Gian Franco Svidercoschi: “El clericalismo frena cualquier cambio en la Iglesia”

Gian Franco Svidercoschi, vaticanista

Vaticanista, publica ‘Dolor de la Iglesia. Dudas y esperanzas de un cristiano en crisis’

Gian Franco Svidercoschi, vaticanista

Texto y fotos: DARÍO MENOR | El veterano vaticanista italiano Gian Franco Svidercoschi, exvicedirector de L’Osservatore Romano y autor de numerosos libros sobre Juan Pablo II, ha escrito un ensayo valiente. Con el título de Mal di Chiesa. Dubbi e speranze di un cristiano in crisi (Dolor de la Iglesia. Dudas y esperanzas de un cristiano en crisis), de próxima publicación en español por la editorial San Pablo, denuncia algunos de los grandes problemas de la Iglesia, como el clericalismo, el ninguneo a los laicos, la incapacidad de algunos colaboradores del Papa y los propios errores personales de Benedicto XVI en su pontificado. [Entrevista con Gian Franco Svidercoschi – Extracto]

En Italia le ha costado que se lo publiquen, pues, según denuncia, hay miedo al “fuego amigo” de las críticas que puede hacer alguien que se siente parte de la Iglesia. “Como creyente que ha aprendido a ser libre en la escuela del Concilio, pienso que tengo el derecho y el deber a escribir un libro así”.

– ¿Cómo han sido las reacciones a su obra dentro de Italia?

– En el Vaticano, hubo quien me dijo que no debía publicarlo. Luego han dicho que en la Secretaría de Estado pensaban que no debía escribir un libro así. Sin embargo, he visto que, poco a poco, se ha hecho un hueco. Los medios católicos italianos han reaccionado bien, lo que demuestra que hay ganas de respirar, de hablar. En los últimos tiempos vemos una Iglesia demasiado cerrada en sí misma. Todos nos habíamos habituado a ello. Yo mismo me planteaba si tenía o no que publicarlo. Si quienes critican a la Iglesia son periodistas ajenos a ella, todo va bien, pero si la crítica viene de dentro, no gusta. Sin embargo, muestra que la Iglesia está viva y que hay libertad. Un importante cardenal me animó mucho a publicarlo. Decía que había que tener la valentía de decir estas cosas. Le respondí: “Eminencia, podía también decirlas usted”. Adujo que no, que no podía.

“Este Papa ha llegado tarde al papado.
No tiene la edad para llevar a cabo
una reforma desde cero,
pero tampoco tiene ayudas
ni de la Curia romana ni del episcopado”.

– Usted aboga por un cambio de rumbo en la Iglesia. En Friburgo, Benedicto XVI pedía la reforma y “desmundanización” de la Iglesia. ¿Por qué no llega esta?

– Este Papa ha llegado tarde al papado. No tiene la edad para llevar a cabo una reforma desde cero, pero tampoco tiene ayudas ni de la Curia romana ni del episcopado. En Alemania decía que había un riesgo de que las estructuras sofocasen el espíritu. Los primeros en criticar ese mensaje fueron los obispos alemanes. ¿Cómo pueden cambiarse las cosas si, aunque un Papa dice que hay que hacerlo, el episcopado defiende lo existente?

Esta situación ha quedado al descubierto con la cuestión de la pedofilia. Ha demostrado que el sistema clerical ha llegado a un punto en el que representa un grave peligro para la Iglesia. El primer problema lo tiene el cura pedófilo, quien pervierte su ministerio. Luego está la educación sexual errónea que, probablemente, ha recibido ese sacerdote. Se han cometido errores en los seminarios, haciendo una separación entre cuerpo y alma, mostrando la sexualidad como un tabú. Finalmente, está el obispo que cubre esa actuación pedófila.

Al proyectar estas tres cosas sobre la Iglesia universal, se ve que hay un clero que aún tiene una autoridad exagerada sobre los fieles, por lo que no hay un equilibrio con el Pueblo de Dios.

Gian Franco Svidercoschi, vaticanista– ¿Es, pues, un problema de organización?

– También de doctrina moral, pues la Iglesia parece estar hecha solo de prohibiciones en lugar de ayudar a la libertad de las personas. Muchos obispos han defendido la casta, en lugar de a las víctimas. Al trasladar el problema de los abusos a la dimensión universal de la Iglesia, ves que la culpa de todo la tiene este sistema clerical. Se ha desarrollado un sistema donde el sacerdote es el único que manda. Donde se ve de forma más evidente es en los episcopados y en la Secretaría de Estado. La Curia se ha convertido en un poder, si no alternativo al Papa, al menos paralelo. Ella hornea continuamente documentos que luego no llegan a la gente.

¿Dónde está la ‘Lumen Gentium’?

– ¿Viene este clericalismo de un olvido del Concilio Vaticano II?

– El sistema clericalista está en el origen de muchos problemas, frena todo cambio en la Iglesia. Cada uno defiende su parcela de poder. Esta Iglesia debe cambiar. ¿Cuál es el documento del Concilio que no ha sido nunca desarrollado en su totalidad? El documento fundamental: la Lumen Gentium. Los tres problemas principales que plantea siguen sin resolverse.

El primero es el de que la Iglesia debe ser más espiritual, más evangélica, menos institucional y menos jerárquica. Segundo, la Iglesia como Pueblo de Dios. Todos son iguales, del Papa al último de los creyentes. ¿Hay hoy en la Iglesia este reconocimiento? Tercero, la Iglesia colegial. Esto supondría un mayor equilibrio entre el poder papal y el de los obispos. De estos tres puntos, que son fundamentales para hacer una Iglesia a imagen de Dios, no hay hoy casi nada.

“Se ha desarrollado un sistema
donde el sacerdote es el único que manda.
La Curia se ha convertido en un poder,
si no alternativo al Papa, al menos paralelo”.

– En su libro, valora la encíclica ‘Deus caritas est’, pero sostiene que, tras ella, la situación del pontificado empeora…

– Benedicto XVI desarrolla bien toda la parte del amor en la Deus caritas est. En la segunda encíclica, que habla de la esperanza, la cosa cambia, pues se excluye a los hombres de buena voluntad. Cuando se lee la encíclica, se ve que está dirigida solo al cristiano, como si solo él tuviese derecho a la esperanza. ¡Qué diferencia hay entre esta postura en la encíclica y el inicio de la Gaudium et spes, en la que se subrayaba la participación de todos los hombres!

– Parece decir con su tesis que la Iglesia habla solo a los creyentes y, sobre todo, a los occidentales…

– Sí. De hecho, una de las críticas que hago es a la obsesión con Occidente. Es verdad que Occidente se está descristianizando, pero me parece excesivo. En este sentido, hay algo equivocado y contraproducente: en lugar de reducir la burocracia de la Curia romana, se ha creado un nuevo dicasterio, el de la Promoción para la Nueva Evangelización. En el documento de fundación de este pontificio consejo, Juan Pablo II es citado por el documento postsinodal tras el sínodo de los laicos de 1987. No se le cita por la Redemptoris Missio, en la que definía la Nueva Evangelización. No se cita para hacer ver que es algo nuevo. Es absurdo. Todo esto deriva del celo de ciertas personas que se han querido colocar delante.

Esto también forma parte de la mentalidad de Ratzinger. Cuando hay algo que va mal, no se dice que hay que arreglarlo, sino que se vuelve un poco al pasado. Si la liturgia va mal, se retorna a una gran sacralidad y a la misa en latín. Si la concepción de Pueblo de Dios es criticada en América Latina porque se convierte en un eslogan de una cierta teología, no es que se corrija, sino que se elimina el concepto de Pueblo de Dios, que ha sido una de las más grandes conquistas del Concilio.

“Cuando hay algo que va mal,
no se dice que hay que arreglarlo,
sino que se vuelve un poco al pasado.
Si la liturgia va mal, se retorna a la misa en latín”.

– ¿Cómo debe reaccionarse entonces ante la descristianización de Occidente?

– Antes de evangelizar Europa hay que evangelizar a los evangelizadores. Deben estar convencidos de lo que hacen. Habría que incitar a las Iglesias locales a hacer algo. No debe ser Roma la que diga cómo hacer las cosas. Los laicos deben ser importantes, convirtiéndose en testigos del Evangelio. Y eso lo haces si te sientes reconocido en la Iglesia. La actual generación de católicos debe estar formada por personas maduras, conscientes de su identidad. Han de ser cristianos porque creen, no por inercia.

En el nº 2.788 de Vida Nueva.

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