Antonio María Claret

JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | Confieso que en mi última crónica cometí un craso error, un error por el que pido disculpas a los hermanos claretianos. Hablando de outsiders en la Iglesia, y poniendo como ejemplos a Juan de la Cruz y Teresa de Jesús, incluí al P. Claret, del que dije injustamente y sin rigor histórico que “había sido expulsado de la congregación que él fundó”.

¡Difícil puede ser expulsado de una congregación a la que perteneció solo en los últimos días de su vida! Junto a mis disculpas por la apreciación ante tan gran santo, al que admiro como modelo de evangelizador, me explico.

Quise decir que hay maneras de vivir en las afueras, aun habiendo sido el mentor de alguna institución. El P. Claret fundó su obra, pero supo alentarla sin estar en su interior, dada su situación jerárquica en la Iglesia y su papel en la vida de la Corte española.

El verbo me jugó una mala pasada, junto con la prisa. Quería hablar de outsider en el sentido de sencillez y fuerza profética, pero no lo que el verbo “expulsar” quiere decir.

Espero que los claretianos sepan perdonarme. Pueden estar tranquilos de mi aprecio de su figura y obra, así como de su talante eclesial en medio de dificultades, como mostró en las celebraciones del Vaticano I a las que asistió. Habrá quien tome el error como un arma. Serenidad, pues.

director.vidanueva@ppc-editorial.com

  • La crónica del director: El humanismo cristiano del Partido Popular, por Juan Rubio

En el nº 2.790 de Vida Nueva.

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