Jesús María Alemany: “La paz no reside en la ausencia de conflictos”

Jesús María Alemany, jesuita, director Semanario de Investigación para la Paz

Director del Semanario de Investigación para la Paz

Jesús María Alemany, jesuita, director Semanario de Investigación para la Paz

JOSÉ CARLOS RODRÍGUEZ SOTO | El jesuita Jesús María Alemany, de 72 años, es una de las cabezas pensantes en España sobre el tema de la paz. Doctor en Teología, fue director del Centro Pignatelli de Zaragoza, un think tank de la Compañía de Jesús que dio origen al Seminario de Investigación para la Paz (www.seipaz.org), obra que actualmente preside. El pasado diciembre recibió el XIII Premio a los Derechos Humanos, que concede el Consejo General de la Abogacía Española, por una vida dedicada a la cultura de la paz.

– Se habla a menudo de conflictos olvidados. ¿Hay también aspectos olvidados de la paz?

– Entender qué es un conflicto es necesario para comprender qué es la paz. Los conflictos son inherentes a nuestra naturaleza humana a cualquier nivel. En sí mismos no son positivos ni negativos. La paz no reside en la ausencia de conflictos, sino en la forma de resolverlos: violenta o no violenta. El triángulo ABC de los conflictos, según el sociólogo noruego Johan Galtung, una autoridad en la investigación para la paz, consta de tres vértices inseparables: contradicción, actitudes, conducta. La paz tiene que ver con la capacidad de manejar ese triángulo de los conflictos con creatividad, empatía y no-violencia. El fracaso en la transformación de los conflictos degenera en violencia. Por tanto, hay que pasar de un concepto negativo de paz como mera ausencia de guerra a otro positivo, que tiene como referencia una convivencia con el menor grado de violencia.

– ¿Hay entonces varios tipos de violencia? ¿Cuáles son más peligrosos?

– Claro, cuando no son bien gestionadas, las contradicciones, las actitudes y las conductas cristalizan en violencia estructural, violencia cultural y violencia directa. Sería cínico decir que existe la paz por el hecho de que no haya guerra o asesinatos (violencia directa) cuando subsisten la pobreza extrema, el hambre o la vulneración de los derechos humanos (violencia estructural) y/o la legitimación identitaria, cultural o religiosa de las violencias anteriores (violencia cultural). La violencia estructural, junto con las actitudes que lo acompañan, suele ser el conflicto en su raíz, pero son menos visibles. Las conductas violentas directas causan más alarma porque son muy visibles y, además, refuerzan las anteriores. Pero hay que actuar sobre los tres vértices si se quiere construir la paz. Podemos considerar quizá muy peligrosos aquellos ángulos de violencia que son menos visibles.

“La Paz (con mayúscula) es el horizonte
que nos mueve, pero el camino
está empedrado de paces (con minúscula)
que todos podemos hacer cada día”.

– ¿Cuáles son los mayores obstáculos para alcanzar la paz?

– He citado los modelos de violencia incompatibles con la paz. Por eso respondo a esta pregunta en un sentido más subjetivo: además de la dificultad objetiva, ¿cuáles son los obstáculos psicológicos que impiden nuestro compromiso en la construcción de la paz? Citaré solo tres. Nuestra civilización de la imagen (TV) hace que la realidad pase ante nuestros ojos como si solo fuéramos espectadores de una historia que se desarrolla fatalmente. Pero no es así: somos sus actores en mayor o menor grado. Nos frustra lo inalcanzable de las grandes utopías como la paz, la justicia o la preservación del medio ambiente.

Sin embargo, la Paz (con mayúscula) es el horizonte que nos mueve, pero el camino está empedrado de paces (con minúscula) que todos podemos hacer cada día y en cualquier lugar. Situamos, además, una paz militarizada en la esfera internacional fuera de nuestro alcance, cuando la paz es indivisible en el macroescenario mundial y en nuestro microentorno social. La paz es una cultura y, por tanto, tiene que ver con la vida.

– ¿Qué puede aportar de especial la Iglesia en la resolución de conflictos?

– El “rostro religioso” de algunos nuevos conflictos armados e, incluso, de actos de terrorismo que parecen vincular violencia y religión obliga a los cristianos a desactivar cualquier violencia de origen supuestamente religioso. Como repetía Juan Pablo II, “la religión no es y no debe convertirse en pretexto de conflicto, especialmente cuando las identidades religiosa, cultural y étnica coinciden”. El diálogo interreligioso debe mostrar que las personas religiosas se comprometen a fomentar la paz precisamente en virtud de su fe.

Además, en los conflictos contemporáneos después de la Guerra Fría se ha dado un cambio con el paso del interés por la “resolución de la materias conflictivas” (objeto tradicional de la diplomacia de Estado) a la “restauración y reconstrucción de las relaciones” personales y grupales (que queda fuera de ella). La cercanía en los enfrentamientos es mayor, el sufrimiento personal más agudo y muy grandes los componentes emocionales. La Iglesia y las tradiciones religiosas poseen una sabiduría propia para ayudar a que los procesos de pacificación signifiquen, además del cese de la violencia directa, un camino de reconciliación en las relaciones de convivencia.

“La Iglesia y las tradiciones religiosas poseen
una sabiduría propia para ayudar
a que los procesos de pacificación
signifiquen el cese de la violencia directa
y un camino de reconciliación”.

– Usted se dedica a la investigación para la paz. ¿Qué aporta esta actividad a la creación de una cultura de la no-violencia?

– Innovación e investigación parecen referirse siempre a la ciencia y a la tecnología. ¿Por qué? ¿No son necesarias también para progresar en la convivencia? Frente a los nuevos retos de la humanidad para vivir en paz, libertad y justicia no bastan los buenos deseos o la pura emotividad. Por ello reivindicamos el rigor y la seriedad de un trabajo que no es neutro “sobre la paz” como un objeto de laboratorio ya poseído, sino “para la paz” como un compromiso adquirido. La investigación para la paz tiene un método semejante a la medicina: diagnóstico, pronóstico y terapia. Sin un buen diagnóstico es imposible llegar a una adecuada terapia. La investigación para la paz es solamente un instrumento que proporciona a la cultura de paz elementos para que esté basada en análisis y propuestas lo más correctas posibles.

En el nº 2.785 de Vida Nueva.

 

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