Francisco García Martínez: “Una buena teología ayuda a Dios a ser Dios”

Francisco García Martínez, profesor Cristología UPSA

Profesor de Cristología en la UPSA

Francisco García Martínez, profesor Cristología UPSA

LUIS SANTAMARÍA DEL RÍO | Francisco García Martínez (Toro, 1967) es un buen ejemplo de “cura todoterreno”. Es profesor de Cristología en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA) y capellán de su Colegio Mayor, pero su vida y su ministerio no se reducen a lo intelectual y académico.

Desde su ordenación presbiteral en Zamora, en 1993, hasta su llegada a Salamanca para sustituir en la enseñanza, primero a su paisano Julio Ramos, y después a Olegario González de Cardedal, Paco (como lo conoce todo el mundo) ha tenido ocasión de vivir muchos aspectos del sacerdocio, siempre en contacto con la realidad.

Su vocación procede de una familia cristiana de la que recibió la fe y del posterior contacto con dos curas, “sintiendo que entre todos la han llevado como en alas de águila”.

Sus estudios de Teología Dogmática en Salamanca (licenciatura) y en Roma (doctorado) solo han conformado una parte de su aprendizaje, que ha contado también con una escuela fundamental: la pastoral parroquial y el acompañamiento de personas y grupos. Allí ha aprendido que “el cura predica en el espacio que hay entre la lectura meditada del Evangelio y la contemplación orante del Evangelio tal y como se vive entre la gente cristiana sencilla”. Por eso, explica, “no hay que inventar muchas cosas, sino dejar que se exprese el Evangelio”.

Paco tiene claro el papel central de la Sagrada Escritura, no solo en la teología, sino en toda la vida de fe: “A veces, el Evangelio está en la gente; otras, la gente en el Evangelio. Solo hay que sacar a la luz la correspondencia para alentar, siempre alentar”.

Eso sí, junto a la Biblia, los libros, tanto de teología como de práctica pastoral y narrativa contemporánea, sirven, “no para despistarnos de la realidad, sino para reconocerla en su hondura y hablar con el pudor que da el conocer el misterio inabarcable de Dios y del mundo”.

Como cura teólogo que ejerce la investigación y la docencia, entiende estas como algo propio de su misión: “Se acusa a la teología (por un lado y por el otro) de complicar las cosas (de la praxis o de la oración), pero hay que ver cuántas complicaciones ha creado la superficialidad autosuficiente vestida de generosidad o vida piadosa; cuánto fanatismo y cuántas posibilidades muertas”.

Esta fe que busca el entendimiento es, para Paco, “respuesta admirada a la obra de Dios, tan inmensa, tan armónica, tan atrayente y, a la vez, tan inasible, tan paradójica a veces…”.

Como la Magdalena

Siguiendo con la teología, el joven profesor la define con una sugerente imagen bíblica: “Como la misma fe que quiere tocar por amor, como María Magdalena, y que sabe que debe volverse a comunicar a otros lo descubierto”.

Un misterio de atracción y envío en la órbita de la fe, pero que no puede ni debe ir más allá de sus posibilidades: “A veces, Dios mismo, como Cristo, se deja tocar, aunque inmediatamente se separa para que ni la razón ni la oración, sin la praxis… le dominen. Una buena teología ayuda a Dios a ser Dios en su verdad en nosotros, a luchar contra toda idolatría, incluso de la razón”.

Con el fin de dar un sentido práctico a sus variadas reflexiones, ha elaborado unos materiales de formación para laicos que se utilizan en la Diócesis de Zamora. Además, realiza unas hojas mensuales que dan pistas para la oración personal, convocando con este motivo a un encuentro también mensual.

Porque, como él mismo reconoce, “me he ido convenciendo de que la oración en todos sus niveles, personal y comunitaria, debe poseer una centralidad mucho mayor de la que le hemos concedido hasta ahora”. Todos estos materiales los comparte en su web: www.entretiempodefe.es

EN ESENCIA

Un libro: Mentira romántica y verdad novelesca, de René Girard.

Una canción: Have I told you lately, de Van Morrison.

Una película: soy de series policiacas americanas.

Un deporte: correr, algo bastante olvidado ahora.

Una persona: mis padres.

Un valor: la sencillez, la humildad.

Un sueño: la reconciliación.

Un recuerdo de la infancia: la cariñosa naturalidad de las cosas.

Un rincón del mundo: el monasterio de carmelitas de Toro.

La última alegría: el sentimiento de presencia del Señor.

La mayor tristeza: el pecado.

Que me recuerden por… acompañar a alguno al encuentro con Dios.

En el nº 2.788 de Vida Nueva.

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