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Misioneros sin barco. Madeleine Delbrêl


Un libro de los Amigos de Madeleine Delbrêl (Monte Carmelo, 2011). La recensión es de José María Avendaño Perea.

Misioneros sin barco Madeleine Delbrel, Monte Carmelo

Misioneros sin barco. Madeleine Delbrêl. Gran mística moderna buscadora del no creyente y luchadora por la justicia

Autora: Amigos de Madeleine Delbrêl. Prologado por el cardenal Roger Etchegaray

Editorial: Monte Carmelo

Ciudad: Burgos

Páginas: 62

JOSÉ MARÍA AVENDAÑO PEREA | La Sierva de Dios Madeleine Delbrêl es considerada una mística moderna buscadora del no creyente y luchadora por la justicia. Fue una laica, trabajadora social de profesión, que se internó en los barrios obreros de París y allí encontró su vocación.

Testimonia que la vida ordinaria, de bautizados, es la vía real hacia la santidad, articulando el amor a Dios y al prójimo. Su determinación cristiana se hace concreta siguiendo a Jesucristo crucificado y resucitado, convencida de que no hay Dios sin Cristo, y no hay Cristo sin cuerpo, su esposa: la Iglesia.

Ella comprende que solo aquí el cristiano recibe el don de la obediencia, sin disimulos, en el seguimiento de Cristo. Y nos enseña: “Nosotros, gente común y corriente, creemos con toda nuestra fuerza que esta calle, que este mundo en el que Dios nos ha puesto, es para nosotros el lugar de nuestra santidad”.

En estos tiempos actuales, donde el Espíritu nos lleva a responder a la llamada de la Nueva Evangelización, Madeleine es una luz en los hermosos y duros trabajos del Evangelio; en su juventud, experimentó el vacío, el sinsentido de la vida sin Dios. A los 20 años, se produjo su encuentro con Dios, una verdadera conversión, y que le llevó a confesar antes de su muerte: “He sido y sigo estando deslumbrada por Dios”.

El cardenal Roger Etchegaray, autor del prólogo, nos recuerda cuál le parece “el ‘camino de santidad’ recorrido por Madeleine Delbrel: vivir la fraternidad en la calle, el amor concreto a los hermanos y hermanas que la vida nos hace encontrar –creyentes o no creyentes– sin por ello olvidar su referencia exclusiva y su pertenencia total a Dios”.

A través de nueve capítulos, en estas páginas se nos muestran los pilares esenciales de una creíble y coherente discípula de Jesucristo y misionera de su Evangelio. Al final de la obra, se nos regala una entrañable oración a Nuestra Señora de las Misiones, compuesta por la propia Madeleine en 1943.

Un pequeño libro (Misioneros sin barco), preparado por los Amigos de Madeleine Delbrêl y presentado por la editorial Monte Carmelo, que hay que leer poco a poco, y que nos descubrirá una gran gentileza de corazón, la alegría del Evangelio. Un libro que cabe en la palma de la mano, pero que tiene la capacidad de dilatar al lector la pasión por Jesucristo, alentando a conocerle, amarle, imitarle y colaborar con él.

En el nº 2.787 de Vida Nueva.

Actualizado
02/02/2012 | 13:32
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