Sacerdotes para el siglo XXI

El modelo debe ir a lo esencial: honda vida espiritual y caridad

seminaristas estudian para llegar a sacerdotes

FRAN OTERO | La vocación sacerdotal, sobre todo en números, no vive sus mejores momentos, a pesar de que en los seminarios españoles este año hay 51 aspirantes más que el pasado, o aunque las vocaciones en África y Asia aumentan. Es una preocupación, porque está en el aire el relevo del clero envejecido, la gran mayoría, y así lo han manifestado los obispos en sus cartas con motivo del Día del Seminario, que se celebra el 19 de marzo este año con el lema Pasión por el Evangelio. Pero no es la única preocupación. Las preguntas son muchas: ¿se ofrece la formación adecuada? ¿Qué tipo de sacerdotes se está preparando? ¿Hay un modelo o varios?

Para responder a estas preguntas no se puede obviar el contexto social en el que se injertan los sacerdotes de hoy, los más jovenes, y los seminaristas que pronto lo serán. Un contexto en el que domina la sobreprotección, la falta de identidad y madurez, y del que el presbítero es partícipe.

Balbino Reguera, delegado de Clero de la Diócesis de Cádiz, cree que los nuevos sacerdotes comparten valores y debilidades con los jóvenes de su generación.

“Destacaría la entrega de muchos en sus proyectos pastorales o su deseo de entrar en la familia presbiteral. También pienso en algunas debilidades que pueden ser obstáculo a una identificación ministerial adecuada, como afirmarse de una manera llamativa en los signos más externos, la reserva de su vida privada como algo innegable frente a las exigencias del ministerio, o la poca pasión que ponen en los proyectos pastorales si no son protagonistas”, explica.

“Algunas debilidades que pueden ser obstáculo
para una identificación ministerial adecuada son
afirmarse de una manera llamativa en los signos más externos
o la poca pasión que ponen en los proyectos pastorales
si no son protagonistas”.

La justificación de esta conducta la achaca a la inseguridad con respecto a la identidad que, a su vez, es consecuencia de la secularización. Una inseguridad que, según dice, le lleva a un modo de relación con la comunidad “donde prima el poder sobre el servicio”.

“Este conflicto de poder le hace salvaguardar sus prerrogativas, de las que depende su autoafirmación, por ejemplo, la utilización de ropas litúrgicas anteriores al Vaticano II”, concluye.

Más que un modelo, hay un contexto

Pedro Ortega Ulloa, hasta hace poco rector del Seminario Mayor de Jaén, considera que no hay un modelo de sacerdote común: “Más que un proyecto de estilo, hay un contexto que domina la vida del joven sacerdote”. En su opinión, no se trata de poner en duda el proyecto educativo del Seminario, sino “cómo se hace carne ese proyecto”.

La solución, continúa, pasa por más teología que parta de una mística y la promueva, y vivir más en lugares sin justicia y santidad.

Para un importante formador de sacerdotes que prefiere mantener el anonimato, resulta difícil simplificar y decir cuál es el modelo de sacerdote actual.

En su opinión, los cambios producidos en los últimos tiempos tienen una vertiente positiva y otra negativa. La primera es la mayor clarificación de las vocaciones, y la segunda, “el avance hacia un conservadurismo encasillado y demasiado dócil”.

En el nº 2.793 de Vida Nueva. Sacerdotes para el siglo XXI, íntegro para suscriptores

 

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