El voluntariado, un verso suelto

Voluntaria organiza bolsas de ropa

Voluntaria cura a un enfermo

LUIS ARANGUREN GONZALO, director de Ediciones de PPC y autor de Humanización y voluntariado | A punto de concluir el Año Europeo del Voluntariado, y cuando la crisis actual ahonda en la desprotección de quienes peor lo están pasando, se nos brinda una inmejorable oportunidad para examinar el sentido y las diversas expresiones del compromiso solidario de ese colectivo. Frente a la peligrosa instrumentalización de su fuerza de amor compasivo, defendemos su presencia, en la sociedad civil y en la Iglesia, como “un verso suelto”, libre, que se inserta en un sistema enfermo y que, paso a paso, recorre el camino que conduce hacia la nueva humanidad.

Cerramos un nuevo año internacional dedicado al voluntariado; esta vez se ha tratado del Año Europeo. Resulta reiterativa y sospechosa tanta celebración, en la medida en que se airean las bondades individuales de tanta gente, al tiempo que las políticas que sustentan la universalización de los derechos sociales (salud, educación, vivienda, protección social, etc.) se ven sometidas a un retroceso histórico, especialmente en los países mediterráneos.

Sea como fuere, los “años internacionales” creo que siempre constituyen una buena excusa para re-pensar el sentido, en este caso del voluntariado: su fundamentación y dirección.

Voluntaria juega con niñosMi intención es ofrecer una sencilla reflexión a la luz de lo que veo, contrasto, siento y vivo en este ámbito de la solidaridad organizada. Adelanto mi posición: en tiempos de crisis a todos los niveles y de desprotección hacia los que peor lo pasan; en tiempos donde el tiempo es sinónimo de velocidad y aceleración; en la antesala de una progresiva instrumentalización del voluntariado, que será utilizado como tapón para que los desagües por donde se desliza la exclusión social no se conviertan en tsunamis, entiendo que el voluntariado que yo defiendo y anhelo es otra cosa bien distinta.

Modestamente, creo que ha de convertirse en un verso suelto inserto en un sistema social, económico, político y ético que se encuentra francamente enfermo. Un verso suelto, libre, no domesticado, tanto en la sociedad civil como en la Iglesia; un verso suelto que con modestia y determinación va poniendo un pie delante del otro sobre el camino que conduce hacia la nueva humanidad.

Actualidad

Pasan los años y nos encontramos una y otra vez con el problema de la definición de algo que se nos escapa y que resulta difícil ponerle límite. El voluntariado vive la paradoja de ser una realidad muy diversa, rica y dinámica, al tiempo que ha sufrido un fortísimo proceso de institucionalización por la vía de las leyes del voluntariado y de las políticas de subvenciones, que han orientado una determinada manera de entender y de construir este cauce de solidaridad.

El voluntariado ha de ser un verso suelto, no domesticado,
que con modestia y determinación va poniendo
un pie delante del otro sobre el camino
que conduce hacia la nueva humanidad.

Así las cosas, hoy nos encontramos con la extrañeza de que a cualquier gesto de bondad y altruismo se le puede colocar la etiqueta de voluntariado. En las encuestas del CIS, por ejemplo, se equipara el voluntariado con acciones como donar sangre, entregar ropa o alimentos para quien los necesita, colaborar económicamente con instituciones de solidaridad, y cuestiones similares.

Evidentemente, en estos casos citados y otros muchos nos encontramos ante gestos solidarios significativos, que nacen de la voluntad de determinada gente por ayudar a otros. Son gestos que tienen que ver con un cierto compromiso cívico, de carácter ocasional y que colocan un ladrillo más en la construcción de un mundo más humanizado. No es mejor ni peor que el voluntariado, pero no es voluntariado.

Una persona voluntaria es aquella que, movida por la compasión hacia quien sufre, trata de responder con sus capacidades y dedicando parte de su tiempo a otras personas, participando de manera altruista en diferentes proyectos dentro de una organización de solidaridad.

Por lo tanto, en la acción voluntaria hablamos de una determinación que nace del sentimiento de compasión ante el dolor o sufrimiento de otra persona, con rostro concreto. Ese sentimiento nace del quedarse afectado, del sentirse convocado por ese otro que reclama una mano amiga, una atención, una necesidad, un cuidado.

La acción voluntaria, entonces, se comprende de manera estable, a lo largo de un determinado tiempo, en la medida de las posibilidades y, además, se realiza desde el marco de una organización, respaldado y acompañado, en lo posible, por un responsable o coordinador de voluntariado.

Una persona voluntaria es aquella que, movida por la compasión,
trata de responder participando de manera altruista
en diferentes proyectos dentro de una organización de solidaridad.

La presencia voluntaria en medio de situaciones de dolor o en los contextos de exclusión social precisa de una cobertura profesional y formativa que invalidan el voluntariado que quiere “ir por libre”, desde la espontaneidad o la improvisación.

Sin embargo, hay quienes continúan queriendo ensalzar al voluntariado como una realidad grandiosa, se le otorga un valor absoluto y, por ello, se amplía el marco conceptual, haciendo del voluntariado un peligroso saco en el que “todo vale”, con lo cual caemos en un grave peligro de instrumentalización.

Tendencias

Importa mucho situarnos en el contexto actual. Un contexto que en el marco social y económico no pinta nada bien para los empobrecidos. El Observatorio de la crisis de Cáritas lo viene anunciando desde hace más de dos años. Baste solo un dato: el aumento de las demandas de ayuda es de tal magnitud que en tres años (2007-2010) el número de solicitudes recibidas por esta institución se ha duplicado, alcanzando más de 1.800.000 solicitudes de ayuda en el año 2010.

Asistimos a un imparable proceso de cronificación y empeoramiento en las condiciones de vida de los más vulnerables. La crisis va dejando atrás y al margen a un tercio de los hogares de España, para los que resulta sumamente costoso llegar a fin de mes. Son palabras mayores.

En este mismo tiempo asistimos, en paralelo, al retroceso del Estado del bienestar, o tal vez a la rendición de un modelo de Estado que se bate en retirada. Si en el marco de un país integrado y cohesionado vivimos el bochorno de una sanidad y una educación que otrora eran modelo de cobertura pública de calidad, ¿qué es lo que queda en este proceso de saldos para los empobrecidos? Cada vez menos.Voluntaria organiza bolsas de ropa

Un voluntariado como coartada neoliberal

La exclusión social no es un estado ni un momento; es un proceso que en estos momentos galopa a gran velocidad dejando al borde del camino a numerosas personas y familias. En este proceso, probablemente vamos a asistir a un aumento en el número de personas voluntarias, concienciadas de que tienen un papel que realizar; este aumento será significativo especialmente en las organizaciones grandes.

El caso de las organizaciones pequeñas y medianas va de la mano de las consecuencias que extraemos de la retirada y el recorte de la cobertura pública para políticas sociales, que en las últimas décadas se ha vertebrado de una manera muy importante a través de conciertos y acuerdos con numerosas organizaciones de profesionales contratados y voluntarios, que en estos momentos se encuentran en franco peligro de extinción.

La exclusión social afecta a la desaparición de numerosas pequeñas asociaciones y organizaciones que han integrado a un voluntariado sumamente combativo y concienciado; organizaciones que por sus características han favorecido la creación de un formidable tejido social en el espacio local.

Mientras que se va dando forma a este Estado de mínimos al que nos abocamos, seguramente los defensores liberales de la sociedad civil como valor absoluto van a encontrar en el voluntariado un reclamo de enorme relevancia. El canto general al voluntariado se abrirá paso en ese intento de revertir las políticas sociales y dejarlas en manos de la responsabilidad de la ciudadanía. La palmada en la espalda y el elogio al altruismo solidario serán señas de identidad del marketing solidario que alentarán los poderes públicos.

Siendo el mismo voluntariado (personas que deciden comprometerse de manera estable en el seno de una organización), el voluntariado no es lo mismo, en función del universo económico-político en que habite.

En el universo neoliberal, que solo acierta a mirar con respeto hacia los mercados y hacia las bolsas de valores, que no son precisamente los de la justicia para los empobrecidos o la solidaridad entre personas y pueblos, el voluntariado es contemplado de una manera interesada: como acción y aportación exclusivamente individual, donde desaparece –por peligrosa– la acción colectiva; una acción que nace y muere en la tarea, en lo que hay que hacer, donde la reflexión personal y grupal y el sentido de lo que hacemos no parece importar demasiado; una acción descontextualizada, sin sentido de proceso, donde el análisis de la realidad y el horizonte de la misma acción no caben en la hoja de ruta de este voluntariado.

Pliego íntegro, en el nº 2.780 de Vida Nueva.

 

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