PABLO ROMO CEDANO. MÉXICO DF | La Iglesia en México tiene un desarrollo y crecimiento muy importante en el mundo indígena. El Episcopado ha puesto, desde hace muchos años, un énfasis particular a esta dimensión pastoral, que la entiende como “el acompañamiento de la Iglesia para hacer presente, por la acción del Espíritu, el amor preferencial de Dios Padre por los pueblos indígenas, ofreciéndoles el mensaje liberador de Jesucristo, para que en Él tengan vida, y lleguen a ser sus discípulos y misioneros, tanto en sus propias culturas como en el mundo que les rodea”.
Desde hace décadas, la Iglesia se esfuerza por vivir inculturada en los 56 pueblos indios que hay en el país. Esta inculturación la quiere vivir de muchas formas: adecuando expresiones litúrgicas, usando las lenguas y tradiciones, traduciendo la Biblia a sus lenguas, incorporando ministros indios a la práctica eclesial, siendo en el fondo india con los indios…
Si bien no se puede de manera alegre expresar que esto es un hecho, sí es una tendencia y un ardiente deseo de amplios sectores eclesiales que viven, son o trabajan con los pueblos indios.
Con mayor claridad, los agentes de pastoral caen en la cuenta del valor de la identidad como punto de partida y de llegada de la evangelización. De ahí que, quizás, en esta visita papal, más que el folclore que arrojan en las fiestas, puedan convertirse, ellos, los indios del país, en clave epistemológica para lo que tanto anhela Benedicto XVI en la búsqueda de presencia de lo trascendente en un mundo que se seculariza.
En el nº 2.793 de Vida Nueva.
