“Tengo miedo de salir a la calle”

Sadik Güei, inmigrante de Senegal

Sadik Güei, inmigrante senegalés

Sadik Güei, inmigrante de Senegal

JOSÉ CARLOS RODRÍGUEZ SOTO | Cuando Sadik Güei era niño, su familia no vivía mal. Eran pescadores en Saint Louis, la segunda ciudad de Senegal. Pero el día que llegó una compañía surcoreana, a la que siguieron otras, e inició la pesca a gran escala, agotando los caladeros de bajura, todo cambió. “Mucha gente perdió su trabajo y bastantes de los jóvenes de mi generación empezaron a emigrar”, recuerda este inmigrante, quien llegó a España en 2009 junto con su hermano.

“Vinimos en barco, con un visado de turista. Yo quería acabar mis estudios de Telecomunicaciones, pero no cumplía todos los requisitos que me pedían para tener un permiso de residencia como estudiante”.

A pesar de todo, no se ha achantado y ha sabido aprovechar los recursos que ha encontrado, compaginando cursos gratuitos de español y de otras disciplinas universitarias gracias a programas de ayudas para inmigrantes. Gana algo de dinero dando clases particulares y como monitor deportivo. Desde hace más de un año trabaja como voluntario en una ONG, que le ha firmado una promesa de empleo.

Con estas credenciales, y la ayuda de abogados de una asociación que trabaja a favor de los inmigrantes, tiene esperanzas de conseguir la residencia por arraigo, aunque teme que el nuevo Gobierno termine con esta puerta de regularización.

Pero sus mayores dolores de cabeza vienen de algo tan sencillo como salir a la calle para ir a ganarse la vida, según relata sin perder la calma: “He perdido la cuenta de las veces que me ha parado la policía para pedirme la documentación. Siempre presento un papel del Consulado de Senegal que explica que doy clases particulares a hijos del personal diplomático, y casi siempre me dejan ir. Pero me han detenido en dos ocasiones: en la primera protesté porque me cogieron en la calle García Noblejas y en el documento escribieron que el lugar de mi detención fue Lavapiés [barrio madrileño con mucha inmigración irregular]”.

La segunda vez se vio en una situación aún más absurda: “Después de encerrarme en el calabozo, me despertaron a las cinco de la mañana para decirme que yo era uno de Malí al que estaban buscando por presuntos delitos y que mis papeles eran falsos. No quise entrar en el juego de acoso mental y dije que solo hablaría en presencia de mi abogado. Salí gracias a su intervención”.

Tras estas experiencias, confiesa tener miedo de salir del piso en el que vive: “Me siento como si viviera en una cárcel. ¿Por qué me tratan así si yo no soy un delincuente?”.

En el nº 2.792 de Vida Nueva. Inmigrantes: adiós al paraíso, íntegro para suscriptores

 

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