Benedicto XVI es recibido con afecto y respeto en Benín

Benedicto XVI en papamovil en Benin

En su segundo viaje a África, el Papa valora el “humanismo fresco” del continente

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ANTONIO PELAYO. ROMA | He sentido no poca nostalgia al ver en televisión las imágenes de Benedicto XVI en Benín. Los que hemos tenido oportunidad de presenciar el afecto con que los papas son recibidos en los países de África sabemos que ningún medio escrito ni audiovisual puede reproducir esa indescriptible imagen de las masas exultantes en torno al Sucesor de Pedro. [Siga aquí si no es suscriptor]

Se pudo comprobar una vez más el viernes 18 de noviembre, cuando el avión de Alitalia se posó en las pistas del Aeropuerto Cardenal Bernardin Gantin en Cotonou, a las tres de la tarde. Una multitud festiva, en la que destacaba un grupo de mujeres ataviadas con telas estampadas con la imagen de Joseph Ratzinger, le acogió con danzas y cantos incesantes, con una espontaneidad que no tenía nada de protocolaria.

“Usted conoce el afecto que siento por su continente y su país”, dijo el Santo Padre, respondiendo a las palabras de bienvenida del presidente Thomas Yayi Boni. En el rostro del Papa era evidente la emoción que le producía una acogida tan calurosa.

Benedicto XVI en catedral Cotonou Benin

Benedicto XVI reza en el interior de la catedral de Cotonou

Llevado por estos sentimientos, el Pontífice expresó su preocupación ante la posibilidad de que los pueblos africanos pierdan lo mejor de su identidad: “No se ha de temer a la modernidad, pero tampoco se puede construir olvidando el pasado. Debe ir acompañada de la prudencia para el bien de todos, evitando los escollos que hay en África, lo mismo que en otras partes, como la sumisión incondicional a las fuerzas del mercado o las finanzas, el nacionalismo o el tribalismo exacerbado y estéril, que puede llegar a ser funesto, la politización extrema de las tensiones interreligiosas en detrimento del bien, o, finalmente la erosión de los valores humanos, culturales, éticos y religiosos”.

A lo largo de los 12 kilómetros que separan el aeropuerto de la catedral de Cotonou, las gentes no solo de la capital (que cuenta con algo más de 700.000 habitantes), sino de otras ciudades se habían congregado para saludar al querido huésped y manifestarle su alegría. Desde el papamóvil, Benedicto XVI agradecía conmovido estas pruebas de simpatía y respeto.

Al llegar al templo –inconfundible, con su fachada de franjas rojas y blancas– y después de visitar las tumbas de los arzobispos Christophe Adimou e Isidore de Sousa, recibió el caluroso saludo del actual metropolita, monseñor Antoine Ganyé, que evocó en su discurso los 150 años de la evangelización de Benín (antes Dahomey): “Somos los herederos de esa obra misionera, y todos juntos trabajamos por la evangelización de nuestra nación, cuya mayoría practica todavía la religión tradicional africana”.

Después del canto del Te Deum, el Papa hizo el elogio de los dos arzobispos que reposan en la catedral. “Monseñor de Sousa –dijo– era un gran amigo de la verdad y desempeñó un papel determinante en la transición a la democracia de vuestro país”.

Desde la catedral, la comitiva se trasladó a la Nunciatura, dando por finalizada la jornada que Benedicto XVI había comenzado muy de mañana y que comprendía un viaje de seis horas en avión. A bordo de este tuvo lugar el habitual encuentro con los informadores. Ninguna de las cinco preguntas que le planteó (basándose en las propuestas de los colegas) el padre Federico Lombardi dio lugar, esta vez, a “equívocos”.

Benedicto XVI y presidente Yayi Boni en Benin

El Papa, con el presidente beninés, Yayi Boni

En una de sus respuestas hizo esta confesión: “Si pienso en mi juventud, el mundo era totalmente diverso del de hoy y algunas veces pienso que vivo en otro planeta diferente al de cuando yo era un muchacho. La humanidad se encuentra en un proceso cada vez más veloz y rápido de transformación. Para África, este proceso desde los años 50 y 60 ha sido muy exigente, naturalmente muy difícil, con grandes dificultades y problemas, y estos problemas aún no han sido superados… Pero diría que el humanismo fresco que se encuentra en el alma joven de África, a pesar de todos los problemas que existen y existirán, demuestra que aquí hay una reserva de vida y de vitalidad para el futuro con la que podemos contar”.

Encuentro con las autoridades políticas y religiosas

La jornada del sábado 19 se abrió con un encuentro multitudinario en el Palacio Presidencial (una imponente construcción erigida a orillas del Océano Atlántico en la década de los 60, como símbolo de la independencia de Francia), al que asistían el presidente, los miembros de su Gobierno y de las instituciones de la República, el Cuerpo Diplomático y los representantes de las principales religiones del país.

Ya se nos había advertido que el discurso tendría una densidad particular. Después de unas palabras sobre el sentido que Benedicto XVI quiere dar a la expresión “África, continente de la esperanza”, el discurso se centró en dos puntos: la vida sociopolítica y económica del continente en general, y, en segundo lugar, el diálogo interreligioso.

papa Benedicto XVI en Benin - seminaristas

Seminaristas de Benín aclaman al Papa

“En estos momentos –aseguró con gravedad el Papa, al tocar el primero de estos temas– hay demasiados escándalos e injusticias, demasiada corrupción y codicia, demasiado desprecio y mentira, excesiva violencia que lleva a la miseria y a la muerte. Estos males afligen ciertamente a vuestro continente, pero también al resto del mundo. Toda nación quiere entender las decisiones políticas y económicas que se toman en su nombre. Se da cuenta de la manipulación, y la revancha es, a veces, violenta. Desea participar en el buen gobierno. Sabemos que ningún régimen político humano es perfecto y que ninguna decisión económica es neutral. Pero siempre todos deben servir al bien común. Por tanto, estamos ante una reivindicación legítima que afecta a todos los países, de una mayor dignidad y sobre todo de más humanidad. El hombre quiere que su humanidad sea respetada y promovida. Los responsables políticos y económicos de los países se encuentran ante decisiones determinantes y opciones que no pueden eludir”.

“El autentico diálogo interreligioso –recalcó al abordar el segundo tema– rechaza la verdad humanamente egocéntrica, porque la sola y única verdad está en Dios. Dios es la verdad. Por tanto, ninguna religión, ninguna cultura puede justificar que se invoque o se recurra a la intolerancia o a la violencia. La agresividad es una forma de relación bastante arcaica, que se remite a instintos fáciles y poco nobles. Utilizar las palabras reveladas, la Sagradas Escrituras o el nombre de Dios para justificar nuestros intereses, nuestras políticas tan fácilmente complacientes o nuestras violencias es un delito grave”.

“El odio es un fracaso –dijo para finalizar–; la indiferencia, un callejón sin salida; y el diálogo, una apertura (…). Tender la mano significa esperar a llegar en un segundo momento, a amar”.

Finalizado el acto, el Papa y su comitiva se trasladaron a la vecina ciudad de Ouidah, donde se encuentra el seminario St. Gall (se llama así porque sus obras fueron financiadas por la diócesis suiza del mismo nombre). En su capilla está enterrado el que fue durante años prefecto de la Congregación para los Obispos y decano del Colegio Cardenalicio, Bernardin Gantin, con el que Joseph Ratzinger trabó una gran amistad desde el día de su consagración episcopal en Munich, a la que asistió el joven obispo beninés. Después de venerar su tumba, Benedicto XVI se reunió con los obispos y los numerosísimos seminaristas, a los que dirigió un breve discurso.

Benedicto XVI en papamovil en BeninMinutos después del mediodía, ya se encontraba en la Basílica de la Inmaculada Concepción, donde firmó la exhortación apostólica postsinodal Africae Munus, en presencia del Consejo especial para África del Sínodo de los Obispos y del secretario general, el arzobispo Nikola Eterovic. [Ir a la exhortación íntegra].

Esa exhortación, que resume los frutos de la II Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos sobre África (octubre de 2009), fue la que entregó personalmente, en el curso de una solemne Eucaristía celebrada el domingo en el Stade de l’Amitié de Cotonou, a los representantes de las 52 conferencias episcopales del Continente Negro.

La misa (a la que asistieron cerca de 90.000 personas) fue una manifestación de la pluralidad del catolicismo beninés (se utilizaron once lenguas diferentes), de su vitalidad y, al mismo tiempo, de su unidad con la Sede de Pedro. “La Iglesia existe –afirmó el Papa en su homilía– para anunciar la Buena Noticia. Y este deber es siempre urgente. Después de 150 años, hay todavía muchos que aún no han escuchado el mensaje de salvación de Cristo. Hay también muchos que se resisten a abrir sus corazones a la Palabra de Dios. Y son numerosos aquellos cuya fe es débil y cuya mentalidad, costumbres y estilo de vida ignoran la realidad del Evangelio, pensando que la búsqueda del bienestar egoísta, la ganancia fácil o el poder es el objetivo final de la vida humana”.

Con esta magna concentración de fieles –había también grupos llegados de las vecinas naciones de Togo, Nigeria, Burkina Faso y Níger– concluyó la breve pero muy intensa y emotiva visita de Benedicto XVI a “un país en paz externa e interna –había dicho–, cuyas instituciones democráticas funcionan, han sido realizadas con espíritu de libertad y de responsabilidad, por lo tanto también de justicia”. Elogios bien merecidos por esta nación joven donde conviven pacífica y respetuosamente religiones muy diversas. Un ejemplo, sin duda, para todo el continente.

En el nº 2.778 de Vida Nueva.

 

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