El Dios irrenunciable de María Zambrano

María Zambrano , 'El hombre y lo divino'

La ensayista vuelve para recordar que es compatible el pensamiento político y la fe

María Zambrano pensadora y escritora

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | “No todo gustará en María. A muchos no les gustará oír que ella rezaba todos los días. Fue una mujer con un gran espiritualidad, y en la que se daba tragedia, mística y filosofía”. La frase de Jesús Moreno, director del equipo que ha dado a la luz el primer volumen de las Obras completas (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores) de María Zambrano (Vélez, Málaga, 1904-Madrid, 1991), apunta los tres vértices de su pensamiento; pero, también, exhibe en esa “desilusión” de algunos ante el rezo diario al Espíritu Santo la gran fatalidad del siglo XX que amenaza al XXI. [El Dios irrenunciable de María Zambrano – Extracto]

Ese “no les gustará oír” o “a algunos se les abrirán las carnes” que preconiza Moreno, anuncia en sí mismo una sorpresa que refleja la permanencia de la banalización ideológica de un problema que no es tal: el equilibrio entre pensamiento político –particularmente, de izquierdas– y fe en Dios.

De esa “confusión ideológica” en torno al exilio y lo español, sobre todo, ya nos advirtió hace años Aquilino Duque, aunque en María Zambrano esa “confusión” sigue vigente en la dualidad mujer de izquierda y exiliada frente a presencia de Dios; como si rezar y pensar, si creer y reflexionar sobre lo político, si fe y exilio fueran incompatibles.

“María Zambrano era una republicana cristiana y, en tal combinación, no hay más que la asunción de su propia vida. El cristianismo y sus ritos, su teología, su cosmovisión están en su obra; es lectora de libros sagrados y en ella hay una lucha, al modo unamuniano, pero sin el desgarro de este, una ‘agonía’ más que del cristianismo, del racionalismo”, según la define la profesora Estela Montes.

María Zambrano , 'El hombre y lo divino'

Primer tomo de las 'Obras Completas' de María Zambrano

Es más. La propia raíz del pensamiento de Zambrano alrededor, por ejemplo, de Persona y Democracia está arraigada en su fe en Dios. “Es en esa obra donde indica que palabras como pueblo, persona, democracia han perdido su sentido por el desgaste y el mal uso que se les ha dado –añade Montes– y, por ello, es preciso que su significado auténtico se haga presente, que la sociedad deje sitio a la persona, que no es lo mismo que individuo”.

Esa noción de persona gira alrededor El hombre y lo divino, que, a la vez, es el “imán irradiante”, en palabras de Jesús Moreno, en torno al que Zambrano nunca dejó de reflexionar porque estaba –está– en todo.

“Si hubiera que dar un nombre a toda su obra habría que llamarla así: El hombre y lo divino”, insiste Moreno, quien ha organizado el vasto material escrito que la pensadora malagueña dejó tras su muerte en 1991 y, junto a Sebastián Fenoy, María Luisa Maillard, Fernando Muñoz Vitoria y Virgina Trueba, ha editado y reordenado Obras completas, que aparece con un primer volumen, el tomo III (Libros, 1955-1973) de los seis que tendrá la colección, y que inaugura El hombre y lo divino, la cima de su pensamiento filosófico.

Consciente, además, otros seis títulos: Persona y democracia, La España de Galdós, España, sueño y verdad, Los sueños y el tiempo, El sueño creador y La tumba de Antígona.

El período en el que Zambrano publica estos libros es también el que transcurre entre las dos ediciones de El hombre y lo divino, publicado inicialmente en 1955, aunque en 1977 Zambrano lo reedita con dos nuevos textos. Como en sus artículos y ensayos de aquellos años, es posible examinar en cada uno de estos títulos el concepto más peculiar de su pensamiento: la Razón Poética que debe –o debiera– mover al mundo.

Presencia de lo divino

“Un concepto vigoroso y serio”, según Moreno, que aparece por primera vez en El hombre y lo divino, y al que le dedica, convertido ya en el núcleo de su pensamiento, íntegramente La tumba de Antígona. Concepto que, singularmente, está arraigado en la presencia de lo divino y, particularmente, en la esperanza.

María Zambrano pensadora y escritora“La obra de María Zambrano –en la breve descripción de la profesora Estela Montes– no es mera abstracción y alejamiento de la vida; al contrario, la reforma que ella ve urgente, y en la que su propuesta de la Razón Poética se inscribe, tiene que ver con un cambio de actitud ante las cosas que ha de ser acorde con el sentimiento más humano, que ella llama piedad, y una actitud senequista de aceptación del destino”.

O como señala Jesús Moreno: “Se dio cuenta de que el hombre no podía explicarse solo a través de la historia, que no era suficiente: había que escarbar en el alma. Ella siempre intentó adentrarse en esa espesura”.

Ella siempre creyó en Dios –en un Dios del “corazón”, decía–, aunque nunca encontró al “Amado” a la manera del Cántico espiritual de san Juan de la Cruz, su modelo; pero en ningún momento dejó, inquieta, de buscarlo.

Ese pensar sobre lo divino, esa espiritualidad que manaba del Espíritu Santo, alejó a Zambrano de Ortega, pero acercó a Zambrano a lo más hondo del ser humano, como se podrá ver, en el siguiente volumen que saldrá publicado, el Tomo VI, que contendrá todos sus escritos autobiográficos inéditos entre 1926 y 1990 –en el archivo de la Fundación María Zambrano se conservan unas 2.000 páginas manuscritas que no habían sido publicadas–, incluidos sus diarios y textos espirituales –como en los que explica su interés por el Islam–, aunque en toda la producción filosófica de Zambrano está presente casi de manera obsesiva el carácter teologal del hombre.

“Creo que hasta ahora hemos leído mal a Zambrano, con erratas, con omisiones. Menos mal que preservó muchos manuscritos y todo ello ha podido ser subsanado”, proclama Jesús Moreno.

Las Obras completas aspiran, en este sentido, a corregir la dispersión y fragmentación a la que le condenó el exilio y su itinerancia constante (Cuba, México, Puerto Rico, Francia, Italia, Suiza) entre 1939 y 1978, fecha en la que volvió a España.

Por ello, según lo valora Javier Gomá, director de la Fundación Juan March, los seis tomos de las Obras completas quieren ser un canon definitivo, “exhaustivo y modélico”. Aunque, sobre todo, pretenden ser el mejor camino para un conocimiento íntegro y real del discurso, filosófico y espiritual, de Zambrano, que va notablemente más allá de sus dos “maestros”, Ortega y Xavier Zubiri –con el que le une el sentido teologal de la filosofía–, y con los que mantuvo grandes desencuentros.

En la obra de Zambrano no solo están contenidos algunos de los textos fundamentales del pensamiento filosófico y en la estética del siglo XX en torno a la razón y la revelación, la palabra y la música, la poesía y la mística, sino que estos reúnen también una notable calidad literaria.

El descubrimiento merece afrontar una lectura sistemática, porque, como afirma el crítico David López a raíz de Algunos lugares de la poesía, imprescindible para conocer a la pensadora malagueña: “María Zambrano no pudo abandonar los padecimientos de la condición humana: estuvo siempre estupefacta, inquieta, ante el espectáculo del mundo, ante los sistemas de los filósofos, ante los mundos fragmentados y nebulosos de los poetas, ante ese Dios para ella imprescindible, irrenunciable, que no se presentó nunca, que no puso fin al cruel exilio de una de sus más conspicuas creyentes”.

Y de ese mirar y sentir la “condición humana”, María L. Maillard, una de las colaboradoras de Jesús Moreno en estas Obras completas desde 2006, extrae la vigencia poderosa del ser reflexivo de Zambrano: “La aplicación para España y para todo Occidente del pensamiento de María Zambrano –afirma– es sumar al pensamiento racionalista y de lógica abstracta otro tipo de conocimiento, una razón vital de la vida, una razón personal”.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.788 de Vida Nueva.

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