OBITUARIO: Agustín Román: La diáspora cubana llora a su líder espiritual

Agustín Román, obispo auxiliar emérito de Miami, murió en 2012

Agustín Román, obispo auxiliar emérito de Miami, murió en 2012

ARACELI CANTERO GUIBERT. MIAMI | Como él quería, el obispo auxiliar emérito de Miami, Agustín Román, murió “con los zapatos puestos”. Le esperaban en una catequesis y le encontraron con el auto en marcha y sentado al volante. Hacía años que funcionaba con un octavo de su corazón.

Murió el 11 de abril, y multitudes han circulado ante sus restos, colocados en una capilla de la Ermita de la Caridad, que él mismo ayudó a construir. Se han celebrado misas cada dos horas durante 48 horas, día y noche. Lo han hecho obispos de los Estados Unidos y prelados que viajaron desde Cuba. También sacerdotes amigos, siempre con el templo lleno y con mucha alegría.

El sábado 14 de abril, el cortejo fúnebre recorrió las calles de la ‘Pequeña Habana’ hasta la catedral, que le esperaba abarrotada de fieles, dos nuncios, unos 15 obispos y un centenar de sacerdotes y diáconos. Las campanas tocaban a duelo y los medios transmitían el funeral en directo.

Ante sus restos, muchos se han atrevido a repetir las palabras santo subito. El arzobispo de Miami, Thomas Wenski, ha elogiado su tarea evangelizadora y le ha llamado “el Félix Varela de nuestros tiempos”, al recordar al sacerdote, hoy venerable, que en 1821 representó a Cuba en las Cortes Españolas, en donde reclamó la libertad de los esclavos y abogó por la independencia de su patria. No pudo regresar a Cuba, convirtiéndose en el apóstol de los emigrantes en Nueva York.

El obispo Román tampoco regresó, aunque oraba por una Cuba libre. Con solo lo puesto fue expulsado de la Isla el 17 de septiembre de 1961 junto a otros 130 sacerdotes. El buque Covadonga atracó en Galicia y el grupo se repartió en distintos países. El padre Román se fue de misionero a Chile y, en 1966, llegó a Miami.

Nació en un campo de la entonces provincia de La Habana (hoy Artemisa) llamado San Antonio de los Baños. Entró en el seminario por la Diócesis de Matanzas, en la que aún estaba incardinado cuando le nombraron obispo auxiliar de Miami, donde ha sido el líder espiritual de la diáspora cubana, signo de unión y defensor de los emigrantes.

Cumplió el lema de su episcopado (¡Ay de mí si no evangelizo!) con humildad, tenacidad e incansable compromiso. Capaz de reírse de sí mismo, predicaba con historias de la vida cotidiana. Callado y sin pretensiones, solucionaba los problemas, algo que demostró en diciembre de 1986, cuando un grupo de detenidos cubanos en dos cárceles estadounidenses se sublevó por su indefinida estancia en prisión y posible deportación a Cuba.

Les pidió dejar las armas para rezar el Padre Nuestro. No hubo derramamiento de sangre. Fue reconocido como La persona de la semana por la cadena de televisión ABC y cuando le llamaban “héroe”, él respondía: “Un obispo, un sacerdote, es un servidor, y no un héroe”.

En el nº 2.797 de Vida Nueva.

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