‘Un método peligroso’: pulsiones y razones

Un metodo peligroso - fotograma

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J. L. CELADA | En Maridos y mujeres, un profesor de literatura ironizaba sobre su esposa: “Tú usas el sexo para expresar cualquier emoción menos amor”. La declaración, propia de algunos personajes interpretados y/o dirigidos por el gran Woody Allen (¡por quién si no!), parece deudora también de otro judío universal: Sigmund Freud, cuyas tesis siguen dando mucho juego más allá del ámbito clínico. Tanto que sus interpretaciones sugieren que del diván a la cama hay solo un paso, ese trayecto que el cineasta neoyorquino resumía con humor en otra célebre sentencia: “Mi cerebro es mi segundo órgano favorito” (El dormilón).

Parece claro, pues, que carnalidad e intelecto no son dos realidades que puedan convivir dándose la espalda, que el ser humano está llamado a conciliar cuerpo y mente, pasiones y juicio… Y, justamente por eso, resultaría simplista (incluso ridículo) el reduccionismo que propugna el padre del psicoanálisis, empeñado en explicar sentimientos y conductas en términos sexuales. De todo eso, de la génesis y aplicación de esta práctica y de quien luego osaría cuestionarla, su discípulo Carl Jung, nos habla David Cronenberg en Un método peligroso, su producción más académica en cuatro décadas de carrera.

Lejos quedan ya las metamorfosis de La mosca o las parafilias de Crash y sus excitantes choques. El realizador canadiense ha abandonado extrañas perversiones (las mismas que provocaba su obra entre gran parte del público) para rodar un drama de época con historia de amor incluida: la que protagonizan el propio doctor Jung (Michael Fassbender) y una de sus pacientes (extraordinaria Keira Knightley). Un relato de origen literario y teatral que nos acerca, de paso, a la rivalidad profesional con su maestro Freud (Viggo Mortensen) en los albores del siglo XX.Un metodo peligroso - fotograma

Ayudado por una luminosa puesta en escena y unos jugosos diálogos, Cronenberg narra sin excesivas florituras los diversos frentes (médicos, personales…) de un conflicto que no entiende de nombres (Jung, Freud, Sabina Spielrein…) ni fronteras (Suiza, Austria, Rusia…), porque se libra en terrenos tan universales como la represión, la libertad, el miedo o el placer. Así, lo que para unos es síntoma de madurez (el esfuerzo por suprimir los instintos básicos), para otros lo es de rendición. Dos extremos difícilmente conjugables, aunque “a veces hay que hacer algo imperdonable para seguir viviendo”, se justifica el marido y amante.

Sin embargo, bajo esa falta de moralidad subyace el deseo ardiente de sanar heridas. Con Un método peligroso como el que aquí se postula, de dudosa eficacia, pero que no solo nos enseña que no todas las neurosis responden a pulsiones sexuales, sino que contiene sobradas razones para pensar que una buena película puede ser con frecuencia la mejor terapia contra crisis, tensiones y desórdenes varios.

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: A dangerous method.

DIRECCIÓN: David Cronenberg.

GUIÓN: Christopher Hampton, sobre su obra teatral The talking cure, basada en la novela A most dangerous method, de John Kerr.

FOTOGRAFÍA: Peter Suschitzky.

MÚSICA: Howard Shore.

PRODUCCIÓN: Jeremy Thomas.

INTÉRPRETES: Keira Knightley, Viggo Mortensen, Michael Fassbender, Vincent Cassel, Sarah Gadon.

En el nº 2.779 de Vida Nueva.

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