Releyendo el mensaje de Benedicto XVI

Monseñor Juan Vicente Córdoba. Secretario general de la CEC

Este año nosotros los obispos no lo podemos vislumbrar sin un horizonte que tenga como aspecto fundamental la paz de Colombia. Es un tema en el que ya llevamos muchos años y que ha sido parte ya prácticamente de nuestra cultura y de nuestras preocupaciones. Eso no significa que ello deje de ser un reto para nosotros fundamental cada día, pues se trata de todo lo que significa la guerra interna, los secuestrados y la zozobra de un país, que hace tantos esfuerzos en todos los niveles y aún no logra concretar esa paz. Sin embargo, no podemos decir que no se han hecho esfuerzos grandes por parte del gobierno, de cada colombiano, de la Iglesia, con toda nuestra pastoral, con todas nuestras enseñanzas y nuestro pastoreo. El Papa inclusive, se ha involucrado en esto y nos envió a los colombianos, a través de la Conferencia Episcopal, en cabeza del secretario general de la Conferencia un telegrama; el telegrama es una manera rápida a través de la cual llega el Sumo Pontífice, es una forma suya de estar cerca. Por lo general, envía una pastoral, una encíclica, un ángelus; puede emplear Internet, la radio vaticana, Zenit; puede emplear su portavoz, en fin. Pero en esta ocasión, quiso hacerlo a través de un telegrama, algo que no es muy usual. A juicio de expertos, se da cuando el Papa quiere llegar de modo muy coyuntural y que no desea que pase mucho tiempo sin que su voz, su presencia, pastoreo y magisterio estén presentes. Para él es importante que esto llegue a tiempo y lo envió con la preocupación de la paz de Colombia y los secuestrados en concreto.
El Papa dirige su pensamiento y su oración a esa amada tierra colombiana, de modo especial a todos los militares, policías y civiles en cautiverio, asegurándoles que la Iglesia continuará elevando a Dios su ferviente súplica y obrando en favor de su libertad, en oración y acciones por los secuestrados, es decir, es muy cercano el corazón del pontífice a sus ovejas y corderos que están secuestrados. También se dirige a los captores y les dice que pide por su conversión, se preocupa por ellos, que también son hijos, y como todos, tienen un papel importante en esto, pero a la vez pide algo muy importante y es que se abran caminos de diálogo para que se pueda llegar a la paz que el pueblo colombiano tanto anhela. Pide a la Iglesia, pide a los católicos, pide al gobierno, pide a los captores… que se abran caminos de diálogo. Es la primera vez que un Papa se dirige tan directamente. Creo que es una situación de deseo muy concreto de su parte; no determina cuáles caminos, esos los deja a la situación ad hoc aquí en Colombia, pero sí nos inspira en ese punto.
Creo que esto es no solo para los católicos, es para todas las religiones, para los Estados, para todo el que desee. Es una iluminación que el Papa hace, sin entrar a decir cómo ni cuándo, muestra un derrotero que es el diálogo, porque sin éste es imposible la paz, nos radicalizaríamos cada parte y las polarizaciones agudizarían los conflictos.
El mensaje del Papa refuerza el rumbo que traemos en la Conferencia Episcopal porque ya tuvimos una asamblea dedicada solo a la situación social en su diagnostico y en sus aplicaciones pastorales. También tuvimos otra sobre la vida, de modo que con esto estamos proyectando una planeación que va en una comprensión de la paz de Colombia, de sus problemas sociales y evangelizar en esa coyuntura, de modo que nos refuerza, estimula e impulsa, confirmándonos que estamos en un camino de opciones muy bien aterrizadas.
Veo un país con una gran capacidad de perseverancia, paciencia y una fe muy grande, que quiere salir adelante, un país que no se deja hundir ni acabar. A pesar del panorama económico mundial, Colombia ha respondido con índices más altos que nunca y con buena posibilidad de inversión extranjera, que hace falta que eso vaya al colombiano concreto y que no se quede solo en macroeconomías, hace falta ese paso.

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