Una pequeña diócesis, una vocación universal

Las Misiones Diocesanas de Calahorra y La Calzada-Logroño cumplen 50 años

50 aniversario de las Misiones Diocesanas de la Rioja

Equipo misionero en Ecuador, en 2009

SANTIAGO GIL DE MURO | La Diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño es una de las más pequeñas en terrotorio de España. Pero, a la vez, su vocación misionera extiende sus fronteras hasta llegar a África y América. Una vocación que, por otro lado, tiene profundas raíces. Y es que conmemoran este año el 50º aniversario de la puesta en marcha de sus Misiones Diocesanas. Medio siglo. Justo la misma “edad” que el Vaticano II. Lo que no es casualidad.

Fue en la primavera de 1962 cuando, aprovechando el clima universalista de las sesiones conciliares de Roma, André Makarakiza, recién nombrado obispo de Ngozi (Burundi), visitó La Rioja buscando colaboradores para evangelizar el extenso territorio que se le había encomendado. El entonces obispo local, Abilio del Campo, no lo dudó y transmitió la petición de ayuda a sus sacerdotes. Así, de un modo tan sencillo, fue como la diócesis, con el impulso del naciente Concilio, tomó vocación universal.

Unos meses después, el 18 de octubre, llegaron a un Burundi recién independizado los dos primeros sacerdotes diocesanos: Gerardo Capellán Arenas y Juan Antonio Sáenz López, ya fallecidos. Una rápida preparación misional y lingüística los capacitó para iniciar toda una aventura en Rwisabi.50 aniversario de las Misiones Diocesanas de la Rioja

Desde aquella fecha, a lo largo de las siguientes dos décadas, se fueron relevando, sin interrupción, equipos de sacerdotes diocesanos que volcaron su entusiasmo misionero en la evangelización y la promoción humana.

Pero todo cambió en 1985, cuando el Gobierno de Burundi expulsó a los misioneros riojanos, a los que consideró “personas non gratas”. Con mucho dolor, pero se fueron; como tantos otros reresentantes de la Igesia, que tuvieron que abandonar el país debido a que las autoridades políticas consideraban que era demasiada la influencia que tenían entre la población.

Aviso antes de la expulsión

El actual delegado diocesano de Misiones, Jesús María Peña, fue el último en marcharse. Casi 30 años después, recuerda que era algo que veían venir desde un tiempo atrás: “El Gobierno, con varias medidas anteriores, intentaba limitar la libertad de la Iglesia y distanciarla de la autoridad de los obispos. Se pretendía una especie de Iglesia nacionalista, al estilo de la experiencia china. Por aquel entonces, había ya varios catequistas y algunos sacerdotes y religiosas en la cárcel. No tuvimos más remedio que irnos. Pero antes de embarcar en el avión de Bujumbura, escribí una carta al presidente de la República”.

De nada sirvieron los avisos ni las invitaciones a la concordia. El ambiente de enfrentamiento entre las etnias hutu y tutsi se fue acentuando hasta estallar una cruenta guerra civil, que alcanzó su culmen entre 1995 y 1996. Entre la masacre, hubo todo un exterminio de sacerdotes y catequistas nativos.

En el nº 2.791 de Vida Nueva. Una pequeña diócesis, una vocación universal, íntegro para suscriptores

Compartir