Todo el año fue agosto

Presidente del Gobierno Zapatero y papa Benedicto XVI

JMJ 2011 madrid misa vigilia cuatro vientos

JOSÉ LORENZO | Mucho antes de que Benedicto XVI diese en Sydney, en 2008, el relevo a Madrid como la organizadora de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) para el año 2011, la Iglesia en España ya se preparaba con determinación para hacer de ese acontecimiento un hito en su historia que pudiese mostrar al mundo la vitalidad de la comunidad cristiana en una nación de hondas raíces católicas, pero acosada por la secularización y el laiciscimo. Y desde entonces, buena parte del empeño apostólico se puso al servicio de esa causa. [Siga aquí si no es suscriptor]

Ahora ya no cabe duda de que la JMJ de Madrid fue un éxito rotundo, de participación y de organización, donde se invitó a los jóvenes a evangelizar con palabras y obras, una auténtica fiesta de la fe, en la que el Papa dejó ricos mensajes para el futuro.

Así, a una juventud entregada, la animó a “ser alternativa válida en la sociedad”; a los profesores jóvenes, a ser maestros para el mundo; a la Vida Religiosa, a seguir con su testimonio de “radicalidad” evangélica “frente al relativismo y la mediocridad”; a los sacerdotes, “valentía y autenticidad” para andar ese camino, además de anunciarles que tendrán un buen guía para ello en el próximo doctor de la Iglesia, san Juan de Ávila; y a todos, en la impresionante vigilia y misa de clausura en Cuatro Vientos, les lanzó un ruego: “No tengáis miedo al mundo ni al futuro”. Un mundo, una humanidad, le dijo, que “necesita vuestro testimonio”. [Todos los discursos de Benedicto XVI en la JMJ 2011 Madrid]

Aquella tórrida semana madrileña del 16 al 21 de agosto tuvo claros efectos balsámicos para la autoestima de la Iglesia en España. El civismo de los casi dos millones de jóvenes apagó muchas voces críticas y fue el marco en el que se selló la normalización en las relaciones con el Gobierno, muy deterioradas desde la llegada de Zapatero a La Moncloa.JMJ 2011 Madrid Misa Cuatro Vientos

El Papa fue acogido como un jefe de Estado y mantuvo encuentros con las principales autoridades del país, quienes destacaron en todo momento el clima cordial reinante en ellos. Benedicto XVI regresó al Vaticano “contento y agradecido” y, en la audiencia del miércoles siguiente, recordó la JMJ de Madrid como “un acontecimiento eclesial emocionante”.

El éxito fue refrendado por la mayoría de la prensa extranjera (hubo más de 4.000 periodistas acreditados) y, en una entrevista en Vida Nueva, el director ejecutivo de la JMJ, Yago de la Cierva, señaló que el evento “ha dejado un inmenso patrimonio de esperanza” para la Iglesia.

Así lo vio también el Episcopado español, con su presidente, el cardenal Antonio María Rouco Varela, a la cabeza, como evidenció su discurso de apertura en la Plenaria de noviembre, donde hizo una completa crónica de aquellos días y señaló la evangelización de los jóvenes como la tarea prioritaria.

Apuntó, también, los primeros frutos de aquella “verdadera cascada de luz”, entre ellos, las “no pocas conversiones”, el incremento en el número de quienes “se han acercado por primera vez o desde hacía muchísimo tiempo a la confesión”, además de vocaciones al sacerdocio, a la Vida Consagrada o al matrimonio cristiano. La JMJ servirá también para inspirar algunas nuevas acciones del nuevo Plan Pastoral de la Conferencia Episcopal Española (CEE).

Pero ya la preparación de este evento fue vivido como un momento de gracia en las diócesis españolas. A ello contribuyó, y no poco, la peregrinación que por ellas hicieron durante casi año y medio la Cruz y el Icono de la Virgen que Juan Pablo II entregó a los jóvenes para que acompañasen las jornadas de la JMJ por el mundo. Una preparación que tuvo su colofón en los Días en las Diócesis, una experiencia de comunión y acogida con los jóvenes que iban llegando de todo el mundo en las jornadas previas a la cita madrileña.

También memorable fue la vivencia para los miles de voluntarios que, desde muchos meses antes, se implicaron en la organización del evento eclesial, a todos los niveles. Se trataba de hacer sentir a los asistentes a la JMJ la universalidad de la Iglesia, algo que se consiguió, en parte, gracias a la labor de esos chicos y chicas, como les agradeció el propio Papa.

También las familias abrieron las puertas de sus casas a 15.000 jóvenes de todo el mundo. Nadie en los hogares quiso perderse esa vivencia, tampoco los más mayores, con un Club de Abuelos que reunió a más de 15.000 para echar una mano en la organización.

Finalmente, las cifras corroboraron el éxitode esta JMJ: fue la que tuvo más inscritos (480.000 de 189 países), generando 354 millones de euros (frente a un coste de 50 millones) y 4.589 empleos.

Presidente del Gobierno Zapatero y papa Benedicto XVI

El presidente Zapatero con el Papa

Relaciones Iglesia-Estado

Como se ha dicho, la JMJ contribuyó a limar asperezas en las relaciones tirantes que durante buena parte de la etapa de Zapatero presidieron las relaciones entre el Ejecutivo y la CEE. Obligadas ambas instancias a entenderse ante un acontecimiento de carácter global, el Gobierno se volcó con la organización, lo que fue justamente reconocido por la organización, con el cardenal Rouco en primera línea.

Pero a la etapa de normalización, iniciada años antes, había contribuido, y mucho, el embajador de España ante la Santa Sede, Francisco Vázquez, quien, sin embargo, no pudo acompañar al Papa a Madrid, como le hubiese gustado, revestido con esa dignidad diplomática, pues unos meses antes, concretamente el 8 de abril, el Consejo de Ministros designó como representante de nuestro país ante el Papa –previa petición del plácet– a María Jesús Figa López-Palop, hasta entonces subsecretaria del Ministerio de Asuntos Exteriores, y, antes, embajadora en la República Dominicana. Concluían de esa manera cinco años de una gran labor del exalcalde de La Coruña, quien fue recibido en audiencia una semana después por el Papa para despedirse de él.

Así pues, el guante blanco presidió las relaciones en un año marcado por dos importantísimas citas electorales (las autonómicas del 22 de mayo y las generales del 20 de noviembre), ante las cuales, la Conferencia Episcopal Española emitió sus tradicionales notas, en las que se suele recordar (y así se hizo también en esta ocasión) que “ningún programa político encarna el Evangelio” y en donde se pide, a la hora de ejercer el voto, tener presente “la defensa de la vida en todas sus etapas”. Algunos esperaban una palabra un poco más profética y audaz ante los embates de la crisis económica en millones de familias, pero no la encontraron ni en mayo ni en noviembre.

Eso no quita para que algunos proyectos legales generasen cierta controversia, como la llamada Ley de Muerte Digna, que en principio consideraron que no era una norma que favoreciese una eutanasia encubierta y que, después, tras un análisis más profundo, ya criticaron por su ambigüedad.

Los obispos de Aragón habían hecho también lo propio con la ley autonómica que regulaba esa misma cuestión, en una nota en la que reconocían lo bueno de la disposición legal y advertían de aquellos elementos difusos que podrían vulnerar la vida humana.

Otros grupos eclesiales levantaron también la voz contra otras leyes. Así, asociaciones educativas como Escuelas Católicas o la CONCAPA rechazaron la Ley de Igualdad de Trato y No Discriminación por considerar que caía en la “arbitrariedad”, así como por las “enormes dificultades” que generaría en la docencia, además de por la retirada de subvenciones a los colegios concertados que segregasen a sus alumnos por sexo.

Más incisivos en su crítica, pero igualmente estéril, fueron otros colectivos cristianos (algunos vinculados a congregaciones religiosas), que pusieron el acento en la situación de vulnerabilidad dejada por los graves efectos de la crisis económica. Así por ejemplo, desde Pastoral Obrera se denunció la “involución de derechos” sociales y laborales; Justicia y Paz exigía a los partidos políticos que tratasen a los ciudadanos “como adultos”; la CONFER, que la lucha contra la crisis, el paro, la pobreza y la exclusión social fuesen prioritarios; la instrumentalización electoral de los inmigrantes y la política de control policial basada en “los rasgos faciales”, fue denunciada por los jesuitas… Algunas de estas reivindicaciones las llevaron también grupos cristianos hasta las famosas acampadas de indignados en la Puerta del Sol en mayo, en vísperas de las elecciones autonómicas, en un fenómeno sociológico que acaparó la atención mundial.

A nivel más institucional, consumado el vuelco político en España con la victoria del PP de Mariano Rajoy la noche del 20-N, Rouco, al día siguiente, finalizó su discurso ante la Plenaria deseando “acierto, serenidad y servicio” al nuevo Gobierno. Horas más tarde, en un telegrama al político conservador, le expresó la voluntad de colaboración de la Iglesia.

María Jesús Figa López Palop embajadora de España ante la Santa Sede

La embajadora María Jesús Figa

A partir de ahora, con el nuevo Ejecutivo, se prevén menos sobresaltos en la CEE. Allí gustó mucho que en el Senado, a propuesta del PP, se aprobase una moción, firmada por todos los grupos, para condenar los ataques a las minorías cristianas en Oriente Próximo, Asia y África, y que se instase al Gobierno socialista a actuar en el seno de la Unión Europea para prestar atención a esa persecución. Días después sería el Congreso quien condenase los ataques a los cristianos.

Y tampoco parece que en el horizonte del PP esté llevar a la práctica las recomendaciones que una comisión de expertos, a instancias del Gobierno como parte de la Ley de Memoria Histórica, pretende con relación a la basílica y el Valle de los Caídos

Acompañar la paz

El año comenzó con al anuncio de ETA de un alto el fuego “permanente, general y verificable”, con condiciones. A las reacciones habituales se sumó la voz de la Iglesia en el País Vasco y en Navarra. Sus pastores reclamaron a la banda armada su disolución definitiva e incondicional, y a los fieles, intensificar la oración.

Insistirían en la misma cuestión tras el anuncio de ETA, el 20 de octubre, del “cese definitivo de su actividad armada”. No hubo un comunicado conjunto de los obispos, sino que solo se pronunciaron los del País Vasco, y venían a coincidir en que lo siguiente era anunciar su disolución. Los tres Obispados darían en diciembre un paso adelante en su tarea de acompañar el proceso de pacificación y reconciliación al convocar a las comunidades cristianas a un encuentro de oración que tendrá lugar simultáneamente en las tres diócesis el 25 de febrero.

Nueva Evangelización

En los planes pastorales diocesanos de este 2011 ha habido unánime coincidencia en destacar que la mayor urgencia es la Nueva Evangelización, piedra de toque con la que se pretende revitalizar la iniciación cristiana y abordar con nuevos bríos la misión evangelizadora, también dentro de casa.

De esta manera, por necesidad y convicción, la Iglesia en España se suma a la llamada del Papa a dar testimonio al mundo sin miedos ni complejos, y se prepara para el Sínodo que se celebrará en octubre. Rino Fisichella, presidente del dicasterio para la Nueva Evangelización, estuvo varias veces en nuestro país participando en encuentros en donde esbozó las líneas maestras de lo que se pretende con esta intuición evangélica. El esfuerzo que reclamó para trasladar el mensaje de Jesús al hombre de hoy, fue, asimismo, tema omnipresente en innumerables jornadas, cursos y encuentros. Y lo seguirá siendo a lo largo de 2012.

En otro nivel, la vida diocesana también se remansó un tanto al acelerarse la configuración del nuevo mapa episcopal. Esa voluntad se hizo palpable a principios de año con tres nombramientos en cinco días: Eusebio Hernández (Tarazona); Atilano Rodríguez (de Ciudad Rodrigo a Sigüenza-Guadalajara, tras la renuncia por edad de José Sánchez); y Raúl Berzosa, que salía de Oviedo como auxiliar para ir de titular Ciudad Rodrigo.

Luego vendrían más: Sevilla acogió a Santiago Gómez Sierra como obispo auxiliar; el auxiliar de Getafe, Rafael Zornoza, sustituyó en Cádiz y Ceuta a Antonio Ceballos tras su renuncia al cumplir los 75 años; y Leonardo Lemos, sacerdote de Santiago de Compostela, fue nombrado el pasado 16 de diciembre titular de Ourense, sede que estaba a la espera de pastor desde hacía casi dos años, tras el traslado de Luis Quinteiro a Tui-Vigo. [Todos los obispos de la CEE]

Obispos españoles CEE en la Asamblea Plenaria de marzo 2011

Asamblea Plenaria de marzo de 2011

Por lo demás, todos ellos incrementaron el trabajo conjunto en sus respectivas provincias eclesiásticas, ahondando en una labor de comunión que, en algunos casos, dio hermosos frutos, como la carta pastoral para Cuaresma-Pascua publicada por los obispos del País Vasco y Navarra, titulada Una economía al servicio de las personas. Ante la crisis, conversión y solidaridad.

Los obispos catalanes, por su parte, celebraron el 25º aniversario del documento Raíces Cristianas de Cataluña, al que dieron continuidad con la publicación de la pastoral Al servicio de nuestro pueblo, en el que reafirmaron la validez y actualidad del primero, también en el reconocimiento de “la personalidad y los rasgos nacionales propios de Cataluña”.

Con gran gozo vivió también la Diócesis de Osma-Soria la beatificación de quien fuera su obispo en el siglo XVII, Juan de Palafox. Más tarde obispo de Puebla de los Ángeles y virrey de México, fue, en palabras del Papa, un “gran reformador, pastor incansable y defensor de los indios”.

Rouco, reelegido

Y todos ellos pudieron participar en las elecciones para renovar todos los cargos de la CEE (salvo el de secretario general) en la Plenaria de marzo, unos comicios en donde se aplicaron por primera vez los Estatutos aprobados en 2008, que contemplan, entre otras cuestiones, limitar los mandatos a dos trienios.

El arzobispo de Madrid fue reelegido, con lo que comenzó su cuarto trienio al frente de Episcopado. En agosto, en plena JMJ, Rouco presentó su renuncia al Papa al cumplir la edad preceptiva de los 75 años, aunque podría concluir su mandato en la CEE, con lo que se convertiría en el obispo que, con doce años, más tiempo haya estado al frente de este organismo, superando al cardenal Tarancón.

Por otra parte, en este recorrido de lo que fue noticia en la vida de la Iglesia en España, unas líneas para el recuerdo de algunos nombres que nos han dejado: Agustín García-Gasco, arzobispo emérito de Valencia, falleció el 1 de mayo en Roma, en donde se encontraba para participar en la beatificación de Juan Pablo II; Juan García-Santacruz, obispo emérito de Guadix; José María León Acha, quien fuera director de la Comisión Episcopal del Clero; o Julio Lois, un “teólogo de barrio”, durante muchos años profesor en el Instituto Superior de Pastoral de Madrid, de la UPSA.

En el nº 2.782 de Vida Nueva. Número especial Navidad–Fin de año 2011

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