Carlos Aguiar: “La fe se transmite por el testimonio”

Presidente del CELAM y de la Conferencia del Episcopado Mexicano

Carlos Aguiar Retes presidente CELAM y Conferencia Episcopado México

JORGE TRASLOSHEROS, director de Vida Nueva México | Carlos Aguiar Retes, arzobispo de Tlalneplanta, es un hombre de sonrisa sencilla y mirada inteligente, cuya firmeza de carácter, buen trato y excepcional cultura le han permitido dialogar con los más diversos actores culturales, sociales y políticos de diferentes latitudes.

Actual presidente del Episcopado Mexicano y del CELAM, me recibe en una salita, sobria y cómoda, en sus oficinas arzobispales, dentro del antiguo convento franciscano del siglo XVI. A la mesa, el infaltable café. Alisto la grabadora y, entre bromas, inicia la entrevista sobre la libertad religiosa, la democracia y el cambio de época en México.

– ¿Qué es la libertad religiosa?

– La libertad religiosa, o de religión, como la llamó en 1948 la Declaración de los Derechos Humanos de la ONU, significa no solo la libertad de creer, que ya nos viene por naturaleza, sino la libertad para que una persona o autoridad no me presione para abandonar mi fe, mis convicciones, ni me obligue a practicar alguna en específico. Implica que se me garantice mi derecho de proceder, de manera privada y pública, de manera individual o asociada, a cumplir con fines específicos en beneficio de la comunidad. Un compromiso que, por razones de fe, considero como respuesta al amor de Dios.Carlos Aguiar Retes presidente CELAM y Conferencia Episcopado México

El juego de la democracia

– En México parece existir una persecución de baja intensidad. A nadie se le encarcela por practicar su fe, pero sí se le reprueba en no pocos medios culturales y de comunicación. ¿Qué puede hacer la Iglesia ante esta situación?

– En México tuvimos la experiencia de una persecución directa, violenta, por el simple motivo de ser miembro de la Iglesia, y el resultado fue nefasto. No obstante, la Iglesia sobrevivió y se reforzó. No se pudo extirpar la religión como se hubiera querido. Ahora, quienes tienen prejuicios contra la religión y no se abren a un diálogo, buscan limitar el derecho a asociarnos e influir conforme con nuestras convicciones en el campo público y cultural.

Pero ese es el juego de la democracia… Pero no quieren darle etiqueta de jugadora a la Iglesia católica. Esta es una gran deficiencia en materia de libertad religiosa. No se ha realizado todavía el ajuste constitucional que la reforma en derechos humanos de marzo pasado dejó abierta. No se garantiza, en el marco jurídico, que los católicos se desenvuelvan dentro de la sociedad civil como sería natural en una democracia.

“En la medida en que los fieles laicos
gocen de libertad religiosa,
podremos tener una participación mayor
en la resolución de muchos problemas sociales”.

– Con frecuencia leemos y escuchamos que la Iglesia aboga por la libertad religiosa solo para defender sus derechos corporativos…

– Lo que se busca con tales afirmaciones es descalificar el tema diciendo cosas que generen dudas e incertidumbre para entorpecer el diálogo. La Iglesia sabe que, en la medida en que los fieles laicos gocen de su derecho, podremos tener una participación mayor en la resolución de muchos problemas sociales, porque es nuestro compromiso de fe. Se trata de ampliar los horizontes de la sociedad civil, no de restringir al Estado.

Cambio de época

– Quisiera que abordáramos un tema crucial que usted, en sintonía con el Vaticano II, ha introducido en las reflexiones de la Iglesia en México y en América Latina. Un asunto cultural que marca nuestro tiempo, que conocemos como “cambio de época”, y su relación con la libertad religiosa.

Carlos Aguiar Retes presidente CELAM y Conferencia Episcopado México - Jorge Traslosheros director Vida Nueva México

El arzobispo Carlos Aguiar con Jorge Traslosheros

– El cambio de época lo podemos entender como una crisis cultural asociada con el rompimiento en el consenso de los valores. Cuando está establecida una cultura, es relativamente sencilla la transmisión de los valores porque pasan de una generación a otra. Cuando se presenta un cambio de época, como el que vivimos, se experimenta con ambigüedad lo que es un valor y lo que no; se pierde claridad entre lo correcto y lo incorrecto, porque el consenso se fractura, se cae en relativismos confusos. Los jóvenes son los que sufren de manera particular, pues reciben de todos los campos una inmensa cantidad de información, pero no formación.

Este es un reto enorme para la Iglesia. ¿Cómo ubicarnos ante este cambio de época quienes todavía, por la edad, recibimos una cultura, la aceptamos, la hicimos propia, la entendemos, asumimos ese consenso de valores como valioso y pretendemos transmitirlo? ¿Cómo comunicar a las nuevas generaciones lo que es bueno, bello y justo, lo que se sustenta en la verdad?

En el caso de la religión, significa un reto mayúsculo para la transmisión misma de la fe. Hoy día, a los jóvenes no les bastan las palabras. La tradición, por bella que sea, no es suficiente para ellos. Viven una situación vulnerable pues son susceptibles de que se les imponga un cuerpo de ideas determinado por la ideología de moda. Pero la fe no opera así. La fe se transmite, sobre todo, por el testimonio que hace creíbles las palabras de quien las quiere explicar. Como en los primeros tiempos, hay que dar testimonio de nuestra fe para que las razones de nuestra esperanza sean comprendidas, principalmente por los jóvenes.

En el nº 2.784 de Vida Nueva. Entrevista íntegra para suscriptores

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