Religiosos, ¿ciudadanos comprometidos?

jornadas Vida Religiosa y sociedad civil, febrero 2012

CONFER reflexiona en unas jornadas sobre su papel en la sociedad civil

jornadas Vida Religiosa y sociedad civil, febrero 2012

MAITE LÓPEZ MARTÍNEZ | Vivimos momentos de gran convulsión social. Nadie puede dar la espalda a la crisis y a sus consecuencias, ser ajeno a los movimientos que están surgiendo en la calle ni obviar la fuerza que Internet o las redes sociales tienen hoy en día. Y esto, con independencia de ideologías políticas e, incluso, de convicciones religiosas. La Iglesia se ve también sacudida y, dentro de ella, la Vida Religiosa (VR) se siente especialmente interpelada.

Esta inquietud por estar abiertos a lo que sucede alrededor, saber interpretar los signos de los tiempos para dar respuesta a las necesidades reales y vivir “con los pies en la tierra” no es nueva para la VR, ya que la búsqueda y el trabajo por el Reino de Dios y su justicia forman parte esencial de su consagración.

Lo que cambia –y mucho– son las circunstancias en las que esa respuesta debe darse y el modo en el que se concreta la fidelidad a esta llamada. Es necesario hacer un análisis certero de la realidad y, sobre todo, es urgente mantener permanentemente la creatividad al servicio de la fe, la esperanza y la caridad.

Por eso, el área de Justicia y Solidaridad de CONFER, junto con la de Misión y Cooperación, celebró del 24 al 26 de febrero las jornadas Vida Religiosa y sociedad civil, ¿ausentes, espectadores, implicados?

Especialmente iluminadora fue la intervención de Agustín Domingo Moratalla. El profesor de la Universidad de Valencia hizo un original planteamiento de desafíos concretos y tareas pendientes, instando a la VR a vivir en un dinamismo cultural –y evangélico– que pasa de las convenciones a las convicciones (para vivir en profundidad y radicalidad tanto la experiencia como las prácticas sociales y la vida pública).

A continuación, de las convicciones a las responsabilidades (intentando mantener, gestionar y promover las propias obras apostólicas, legítimas y necesarias en una sociedad democrática); de la legitimidad a la credibilidad (buscar la radicalidad antropológica y mística frente a la homogeneidad cultural y superficialidad de los estilos de vida); de la credibilidad al liderazgo cultural (afrontando la emergencia educativa y superando la tendencia a confundir el pluralismo liberal y el relativismo cultural).

Y pasar del liderazgo cultural al testimonio eclesial (manteniendo la capacidad de crítica para discernir entre “voces y ecos” y ser capaces de traducir experiencias para dar testimonio en contextos de pluralismo).

Por su parte y ya a modo de síntesis, la religiosa del Sagrado Corazón de Jesús, Teresa Iribarren, expresó, con sencillez pero rotundidad, algunas convicciones que subyacen en la visión de una VR renovada, analizando las tres posturas planteadas en las jornadas.

“Podemos ser religiosos ausentes cuando decimos con la vida: ‘Esto no va conmigo, mis tiempos no son estos. No entiendo el lenguaje, soy de otra época’. Cuando pasan lista y no estoy. Vivo tranquilo, desinteresado. Puedo ser religioso espectador si soy de los que oigo, sé, conozco, distingo, pero no me fijo. Me he sentado en la silla de la pasividad… La cultura del espectáculo es pasiva, no entra en el corazón y, poco a poco, nos hace superficiales e insignificantes”.

“Pero vivo implicado cuando me preocupa lo que pasa en la sociedad, oigo las voces –continuó–. Muchas veces me siento solo pero busco trabajar con otros, hacer redes… Estar implicado supone estar atentos a la información y ser capaces de atravesar la portada, la letra pequeña; ser zahorís de los valores emergentes y saber acompañar y educar a niños y jóvenes, quienes tendrán en sus manos la vida pública que todos deseamos sea mejor. Es vivir esperanzados y comprometidos”.

LEVADURA

La Vida Religiosa nunca ha pretendido ser, simplemente, mano de obra de la Iglesia, sino ser una presencia del Espíritu, un paradigma de búsqueda, un catalizador de la conciencia en la sociedad en la que nació.

La Vida Religiosa surge de una cultura para desafiarla y debe ser una respuesta consciente y creativa a la cultura en la que existe o no será, en el mejor de los casos, más que una piadosa apariencia de vida espiritual, un ejercicio terapéutico de búsqueda de una satisfacción personal.

mtlopez@vidanueva.es

En el nº 2.791 de Vida Nueva.

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