Una tarde cualquiera de domingo

voluntarios cristianos centro san camilo Madrid

El Centro San Camilo de Madrid promueve el voluntariado de familias con enfermos ancianos

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ÁLVARO REAL. Fotos: LUIS MEDINA | La Jornada Mundial del Enfermo (11 de febrero) fue la “excusa” perfecta para, al menos por un día, permanecer cerca de personas que atraviesan por una situación de especial dificultad. Algo que, por otro lado, es una forma de vida para muchas personas que viven como una vocación el acompañamiento del enfermo. Es el caso de Raquel Escribano, quien permanece junto a Bibiana Pérez, en silla de ruedas. [Una tarde cualquiera de domingo – Extracto]

No hablan. Raquel simplemente la acaricia. Está junto a ella. Les separaran casi 80 años, aunque en este instante esa diferencia no existe. Raquel tiene 15 años y desde el año pasado viene con sus padres, Carmen y Santi, hasta el Centro Asistencial San Camilo, en Tres Cantos (Madrid).

La familia Escribano es una de las nueve familias que un domingo de cada tres participan en el programa de voluntariado para familias integrado dentro del proyecto Domingo en San Camilo. Un proyecto único en el que es toda la familia la que se convierte en compañera.

“Vengo a pasar una tarde de domingo diferente. Aquí no se pierde el tiempo, se está con la gente”, nos explica Raquel, quien reflexiona: “A mí me gustaría que, cuando sea mayor, hicieran lo mismo conmigo: simplemente, estar a mi lado”. Para ella no se trata de un voluntariado al uso, desde el punto de vista de una obligación o responsabilidad que cumplir. Sus visitas al Centro están integradas en su vida cotidiana.voluntarios cristianos centro san camilo Madrid

Xabier Azkoitia, responsable del Servicio de Atención Espiritual y Voluntariado del Centro Asistencial San Camilo, puso en marcha este proyecto al que se suman una treintena de voluntarios que ofrecen acompañamiento al 90% de sus 135 residentes.

Son aquellos que necesitan una silla de ruedas para moverse, que llevan oxígeno y que, de no ser por estos voluntarios, pasarían el domingo en soledad. No pueden bajar al bingo, donde se encuentran los residentes que tienen cierto grado de movilidad, y el ambiente distendido y amable de la compañía y las conversaciones contrasta con la idea del posible silencio sin la presencia de estos voluntarios.

“Hace cinco años revisamos el tipo de voluntariado con que contábamos y nos dimos cuenta de la posibilidad de que las familias pudieran ejercerlo de una manera continuada”, cuenta Xabier. El Centro se convierte así en un auténtico ejército de voluntarios de batas blancas de todas las edades. Niños de dos o cinco años, junto con adolescentes de 15 o 16. Padres, hijos y abuelos dispuestos a dar conversación, a charlar, a acompañar a las personas.

No se trata de realizar labores sanitarias, ni dar de comer, ni mover a los pacientes, porque para ello están los auxiliares sanitarios y los profesionales de la salud. “A veces hay que enseñarles a no hacer nada, aparentemente. Aquí solo se les pide estar presentes y acompañar”, comenta el responsable.

El valor de una conversación

En una de las mesas al fondo de la segunda planta, Chema Antequera mantiene una viva conversación con dos residentes. Nos acercamos. Chema nos cuenta que Petra fue costurera y es extremeña, y que Virgilia próximamente cumplirá 93 años y tiene 30 nietos y 37 bisnietos. “¿Cómo te acuerdas de tantas cosas nuestras?”, le pregunta Petra. A lo que él contesta: “Es normal, si ya somos casi de la familia…”.

voluntarios cristianos centro san camilo MadridChema comenzó como voluntario en el Centro Asistencial San Camilo. Ahora se encuentra dentro del Comité Ético Asistencial.

Impacta esa conversación “familiar” con Virgilia y Petra, cuando su verdadera familia –su mujer Mar, sus hijos Carlos, de 14 años, y Jorge, de 12 años, y su sobrina Cristina, de 20 años– mantiene conversaciones parecidas en las mesas contiguas. Familias unidas haciendo familia y acompañamiento, pasando una tarde de domingo con la única expectativa de compartir voluntariado.

“Se trata de un voluntariado totalmente integrado con el ideario del Centro y la espiritualidad ‘camiliana’, pues permite a los voluntarios ejercer un rol determinado y además participar en un proyecto colectivo mayor que, en esencia, consiste en que nadie pase un domingo sin un rato de conversación, sin una caricia o la simple compañía”, explica Xabier.

Junto a los voluntarios, tres auxiliares de enfermería están atentas a cualquier problema que pueda suceder y reconocen que la presencia de los voluntarios, principalmente los más jóvenes, relaja a los pacientes sobremanera. Aunque a veces son más bien ellos los que ayudan a los voluntarios.

“Esto les permite estar presentes y acompañarles durante el final de sus vidas. Les ayuda a entender la importancia de los recuerdos pasados, el sentido que tiene acompañarles hasta verles morir”, afirma emocionado Xabier. Incluso, en algún caso, las experiencias terminan por ayudar a descubrir en un voluntario su vocación como médico…

Poco a poco, las familias van conociendo el proyecto y apuntándose al voluntariado. Alfonso Carcasona es uno de los que más personas va convenciendo para este servicio.

“Al principio, me acerqué con unos amigos, con la idea de hacer algún tipo de voluntariado, pero mis amigos se echaron atrás, porque decían que era un poco duro”, recuerda este padre de familia, que finalmente tiró de “autoridad paterna” para convencer a su familia.voluntarios cristianos centro san camilo Madrid

Aunque ahora le sirve de poco: “Con mis hijas e incluso con mis padres, aquí no existe la figura de la autoridad paterna; simplemente, existen unas conversaciones de tú a tú, sobre lo que estamos viviendo. Es una manera de incluir a los hijos en el mundo de la solidaridad”.

Junto a Alfonso, acuden su mujer y sus hijas: Ana, de 11 años, y Blanca, de 14. También participan sus padres, Virginia y José María, y sus tíos y su sobrina. Tres generaciones familiares unidas.

Una tarea cotidiana

Algo que no deja de agradecer: “La experiencia es muy bonita, porque aúna estar en familia y ayudar. Al principio es un poco duro; los primeros minutos son un poco de agobio, pero enseguida te quedas asombrado por la espectacular relación, sobre todo de los más jóvenes con los mayores”.

No se trata de ningún esfuerzo e, incluso, si por ellos fuera, no lo abordarían como un voluntariado: “Al final, el venir un domingo de cada tres está tan integrado en nuestra vida cotidiana que es una actividad más de las que realizamos”, nos cuenta Alfonso, mientras saluda y habla con algunos pacientes: “Al final, ellos te dan más a ti de lo que tú les puedas ayudar”.

Y es que son muchas las cosas que estas familias se llevan a casa y, por eso, no les supone ningún esfuerzo venir hasta aquí: al contrario, lo aprecian como una gran oportunidad, como un regalo. Es la experiencia de poder ayudar, acompañar y escuchar la que ha podido animar a la familia La Balsa; o quizá un tipo de voluntariado que consiga unir a Beatriz y a su hijo; o el intento de Mónica de que sus niños conozcan el maravilloso mundo sanitario y voluntario; o la intención de Julia de poder inculcar valores a sus vástagos.

voluntarios cristianos centro san camilo MadridQuizá, todo sea más fácil y, simplemente, se trate de pasar un domingo, como otro día cualquiera, hablando con unos y otros, sin pararse a pensar en si son enfermos, ancianos y residentes. Incluso da igual la conversación, lo importante es la compañía.

Los jóvenes se acercan a los mayores residentes, con una simple pregunta: “¿Y qué me cuentas?”. Da igual la respuesta, porque, finalmente, en un fin de semana de ola de frío, o de sol estallante, todos terminan siempre hablando del tiempo. Y eso basta. Es una caricia, como el silencio que abraza.

Cuando las palabras sobran

Un carácter especial tiene la acción de acompañamiento que se desarrolla en la quinta planta, la que corresponde a Psicogeriatría. Allí se encuentran los pacientes con problemas cognitivos, con alzheimer y enfermedades degenerativas. Muchos no pueden hablar ni pueden realizar ningún tipo de actividad.

Sin embargo, la presencia de los voluntarios, sobre todo de los más jóvenes, les calma y tranquiliza. Gracias a ello, algunos pueden bajar a misa, pueden estar en lugares comunes y pueden socializarse, aunque solo sea mediante un simple gesto; el de recibir una caricia de cariño o una mirada de ternura.

En el nº 2.789 de Vida Nueva.

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