Una generación de obispos africanos más profética

obispos de Africa

obispos de Africa

JOSÉ CARLOS RODRÍGUEZ SOTO | Durante los años 70 y 80, destacadas figuras de la Iglesia africana, entre ellas el cardenal Joseph Malula, de Kinshasa, y el obispo camerunés Jean Zoa, abogaron por la celebración de un concilio africano en algún lugar del continente. Finalmente, en 1993, Juan Pablo II anunció que al año siguiente tendría lugar un Sínodo africano en Roma.

La elección del lugar no estuvo exenta de polémica en algunos círculos, pero en general la iniciativa fue bien aceptada, aunque la preparación de sus Lineamenta tuvo una respuesta muy desigual en las diferentes diócesis africanas, en muchas de las cuales apenas se involucró a las comunidades de fieles.

En abril de 1994 se celebró la Asamblea, que coincidió con dos acontecimientos opuestos: por una parte, la celebración de las primeras elecciones democráticas sin discriminación racial en Sudáfrica, y por otro, el genocidio de Ruanda, cuyos obispos no pudieron asistir.

Al año siguiente, en septiembre de 1995, Juan Pablo II presentó en Nairobi las conclusiones del Sínodo, que fueron recogidas en el extenso documento Ecclesia in Africa. Su idea principal es la definición de la Iglesia como Familia de Dios, entendida como la “familia extendida” africana. Esta exhortación se centró en siete puntos clave de la vida de la Iglesia en el continente: la nueva evangelización, la educación, la vida eclesial, la salud, la inculturación, la justicia y la paz y los medios de comunicación social.
Del 4 al 24 de octubre de 2009 se celebró el segundo Sínodo africano, también en Roma. El tema central fue la justicia, la paz y la reconciliación en África.

Muchos apuntan a que nos encontramos hoy con
una nueva generación de obispos africanos, más profética,
que hacen que la Iglesia de África esté tomando
el papel de frontera y denuncia que tuvo
la Iglesia latinoamericana hace tres décadas.

El Instrumentum laboris que lo precedió es un documento muy rico en análisis social y propuestas pastorales. También su mensaje final es muy lúcido y extraordinariamente directo y duro para lo que suele ser un documento de la Iglesia. En él se define a las multinacionales que operan en África como “instituciones de rapiña” y se exige a los dictadores africanos católicos que “dejen de avergonzar a la Iglesia” y abandonen el poder. Hay que tener en cuenta que, de los casi 244 obispos africanos que participaron en el segundo Sínodo, solo 40 estuvieron presentes en el primero.

Muchos apuntan a que nos encontramos hoy con una nueva generación de obispos africanos, más profética, que hacen que la Iglesia de África esté tomando el papel de frontera y denuncia que tuvo la Iglesia latinoamericana hace tres décadas, aunque con un matiz menos conflictivo por lo que se refiere a las relaciones con la autoridad en el Vaticano.

Las 57 conclusiones de este segundo Sínodo han sido recogidas por Benedicto XVI en su exhortación apostólica postsinodal Africae Munus

, entregadas a los presidentes de las 35 conferencias episcopales de África durante su reciente viaje a Benín.

En el nº 2.780 de Vida Nueva.

 

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