La Iglesia y la Constitución de 1812

Se cumple el bicentenario de ‘La Pepa’, en la que la religión tuvo un papel importante

Juramento de las Cortes de Cádiz

Juramento de las Cortes de Cádiz

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | La cuestión religiosa fue utilizada en la Guerra de Independencia para incitar el levantamiento contra los franceses. “La guerra se sacraliza, se teologiza y adquiere un carácter de cruzada”, como afirmó el historiador Leandro Higueruela. Pero la fuerza de la religión cobró especial importancia durante las Cortes de Cádiz y los debates encaminados a promulgar la que sería ‘Constitución de 1812’, nacida el 19 de marzo, día de san José, y por ello bautizada como ‘La Pepa’.

El texto doceañista no es tan solo el primer articulado propiamente constitucional y asentado en la soberanía popular en la historia de España; aunque hija del liberalismo, también es una norma forjada con una decisiva presencia de la Iglesia católica.

Lo es desde sus inicios. Desde que el obispo electo de Cádiz, Acisclo de Vera y Delgado, presidente de la Junta Central, convocara las Cortes el 24 de septiembre de 1810, en la Isla de León, “para restablecer y mejorar la Constitución fundamental de la Monarquía”.

Un equipo de historiadores, dirigido por el profesor de la Universidad San Pablo-CEU Francisco G. Conde Mora lleva años investigando en el Archivo Secreto Vaticano la amplia documentación sobre las Cortes gaditanas. En las próximas semanas, publicarán sus primeras conclusiones.

De momento, Conde Mora avanza: “Tanto en San Fernando como en Cádiz, la Iglesia estuvo muy presente en la obra constitucional desarrollada en nuestras tierras, y, por qué no decirlo, en nuestros templos”.

Constitución de Cádiz de 1812, pergamino

Pergamino de la Constitución de Cádiz de 1812

En este sentido, en 2009, ante el Bicentenario de la apertura de las Cortes en San Fernando –actual Isla de León, a diez kilómetros de Cádiz–, Antonio Ceballos Atienza, sustituido por Rafael Zornoza Boy en agosto de 2011 al frente del Obispado de Cádiz y Ceuta, afirmó en una carta pastoral titulada Recordar y celebrar que “no puede olvidarse que algunos eclesiásticos influyentes se alinearon con el grupo llamado reaccionario, defensores del absolutismo real y que se opusieron con fuerza a algunas de las decisiones de las Cortes, como la libertad de imprenta o la supresión de la Inquisición, pero, en verdad, lo más florido del clero ilustrado de la época apoyó el trabajo constitucional y fue verdadero protagonista de este momento”.

No habría más que recordar a algunos clérigos y liberales ilustres, como Diego Muñoz Torrero –rector de la Universidad de Salamanca–, el cardenal Luis de Borbón, José Mejía Lequerica, José Nicasio Gallego –adalides de la libertad de imprenta– o Antonio Jesús Ruiz de Padrón, que se erigió en el modelo del catolicismo liberal.

Cuestión de número

No era solo una cuestión de ideología, sino también de número. Melchor Fernández Almagro hizo recuento. En primer lugar, entre los 308 diputados presentes en las Cortes gaditanas, figuran los eclesiásticos, con 97 diputados; detrás van 60 abogados y 55 funcionarios públicos; les siguen 37 militares y 16 catedráticos; y los 43 puestos restantes se los reparten entre propietarios, comerciantes, médicos y títulos del Reino, que tan solo eran tres.

“Ante estas cifras que representan el 30% de la totalidad de los diputados –sostiene Ramón Solís, en El Cádiz de las Cortes–, no puede decirse, como tantas veces se ha afirmado, que el Congreso gaditano sea anticlerical y enemigo de la Iglesia; tanto menos cuando surge del mismo clero el afán renovador en materia religiosa”.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.792 de Vida Nueva. La Iglesia y la Constitución de 1812, íntegro para suscriptores

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