Esperanza y futuro en las cárceles

pastoral penitenciaria, hombre bautiza a su hija en la cárcel

La Iglesia se mantiene al lado de “los últimos de los últimos”

pastoral penitenciaria, hombre bautiza a su hija en la cárcel

Un bautizo, actividad pastoral en el centro penitenciario de Teixeiro (A Coruña)

F. OTERO | Los pasados 7, 8 y 9 de febrero se celebraron en Madrid las Jornadas Nacionales de Capellanes de Pastoral Penitenciaria. Hasta la casa que tienen en la calle Santa Engracia las Religiosas Franciscanas Misioneras, se acercaron sacerdotes, religiosos y laicos venidos de toda la geografía española desde La Coruña hasta Gerona, Jaén o Valencia. Este año se articula en torno a tres cuestiones, que ponen título a estos días de formación: Crisis, Cárcel, Liberación.

Un encuentro que pretende crear un clima de comunión entre los capellanes, facilitarles una reflexión en común, una formación permanente y, por último, que haga reflexionar a la sociedad sobre la privación de la libertad.

Según explica a Vida Nueva el director del Departamento de Pastoral Penitenciaria de la Conferencia Episcopal Española (CEE), José Sesma, la Iglesia tiene una gran responsabilidad con las personas privadas de libertad, sobre todo con las que no tienen recursos, “los últimos de los últimos”, y explica que esta cuestión ya aparece reflejada en el Concilio de Nicea (año 325) en su canon 80. “Pide que haya clérigos y laicos preocupados por esta pastoral, y pide que haya defensores de los pobres en este sector”, añade.

La labor del capellán

El religioso mercedario recuerda que la labor del capellán en un centro penitenciario va más allá de la atención de sus necesidades espirituales, pues “ayudan a la persona a la reconciliación consigo mismo, a la reconciliación con Dios y también con la sociedad”. “Tratamos de orientar a aquellos que han hecho dejación personal de libertad, al cometer un delito, a recuperarla”, expone.

En este sentido, recuerda, está la pastoral y la asistencia religiosa. “La pastoral es una obligación de la Iglesia, pero la asistencia religiosa es el deber que tiene el Estado, puesto que se trata de un derecho humano; por eso hablamos de asistencia religiosa católica, judía, musulmana”.

Asimismo, reconoce que la crisis está llevando a mucha gente a la cárcel, porque la mayoría de los que allí entran “son pobres”. “Las mayor parte de las personas que ingresan en prisión no lo hacen por delitos de mafias. Son los pobres los que mayormente están en las cárceles. No se trata de justificar lo no justificable, pero en esta situación de crisis tenemos que reflexionar sobre qué podemos ofrecer desde la Pastoral Penitenciaria, cómo les podemos ayudar para el futuro”, añade.

En este sentido, Sesma aboga por que desde la Pastoral Penitenciaria se trabaje en la formación para que, cuando el preso alcance la libertad, pueda integrarse perfectamente en la sociedad. En definitiva, para que este tiempo de privación de libertad “no sea un tiempo perdido”. “Y que al salir en libertad, les podamos facilitar recursos que les puedan ayudar”, propone.

Uno de los problemas que pueden derivarse de la situación económica es también la escasez de recursos económicos para los centros, ante lo que el religioso mercedario contesta que espera que “los administradores del bien común procuren que crisis la crisis común no afecte demasiado a los más débiles, sino algo que sea, por lo menos, proporcionado”.

Y, a pesar de todas las dificultades, José Sesma reconoce que en la cárcel se ven frutos: “Te encuentras gente santa como en la calle, gente que ha asumido la cárcel para salvar a familiares –conozco a una madre que asumió 15 años de prisión para que sus nietos no vieran en su hija a una delincuente–; también los hay pecadores, que han cometido delitos”.

“Debe ser un tiempo de Dios, para la reflexión, la revisión de vida, un tiempo para ser evangelizado si no lo había sido, para encontrarse con el Evangelio. La Pastoral Penitenciaria es esperanza, es liberación y futuro. El Evangelio es futuro, esperanza. Es comunidad, es compartir. Por eso es importante prepararles para el futuro”, concluye.

Si algo ha podido comprobar en sus años de trabajo en este sector es que “nadie quiere ser delincuente, y que no saben cómo dejar de serlo”. La esperanza es que cuando se les ayuda a salir, no vuelven.

En el nº 2.788 de Vida Nueva.

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