cuentan con un cura residente y donde el número de sacerdotes ha bajado un 40% en la última década. Baste pensar que el año pasado, en 32 diócesis no hubo ni una sola ordenación.

Otros lo ven como un signo de cooperación entre las Iglesias que va más allá de situaciones de escasez de clero. Tampoco faltan quienes advierten de que pueden originarse problemas si no se obra con sentido común.

Hay distintas razones que explican su llegada a España. Algunos de ellos son religiosos y han sido enviados por su congregación para realizar un determinado trabajo, que es supervisado. Otros han venido para realizar estudios superiores, casi siempre en facultades de Teología. Otros han llegado para ocuparse de los inmigrantes de su propio país. Mención aparte merecen los que tienen un cargo pastoral permanente, en parroquias o en capellanías. Muchos de estos llegaron para estudiar en España y después –por distintas razones– cambiaron sus planes y decidieron quedarse.

No pocos ven esta presencia como un enriquecimiento para la Iglesia española. Como Anastasio Gil, director de las Obras Misionales Pontificias, para quien “la llegada de estos sacerdotes es un signo de cooperación entre Iglesias. El que lleguen para insertarse en los presbiterios de España es una riqueza, y es perfectamente compatible con que otros sacerdotes salgan de España hacia países de misión, algo que hoy se sigue haciendo con la misma generosidad y espíritu misionero que hace 40 años”.

El jesuita José Luis Pinilla, director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Migraciones, comparte esta visión: “Somos una Iglesia sin fronteras que se puede enriquecer mucho con los inmigrantes sacerdotes y laicos, y donde la distribución de agentes pastorales en el mundo debe estar más en función de las necesidades y servicios”.cura extranjero africano en misa gesto de la paz

Al mismo tiempo, matiza que “los obispos españoles y los obispos de los lugares de origen de estos curas saben que deben coordinar esto bien para que las motivaciones por las que algunos sacerdotes extranjeros deciden quedarse en España no vayan por caminos distintos de la pastoral”.

Primer choque

Para entender cómo ven ellos la sociedad y la Iglesia españolas, tal vez convenga ponerse en su lugar. El autor de este artículo pasó parte de 2011 en la República Democrática del Congo.

Allí, en Goma, la primera misa dominical comienza a las 6:30 de la mañana, y si uno no llega al menos media hora antes, lo más probable es que se quede sin un lugar para sentarse durante las dos horas que dura, como mínimo, la animada celebración –a la que asisten numerosos jóvenes–, en la que todo el mundo canta y acompaña las danzas procesionales.

Extraña poco que, cuando un sacerdote de estas latitudes aterrice en España, le choque ver la ausencia de jóvenes en las iglesias, piense que las misas son muy frías y se extrañe del ambiente de secularización galopante que se vive.

“En general, los sacerdotes extranjeros refieren una buena acogida por parte de las comunidades cristianas en España, aunque no sin razón suelen pensar que somos bastante fríos, distantes e individualistas”, confirma el profesor del Instituto Superior de Pastoral de Madrid (dependiente de la UPSA), José Luis Segovia, quien durante bastantes años ha contado con muchos curas de otros países entre sus alumnos.

“En general, los sacerdotes extranjeros refieren
una buena acogida por parte de
las comunidades cristianas en España,
aunque no sin razón suelen pensar
que somos bastante fríos”.

Impresiones como estas no son exclusivas de los africanos. “A los sacerdotes latinoamericanos nos cuesta ver que la religiosidad popular, tan importante en nuestros países, aquí no es entendida”, dice Mario Santillo, un sacerdote escalabriniano argentino que llegó a España a mediados del año pasado.

“Para nuestra gente, hay prácticas religiosas, como las bendiciones o las misas por los difuntos, que tienen más importancia que para un feligrés europeo”.

Santillo, que ha trabajado siempre en la atención pastoral a migrantes, señala otro aspecto que descoloca a muchos curas extranjeros: el poco reconocimiento social que la figura del sacerdote tiene hoy día en España.

Desajustes

Tal vez sea esta una de las razones que puedan explicar ciertos desajustes entre algunos de ellos: “Si llega un cura de otro país menos secularizado, formado con una mentalidad del sacerdocio más impositiva y tiene que trabajar en una parroquia europea donde, por ejemplo, las finanzas de la parroquia las lleva el Consejo de Laicos, lo más seguro es que le resulte difícil integrarse en una pastoral más participativa”, señala José Luis Pinilla.

curas extranjeros capellanes polacos en Madrid

Capellanes polacos en Madrid

Muchos de los 500 sacerdotes extranjeros han venido para estudiar y volverán a sus diócesis de origen, después de dos o tres años, con sus licenciaturas o doctorados en el bolsillo. La Facultad de Teología de San Dámaso, en la Archidiócesis de Madrid, es la que acoge al mayor número de ellos.

Durante el curso 2011-2012, en sus aulas estudian 62 sacerdotes de diversas nacionalidades. Son algo menos que los 69 curas de otros países que cursan licenciaturas o doctorados en la Facultad de Teología de Comillas.

En San Dámaso hay también unos 200 seminaristas de otros países, la mayoría latinoamericanos. Son cifras muy altas, sobre todo si se las compara con las de otras facultades de Teología más antiguas. En la de Granada, por ejemplo, solo estudian cuatro sacerdotes y un diácono extranjeros, todos ellos pertenecientes a congregaciones religiosas.

Aparte del nivel académico de San Dámaso –o de lo que muchos obispos de otras latitudes perciben como “seguridad doctrinal”–, cursar estudios en la Facultad de la Archidiócesis de Madrid tiene otros atractivos, como explica el sacerdote Eubilio Rodríguez, un veterano de la diócesis de Madrid: “El Arzobispado facilita el alojamiento de los curas extranjeros en parroquias, lo que les resuelve muchos problemas prácticos de manutención y les da la posibilidad de tener algunos ingresos, pero tiene que ser a condición de que estudien en San Dámaso”.

En muchas Iglesias del Sur, el envío de sacerdotes a estudiar fuera es una necesidad. Si un obispo de África o América Latina necesita profesores bien cualificados para su seminario, ¿dónde encontrará los fondos para costear sus estudios y manutención durante tres o cuatro años?

Muchos de los 500 sacerdotes extranjeros
han venido para estudiar
y volverán a sus diócesis de origen
con sus licenciaturas o doctorados en el bolsillo.

“Si la formación de un sacerdote o un seminarista africano en otros países sale gratis o, al menos, está muy subvencionada, mientras que, por ejemplo, en la Universidad Católica de África del Este (en Nairobi) hay que pagar unas elevadas tasas, nadie debe culpar a un obispo si obra con sensatez en lo que a finanzas se refiere y envía a sus curas a estudiar a Europa”, dice el teólogo tanzano Laurenti Magesa.

¿De paso o para quedarse?

Pero no todos regresan. A veces, lo que iba a ser una estancia de pocos años puede alargarse más de lo previsto. José García Hernández, sacerdote en Torrejón de Ardoz (Madrid), recuerda el caso de un coadjutor extranjero con quien convivió: “El primer año lo dedicó al estudio de la lengua; el segundo tuvo que convalidar su título de bachiller en Teología; luego estuvo tres años con los cursos de licencia y la tesina sin llegar a terminar la licenciatura. Ahora está en otra parroquia y no sé qué planes tiene”.varios curas de distintas nacionalidades

Si quien vino para estudiar, se queda en una diócesis escasa de clero, al obispo de acogida le resuelve problemas inmediatos y el interesado encuentra ventajas.

Un sacerdote de Madrid lo expresa así: “He conocido a bastantes curas extranjeros que se tiran muchos años estudiando. Van estirando todo lo que pueden y, al final, dan la impresión de tener pocas ganas de regresar, y yo lo entiendo, porque si vienes de un país pobre y conflictivo, si se te presenta la oportunidad, prefieres quedarte aquí”.

Ya en 2001 esta cuestión atrajo la atención de la Santa Sede. Aquel año, el cardenal Josef Tomko, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, advertía de que “hay diócesis en África y Asia que tienen un tercio o incluso la mitad de su clero diocesano en el extranjero por razones económicas”.

Su dicasterio difundió en junio de ese año un documento donde se advertía a los obispos de la irregularidad de esta permanencia en Europa o los Estados Unidos: “Muchas veces, los motivos están representados solo por las mejores condiciones de vida que estos países ofrecen, y también porque algunas Iglesias de antigua fundación necesitan clero joven”.

Si quien vino para estudiar,
se queda en una diócesis escasa de clero,
al obispo de acogida le resuelve problemas inmediatos
y el interesado encuentra ventajas.

Y se ofrecían normas para combatir las situaciones irregulares, como que haya un acuerdo por escrito entre el obispo del lugar de procedencia del sacerdote y el obispo en cuya diócesis se encuentra la institución académica, y que el acuerdo especifique cómo se apoyará al sacerdote económica y espiritualmente, el trabajo pastoral a realizar y la fecha de regreso.

Los términos están claros. El problema, como advierte un sacerdote que trabaja con inmigrantes, “es que desde que salió este documento, muchos de los que tendrían la responsabilidad de llevarlo a la práctica no lo han hecho”.

Capellanías para inmigrantes

Algunos de los sacerdotes extranjeros en España trabajan en capellanías para inmigrantes, aunque algunos de estos servicios pastorales los prestan curas españoles.

Según datos de la Conferencia Episcopal, en España funcionan actualmente 40 servicios pastorales especializados para inmigrantes, repartidos en 12 diócesis y atendidos por 47 sacerdotes. En Madrid hay seis capellanías por nacionalidades: una filipina, una polaca, una ucraniana, una africana y dos rumanas.

La Archidiócesis de Barcelona ha organizado cuatro capellanías: filipina, polaca, china y guineana. En Mallorca hay siete y, en Zaragoza, cinco.

Tras detectar que hay
diócesis en África y Asia que tienen
un tercio o incluso la mitad de su clero diocesano
en el extranjero por razones económicas,
el Vaticano emitió normas para combatir las situaciones irregulares.

Además, en las dos diócesis canarias hay 10 sacerdotes extranjeros (de países como Guinea Ecuatorial, Polonia, Colombia y Corea del Sur), que, aunque no tienen un cargo pastoral como capellanes de inmigrantes, en muchos casos se ocupan de sus propios connacionales.

También seminaristas

Otro fenómeno paralelo es el de los numerosos seminaristas extranjeros. Gracias a ellos, por primera vez en la última década, el número de los que estudian en los seminarios mayores ha aumentado, hasta situarse en la actual cifra de 1.278, es decir, 51 más que el año pasado. Pero aquí se han detectado ciertos problemas: en algunos casos, ha primado como factor decisivo el interés de algunos responsables diocesanos en llenar a toda costa sus seminarios vacíos.

seminarista de Nairobi en KeniaTambién, y no raramente, parecen darse desajustes que el Eubilio Rodríguez percibe como falta de cercanía a las personas más desfavorecidas: “He conocido a unos cuantos curas extranjeros que estudiaban en Madrid y me extraña que muchas veces hagan poco esfuerzo por estar cerca de los inmigrantes compatriotas suyos que vienen por la parroquia”.

Rodríguez, curtido en décadas de trabajo pastoral en barrios marginales de Madrid, está convencido de que “ser cura no es solo cuestión de estudios y títulos, sino también de saber integrarse en la parroquia y en el lugar donde vives con la gente y sus problemas”.

Desde su experiencia como excoordinador de migraciones de la Vicaría V, y de haber convivido con sacerdotes extranjeros, teme que “muchos solo están interesados en estudiar, se implican en la parroquia lo mínimo y se desentienden bastante de los problemas de la gente en el barrio”.

Y es que un tema muy central en toda esta cuestión es el concepto del sacerdocio y su relevancia social que tiene en su mente el cura extranjero.

José Luis Pinilla lo expresa así: “Los que decidan quedarse en España deben tener en cuenta que no solo pueden hacerlo en parroquias o comunidades donde las acciones pastorales sean solo sacramentalistas, de conservación y de puertas adentro en una concepción más tradicionalista y pietista del ejercicio y de la identidad sacerdotal. Es de desear que cada vez haya más sacerdotes extranjeros que estén configurados no solo por asumir sanamente la seguridad económica que aquí puedan tener, sino por aportar ese frescor positivo que pueden traer con su experiencia”.

“Ser cura no es solo cuestión
de estudios y títulos, sino también de saber
integrarse en la parroquia y en el lugar
donde vives con la gente y sus problemas”.

Para José Luis Segovia, “los que utilizan los estudios como vía de promoción personal o forma de quedarse en España son unos pocos casos”. En su opinión, “la mayoría aprovecha la oportunidad al máximo y su horizonte es capacitarse para volcar lo aprendido en sus países de origen”.

Segovia se muestra optimista: “Los curas extranjeros que han pasado por mis aulas superan con facilidad los problemas de la lengua y muestran una excelente disposición para el aprendizaje”.

La institución en la que imparte la docencia en Madrid, dependiente de la Universidad Pontificia de Salamanca, organiza del 7 al 11 de mayo un curso de actualización teológico-pastoral “para facilitarles la adaptación a la realidad española, y para que conozcan y disciernan mejor sus propias motivaciones”.

Se trata de un paso importante para ayudar a los curas extranjeros a insertarse mejor en la realidad española. Porque el que un sacerdote africano, latinoamericano o del Este de Europa se integre en el presbiterio de una diócesis ha dejado de ser algo anecdótico en España para convertirse en parte de la realidad eclesial que salpica todos los rincones de nuestra geografía.

En el nº 2.798 de Vida Nueva.

 

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