¿Qué queda de la JMJ? ¿Sigue la Iglesia siendo noticia?

Embajada española ante la Santa Sede - mesa redonda JMJ

La Embajada de España ante la Santa Sede analiza el desafío comunicativo que supuso para la Iglesia

Embajada española ante la Santa Sede - mesa redonda sobre la JMJ

Texto y fotos: DARÍO MENOR | Hace poco más de medio año, los jóvenes católicos daban una lección de civismo y de amor a la Iglesia en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) celebrada en Madrid. Alrededor de dos millones de personas se congregaban en mitad del severo estío de la capital española para ver y escuchar al Papa, renovar su fe y comprobar con gentes llegadas de todo el mundo que la universalidad eclesial no es solo un eslogan. [Seis meses después de la JMJ, ¿sigue la Iglesia siendo noticia? – Extracto]

Seis meses después de aquel encuentro, que alcanzó su clímax con la vigilia de oración celebrada en la explanada de Cuatro Vientos presidida por Benedicto XVI, en la que la inesperada tormenta unió a los jóvenes y al Pontífice bajo una misma lluvia, la Embajada de España ante la Santa Sede se preguntó cuál es hoy el legado de la JMJ y si la Iglesia, que tantas informaciones protagonizó entonces, sigue siendo aún noticia.

En la mesa redonda celebrada el pasado 21 de febrero y presidida por el arzobispo italiano Claudio Maria Celli, presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, un miembro de la organización de las Jornadas y periodistas españoles e italianos, entre los que se encontraba Juan Rubio, director de Vida Nueva, reflexionaron sobre estas dos cuestiones.

Secundando a Antonio Gallo, responsable de redes sociales de la JMJ, Celli dijo que la intención de este encuentro multitudinario era “mejorar la imagen que los jóvenes tienen de Jesús y de la misma Iglesia”, un objetivo que se logró con creces. “Fue un gran acontecimiento que consiguió ser noticia en todo el mundo. Era, además, un momento muy valioso para los comunicadores, presentado en una bandeja de plata”, afirmó el presidente del citado dicasterio vaticano.

Embajada española ante la Santa Sede - mesa redonda JMJ

Juan Rubio, Antonio Gallo y el arzobispo Claudio Maria Celli

Durante su intervención, Rubio explicó el éxito de la JMJ por la conjunción de dos voluntades. La primera era la de Benedicto XVI, quien quería encontrarse con los jóvenes en Madrid de forma diferente a como lo hacía antes Juan Pablo II.

La segunda clave viene de las ganas de “todo un país” por recibir al Pontífice, como demostraron todas las administraciones, desde el Gobierno central a los ayuntamientos de la capital y de las localidades vecinas, al volcarse con este evento, facilitando la organización y logística. La guinda la pusieron los jóvenes participantes, quienes “hicieron gala de su gran civismo y mostraron el orgullo de ser cristianos”.

Durante aquellos calurosos días, en Madrid se vio que “la Iglesia es universal, la gente sentía que compartía la misma fe, aunque llevara distintas banderas”, afirmó Rubio. “La Gran Vía de Madrid fue entonces de verdad como la de Nueva York, llena de personas de todos los países unidas por la misma fe”.

Un antes y un después

Al analizar la JMJ desde el punto de vista de la comunicación, el director de esta revista dijo que fue “un caramelo en dulce” para cualquier periodista y que marca “un antes y un después” en la información religiosa.

“Durante la JMJ, algunos medios
contaron lo que vieron y les dijeron.
Eso es lo que hay que hacer, informar sin adoctrinar,
estar al servicio de la verdad”.

Juan Rubio, director de ‘Vida Nueva’.

Identificó Rubio tres maneras erradas de narrar la JMJ por parte de la prensa. “Cada cual la contó a su manera. Hubo quien lo hizo con un laicismo agresivo, buscando la aguja en un pajar y deteniéndose solo en lo negativo. Otros aprovecharon para cuestionar la fe y reabrir el debate sobre los temas polémicos de siempre, como el sacerdocio femenino y el celibato. Y luego estuvieron los que intentaron adoctrinar, llegando a una papolatría que hubiese molestado a Benedicto XVI”.

Los medios encuadrados en este último grupo dieron gran espacio a los movimientos eclesiásticos y silenciaron a las congregaciones religiosas, lamentó el periodista, para quien, pese a estas sombras, también hubo quien informó con respeto, haciendo noticias que se merecían un premio.

“Contaron lo que vieron y les dijeron. Eso es lo que hay que hacer, informar sin adoctrinar, estar al servicio de la verdad”, opinó Rubio. Esta verdad a la que se refirió fue ensalzada de forma revolucionaria por los jóvenes que participaron en la JMJ. “Vimos una revolución distinta, sin imágenes del Ché Guevara ni el Libro Rojo de Mao. Los muchachos, lo que llevaban, era el Youcat, el catecismo de los jóvenes. Los obispos estaban alucinando ante lo que estaba pasando y la ciudad de Madrid no podía esperarse una imagen tan propicia de cara a la candidatura a los Juegos Olímpicos”.

Enric Juliana, director adjunto del diario La Vanguardia, el otro periodista español que participó en la mesa redonda, consideró que la JMJ marcó el final de una época en España. “Faltaban tres meses para las elecciones generales, en las que no era difícil presumir cuál podía ser más o menos el resultado. Por lo tanto, existía la impresión general de que nos encontrábamos ante el final de un ciclo político de siete u ocho años que se inició, al menos en el plano simbólico, bajo el signo de un cierto enfrentamiento entre el nuevo Gobierno socialista y la Iglesia católica a raíz, sobre todo, de algunas iniciativas legislativas adoptadas por el Ejecutivo en materia de costumbres. Estas reformas encontraron la crítica y el rechazo no solo de la jerarquía eclesial, sino también de la sociedad católica, con manifestaciones en Madrid, especialmente”, dijo Juliana.

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El arzobispo Celli

Durante las dos legislaturas que duró el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, este enfrentamiento fue evolucionando hacia un entendimiento, aunque lo hizo de forma “menos noticiada y explicada” que en los momentos de choque. “En España, en el interior de la burbuja económica, había también una cierta burbuja político-emocional, en la que se intentó recrear en términos posmodernos el viejo enfrentamiento” entre los dos bandos de la Guerra Civil.

En “términos reales”, sin embargo, se fue llegando a acuerdos tan valiosos como el de la financiación de la Iglesia católica, con el que se ha logrado una estabilidad “no vista en veinte años”. “En otros períodos, la situación era más desfavorable, pues cada año tenía la Iglesia que llamar a la puerta del Gobierno para renegociar el dinero que iba a recibir”.

Este éxito, unido a la “actividad y sabiduría” del Secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone, lograron “acompasar” la relación entre la Santa Sede y el Gobierno de Zapatero. La sintonía quedó escenificada en la JMJ, que se benefició del total apoyo logístico y fiscal por parte del Ejecutivo.

“En los últimos tiempos ha habido una mejora
en la actitud comunicativa de la Santa Sede.
Intentamos, dentro de lo posible,
establecer un diálogo abierto con la prensa”.

Claudio M. Celli, presidente del dicasterio para las Comunicaciones Sociales.

“Entre la imagen virtual de la España dividida en dos y enfrentada y la real en la que el Gobierno ofrece beneficios fiscales y colabora con la Iglesia en un evento de la máxima importancia, hay una gran distancia”, afirmó Juliana, quien coordinó la información de su periódico sobre la JMJ.

En su opinión, la “percepción social y política” de las Jornadas indica que fueron “un éxito”. “La movilización de los jóvenes en Madrid fue extraordinaria desde todos los puntos de vista, no solo por la organización, que estuvo perfectamente planteada, sino también por la ejemplaridad y el comportamiento cívico de los muchachos de todo el mundo”.

“En agosto, la capital del país descubría que estaba inmersa en una severa crisis económica. En esa situación, llega una multitud de jóvenes con una actitud cívica perfecta y ejemplar. Para mí, y para gran parte de la sociedad, esa fue una de las señales más importantes”, añadió.

Juliana relacionó la JMJ con el movimiento 15-M, que poco antes de la cita católica estival también llenó las calles de Madrid. “Tres meses antes de las Jornadas hubo otra movilización social y mediática, que de alguna manera reproduce en términos europeos las manifestaciones de la primavera árabe. Las imágenes de Madrid tenían una fuerza televisiva muy grande. Debido a la multiplicación mediática, el movimiento se propaga por el mundo como signo de un nuevo tipo de respuesta de disconformidad contra la crisis”.

Entre el 15-M y la JMJ, ambos fenómenos multitudinarios, se produjo el contacto de los pequeños incidentes en la Puerta del Sol, protagonizados por algunas personas “que no tuvieron una actitud muy educada hacia los jóvenes católicos”, señaló.

El reto de comunicar

La mesa redonda organizada por la embajada de España ante la Santa Sede coincide con un momento difícil en el pontificado de Benedicto XVI debido al llamado “Vatileaks”, el escándalo por la aparición en la prensa de documentos confidenciales en los que quedan al descubierto peleas entre cardenales y supuestas irregularidades en el Gobierno y gestión económica de la Santa Sede.

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El periodista Enric Juliana

La embajadora, María Jesús Figa López-Palop, dijo durante su presentación que cuando hace algunos meses se planteó la organización de este evento, “era imposible saber que iba a coincidir con un período agitado en la información sobre la Iglesia”. Para Figa, la pregunta que se planteaba a los ponentes –¿es la Iglesia aún noticia?–, tiene una respuesta “afirmativa”.

Coincidió la embajadora con los participantes en el acto al calificar de “éxito” la JMJ, y citó entre sus muchos frutos la posibilidad brindada a informadores del mundo entero “para que conozcan mejor España y su realidad eclesial”. Solo conociendo la realidad, opinó, se puede informar con profesionalidad.

Celli recogió el guante y se preguntó sobre “dónde está hoy la noticia”, pensando en “lo que está pasando en nuestra casa”. Dijo que la Iglesia se enfrenta a tres riesgos en el mundo de la comunicación. El primero es el de la “información insignificante”. Los medios, en ocasiones, maximizan la cobertura de algunos hechos, ofreciendo gran visibilidad a estas noticias y olvidándose de otras que, sin embargo, sí son relevantes.

El segundo peligro subrayado por el presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales es el de las representaciones “mutiladas”. “En ocasiones se informa de una parte tan reducida de un hecho que se puede caer en la desinformación o la deformación de la realidad”.

El último riesgo es el de la “instrumentalización”, en el que se cae cuando se presentan los hechos con una visión ligada a intereses específicos. “Teniendo en cuenta estos tres peligros, no me sorprende lo que estamos viendo estas últimas semanas”, reconoció Celli.

“En medio de una severa crisis económica,
llega una multitud de jóvenes con una actitud cívica
perfecta y ejemplar. Para mí, y para gran parte de la sociedad,
esa fue una de las señales más importantes”.

Enric Juliana, director adjunto de ‘La Vanguardia’.

Coincidiendo en parte con una conclusión a la que también llegó Juliana, el arzobispo dijo que vivimos en “un período posmoderno” en el que “las narraciones, la ideología y la propia religión” parecen haber caído. De ahí nace la legitimidad de las micronarraciones y de la información sobre aspectos menores.

Ante este cuadro, quiso citar a Benedicto XVI, quien, en un reciente encuentro con seminaristas de Roma, se refirió a las últimas noticias que sacuden la Santa Sede por el escándalo “Vatileaks”. “También hoy se habla mucho de la Iglesia de Roma, de tantas cosas; esperemos que se hable también de nuestra fe, de la fe ejemplar de la Iglesia de Roma y pedimos al Señor para que podamos hacer de tal manera que se hable no de tantas cosas, sino más bien de la fe de la Iglesia de Roma”, dijo el Papa.

Celli valoró la actitud comunicativa de la Santa Sede asegurando que “en los últimos tiempos ha habido una mejora”. El mayor cambio consiste en que “no se intentan esconder” los hechos; se trata de “clarificarlos”. “Intentamos, dentro de lo posible, establecer un diálogo abierto con la prensa”.

Esta nueva actitud ha quedado demostrada, en su opinión, con el tema de los abusos sexuales a menores cometidos por eclesiásticos. “Habrán visto que la Santa Sede, con sus gestos, empezando por el Santo Padre, ha mantenido una actitud de transparencia”, afirmó el arzobispo, para quien “no se resuelven los problemas escondiéndolos”.Embajada española ante la Santa Sede - mesa redonda JMJ

Apostó por establecer un diálogo “correcto y respetuoso” a todos los niveles y pidió que se ame a la Iglesia para “conocerla de verdad” y poder así informar de ella con profundidad. “Benedicto XVI ha subrayado varias veces en su encíclica Caritas in veritate la relación entre búsqueda de la verdad y amor. Es una realidad que está en sintonía con nuestro camino”.

En la mesa redonda participaron los vaticanistas de dos de los diarios italianos más prestigiosos: Marco Ansaldo, de La Repubblica, y Gian Guido Vecchi, del Corriere della Sera. Ambos periódicos dedicaron amplio espacio a informar de la JMJ.

Ansaldo dijo que seguir la actualidad de la Iglesia en general, y del Vaticano en particular, supone una tarea “muy difícil”, no solo por lo “delicado del argumento”, sino también por la dificultad para encontrar fuentes “fidedignas y seguras que interpreten lo que de verdad pasa dentro de la Iglesia”. Esta necesidad “imprescindible” para el periodista es difícil de satisfacer porque el Vaticano es muchas veces un “mundo cerrado”, a veces incluso “impenetrable”, debido a su naturaleza y a la voluntad de sus principales protagonistas.

¿Qué piensa un cardenal?

El vaticanista de La Repubblica subrayó que esta crítica no significa que no haya “comunicación por parte de la Iglesia”, sino que esta es, en demasiadas ocasiones, solo “institucional y oficial”. “Yo, por mi trabajo, no me puedo quedar en la epidermis, tengo que llegar hasta las capas internas de la piel. A nosotros nos hace falta información, pero también su valoración e interpretación. En ocasiones es importante que haya alguien que hable claro, se exponga a ser citado y entrevistado”.

Embajada española ante la Santa Sede - mesa redonda JMJAunque agradeció la amplia disponibilidad del portavoz vaticano, el jesuita Federico Lombardi, del director de L’Osservatore Romano, Giovanni Maria Vian, y del cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo para la Cultura, entre otros, Ansaldo recordó que, a veces, a los informadores les hace falta saber lo que “piensa un cardenal”.

“Esta impermeabilidad no es útil al flujo racional de las informaciones, no es útil a la institución de la Iglesia, ni tampoco es útil a la comunicación y, por tanto, a la opinión pública”, advirtió el periodista de La Repubblica.

En la misma línea se mostró Gian Guido Vecchi, para quien la verificación de las noticias, uno de los mandamientos principales para cualquier reportero, es “cada vez más complicada” dentro de la Iglesia.

El vaticanista del Corriere della Sera subrayó que tanto en España como en Italia, el interés hacia las noticias religiosas “es muy alto”. “La Iglesia es fuente continua de noticias. El problema es cómo son estas noticias”.

Los riesgos comunicativos, a los que también se refirió el arzobispo Celli, hacen que a veces se informe del mundo eclesial “con la intención de dejarlo en ridículo”. Otros medios optan por “espectacularizar” las noticias con el objetivo de “hacer ruido y vender más”. Vecchi también introdujo otro peligro al que debe hacer frente la Iglesia en la comunicación: los errores no intencionales.

“En ocasiones, los periodistas estamos bombardeados de noticias, sin tiempo para reflexionar sobre ellas y con urgencia para escribir. En este contexto es más fácil cometer errores”, reconoció.

Juliana completó esta reflexión al advertir que la tecnología “no ha resuelto este problema”, sino que incluso lo está haciendo más difícil. “Si antes era difícil explicar de forma matizada, ahora es aún más complicado por las prisas de Internet y la extensión de los 140 caracteres que ofrece Twitter”.

En el nº 2.791 de Vida Nueva.

 

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