Anunciar al Dios vivo en una sociedad secularizada

crucifijos

El contexto actual se presenta más como un desafío que como una amenaza

mujer reza delante de una cruz

VICENTE VIDE, decano de la Facultad de Teología de la Universidad de Deusto | Nuestra sociedad secularizada puede y deber ser un nuevo areópago para anunciar al Dios vivo, ese Dios desconocido hoy por muchos pero que constituye el sentido último, pleno y definitivo de la vida. Estas páginas nos recuerdan que en Dios encuentran sentido a sus vidas los últimos de la sociedad y de la historia, porque solo Él les ofrece lo que más les conviene para vivir como personas en plenitud. Por todo ello, más que una amenaza, el contexto actual de secularización se presenta como un desafío, la oportunidad para una nueva evangelización.

¿Por qué tiene sentido la cuestión de Dios en una sociedad secularizada? Nuestra sociedad secularizada puede y deber ser un nuevo areópago para anunciar al Dios desconocido.

En efecto, estamos asistiendo hoy en día a una vuelta de la religión. Fragmentaria, difusa, confusa, caótica, existencial, salvaje, revanchista, ambivalente, multiforme, etc., pero ahí está. La secularización no es una negatividad de la que hay que defenderse, sino un reto, un desafío, una oportunidad para una nueva evangelización.

Como señala A. Greeley: “Las necesidades religiosas fundamentales no han cambiado desde los tiempos del Paleolítico. El hombre moderno, al igual que sus antepasados arcaicos, tiene necesidad de la fe, la comunidad, el mito y una ética en que se refleje la naturaleza de la realidad (…)”.abuelo con niño pequeño lleva una cruz

“En la Edad Media la gente rezaba el Angelus en el campo. ¿Quiere esto decir que aquellos hombres eran más religiosos que nosotros? Habría que saber qué significado religioso entrañaba este comportamiento… Las modalidades de lo sagrado no permanecen fijas… cambian en la historia (…).

“Me atrevo a afirmar que, desde cierto punto de vista, el hombre moderno que no reza el Angelus en el campo podría ser más religioso que sus antepasados, ya que el hombre moderno se ve obligado, a diferencia del hombre medieval, a plantearse unas cuestiones explícitamente religiosas”, finaliza Greeley.

Una reforma interior

A esta tarea nos anima el Santo Padre Benedicto XVI en uno de sus recientes discursos en Alemania.

Dice el Papa: “En cierto sentido, la Historia viene en ayuda de la Iglesia a través de distintas épocas de secularización, que han contribuido en modo esencial a su purificación y reforma interior. En efecto, las secularizaciones –sea que consistan en expropiaciones de bienes de la Iglesia o en cancelación de privilegios o cosas similares– han significado siempre un profundo desarrollo de la Iglesia, en el que se despojaba de su riqueza terrena a la vez que volvía a abrazar plenamente su pobreza terrena”.

Como dice Habermas, la sociedad laica y secular necesita de formas de identificación con un conjunto de valores, y un ideal de vida conectado con algún núcleo sagrado religioso que genere sentimientos morales, motivaciones morales y obligación moral.

A una modernidad desgastada le puede ser útil acudir o recordar ciertas orientaciones religiosas que son fuentes culturales y sistemas motivacionales de la solidaridad y de la conciencia moral, ya que “donde está Dios hay futuro” (el lema del reciente viaje del papa Benedicto XVI a Alemania en el mes pasado de septiembre de 2011).

La Historia viene en ayuda de la Iglesia
a través de distintas épocas de secularización,
que han contribuido en modo esencial
a su purificación y reforma interior”.
Benedicto XVI.

En efecto, donde Dios está presente, allí hay esperanza y se abren nuevas prospectivas y con frecuencia insospechadas, que van más allá del hoy y de las cosas efímeras.

En una sociedad secularizada sigue teniendo sentido hablar de Dios porque Dios constituye el sentido último, pleno y definitivo de la vida. En Dios encuentran sentido a sus vidas los últimos de la sociedad y de la historia: los pobres, los marginados, los desprestigiados, los enfermos y los abandonados. Dios da sentido a las situaciones últimas de la vida, Dios hace ver que tiene sentido vivir la responsabilidad solidaria hasta el último momento de la vida.

Solo Dios puede esclarecer el misterio de tantos sinsentidos, sufrimientos y de la misma muerte. Solo en Dios alcanzan pleno cumplimiento las esperanzas de la humanidad, solo Dios puede garantizar que el asesino no tendrá la última palabra. Por eso decía el Papa en el encuentro en Alemania con la comunidad judía:

“Cuando no se respeta a este Dios único, se pierde también el respeto por la dignidad del hombre. Las horribles imágenes de los campos de concentración al final de la guerra mostraron de lo que puede ser capaz el hombre que rechaza a Dios y el rostro que puede asumir un pueblo en el ‘no’ a ese Dios”.

Hoy tiene sentido anunciar al Dios vivo porque Dios ofrece a las personas lo que más les conviene para vivir como personas en plenitud. Dios ofrece un infinito potencial humanizador de todo lo auténticamente humano. Como decía Romano Guardini, citado por el Papa en Alemania: “Solo quien conoce a Dios conoce al hombre”.

Respetar Dios es respetar la dignidad del hombre

Dios ensancha los límites de lo racional liberando a la razón de los límites demasiado estrechos dentro de los cuales queda confinada cuando se considera racional solo lo que puede ser objeto de experimento y cálculo. Así lo expresa la encíclica Fides et ratio del beato Juan Pablo II: “Dios es la verdadera estrella que orienta al hombre que avanza entre los condicionamientos de la mentalidad inmanentista y las estrecheces de la lógica tecnocrática”.

Por eso es necesario ofrecer a nuestra sociedad secularizada trascendencia, espiritualidad y presentar explícitamente la cuestión de Dios.

De nuevo cito uno de los discursos del Papa en Alemania: “El hombre tiene necesidad de Dios… Cuanto más se aleja el mundo de Dios, tanto más resulta claro que el hombre, en la hybris del poder, en el vacío del corazón y en el ansia de satisfacción y de felicidad, ‘pierde’ cada vez más la vida. La sed de infinito está presente en el hombre de tal manera que no se puede extirpar. El hombre ha sido creado para relacionarse con Dios y tiene necesidad de Él”.

Por eso, “debemos preocuparnos de que el hombre no descarte la cuestión sobre Dios como cuestión esencial de su existencia; preocuparnos de que acepte esa cuestión y la nostalgia que en ella se esconde”.

Pliego íntegro, publicado en el nº 2.788 de Vida Nueva.

Compartir