EDITORIAL VIDA NUEVA | Los obispos españoles han celebrado la Asamblea Plenaria esta semana. El discurso del presidente, el cardenal Rouco, excesivamente centrado en una crónica de la JMJ de Madrid 2011, perdió la oportunidad para que la Iglesia dijera una palabra oportuna ante la incertidumbre en la que los ciudadanos se ven inmersos en la crisis que asola estos momentos al país; y más al día siguiente de unas elecciones generales que dieron un vuelco al mapa político español.
Centrado excesivamente en la crisis de valores, olvidó palabras de consuelo y aliento, tan necesarias hoy, y se centró en temas más eclesiales, como es el Plan Pastoral de la Conferencia Episcopal que los obispos han discutido estos días, sin haber analizado el que ya ha pasado. Cierto sentimiento anodino se respiraba en Añastro y, pese a todo, los obispos siguen trabajando en los temas propuestos, algunos de ellos de gran importancia, como son los campos de la familia, la educación y la pastoral juvenil.
Una de las cuestiones abordadas por el presidente en su discurso fue la próxima celebración del 50º aniversario del Vaticano II. Se presenta un ocasión de oro para estudiar la gran reforma conciliar y analizar su espíritu en nuestro país, transcurrido medio siglo. Puede ser una oportunidad para medir fuerzas, echar un ojo a la realidad y lanzar nuevos retos que tengan en aquel espíritu su motor. Un revisionismo en la línea conservadora conducirá a fracasos y lamentos posteriores.
El nuncio del Papa, en su intervención, se centró en el Sínodo de la Nueva Evangelización. Palabras acertadas que pusieron sobre la mesa la importancia de este evento, en el que se analizará el reto de transmitir la fe a las jóvenes generaciones. Nuevos tiempos que piden nuevas formas y nuevos lenguajes. Los obispos no deben mirar para otro lado.
En el nº 2.778 de Vida Nueva (del 26 de noviembre al 2 de diciembre de 2011).
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- Discurso inaugural del cardenal Rouco (PDF)
